─ Hojas rojas, ¿no había nada más enrevesado? ─comentó Jisung mientras sacaba los fajos de billetes del elástico de sus pantalones─. ¿Qué clase de pista es esa?
─ ¡Una perfecta! ¿Todavía no lo has adivinado? ─respondió su enamorado tras guardar las ganancias junto al resto de sus ahorros.
─ ¡Es que es muy ambiguo! ¿Es algún juego de palabras en francés?
─ Qué va.
─ ¿Está relacionado con el otoño?
─ No.
─ ¿Con el barrio rojo?
─ Frío, muy frío.
Bien entrada la madrugada, el cabaret hubo cerrado por fin sus puertas y la jornada laboral se había dado por concluida. Minho y Han se hallaban en la habitación del mayor, organizando el pequeño botín del que se habían apropiado hacía apenas unas horas atrás.
Lee escondió bajo un tablón del suelo la cajita de metal en la que acumulaba todo el capital que había logrado recaudar durante sus arduos años de trabajo, asegurándose así de que ningunas manos indebidas se adueñarían de este. Acto seguido, mientras se deshacía de las ropas que se adherían su transpirada piel, torturaba a su novio con inocentes juegos mentales.
La intensa y agradable luz de la luna iluminaba la estancia con reflejos azulados que creaban a su paso sinuosas sombras. Dicha luminiscencia besaba gentilmente la tez de Jisung, creando tintineantes luceros en su oscuro iris, el cual se posaba sobre los marcados rasgos de Minho sin pudor ni vergüenza. Mentiría si no confesase que aquel cuerpo despertaba en él una pasión difícil de contener, mas aún batallaba una lucha interna que le imposibilitaba mostrar su cariño de manera más íntima.
─ ¡Dímelo de una vez! ─se exasperó el menor, pataleando el colchón sobre el que descansaba.
─ Oblígame, chico bonito ─se carcajeó.
En respuesta a la provocación, el de cabellera azabache se incorporó y acercó hasta quedar frente a su pareja para, entonces, agarrar los bordes de su desaguada camisa negra y atraerle hasta que ambos pechos fundieron sus pieles en un único lienzo. Un tinte sensual podía advertirse en el ambiente, fruto de la lujuria que ambos rezumaban. La boca de Lee dibujaba una divertida sonrisa taimada que le desafiaba a continuar con aquel hedonista reto.
─ Si querías que pasase toda la noche pensando en ti, lo has conseguido ─confesó con toda la frialdad que podía fingir─. Enhorabuena, mi perla negra, pero ahora cuéntame por qué estás robando dinero a la madame.
Sus intentos por intimidarle fueron nulos, pues las amplias manos del mayor se posaron en sus glúteos, los cuales fueron agarrados firmemente para unir aún más sus cuerpos.
─ ¿Alguna vez te he dicho lo guapo que estás cuando te pones serio? ─comentó el japonés haciendo que sus labios se rozasen superficialmente con los del contrario al son de cada palabra.
─ ¿Crees que tocarme el culo hará que me olvide del tema? Deja de evadirme, Lee.
─ Oh, mi vida, no pretendo evitarte. Solo quería abrazarte, ¿acaso es delito?
─ ¡Delito es que me dejes con la intriga tanto tiempo! ¿Cuánto más debo esperar?
─ ¿Tienes prisa?
Jisung trató de luchar contra sus deseos más carnales, pero sus pupilas traicionaban las órdenes de su aturdida mente. Estas recorrían sin permiso cada detalle del rostro opuesto, ahogándose en la belleza del más alto. Sus ojos rasgados y profundos, aquella nariz tallada por entes divinas con el más absoluto mimo, junto con unos pómulos y mentón marcados conformaban el rostro más perfecto que jamás hubiese podido imaginar. Pero, sin duda, su boca era la verdadera guinda del pastel. Aquel abultado labio superior encajaba a la perfección entre los suyos propios, y la tentación por adueñarse de él provocó en el menor un agradable cosquilleo en la parte baja de su estómago.
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La Belle Époque || Taste (+18) || Minsung|HanKnow
Fanfiction1969. París, Francia. Dos chicos se ganan la vida bailando y vendiendo sus cuerpos en el más famoso cabaret de un tétrico barrio de París. Ambos famosos por sus rasgos orientales en una Europa aún afectada por la guerra, compiten por ser el más po...