Las agujas del reloj apenas marcaban las siete de la tarde, pero Minho ya dormía plácidamente. Yacía inerte sobre sus sábanas, con la nariz enterrada en las zonas que todavía conservaban el olor de Jisung. Este casi no se distinguía entre la mezcla de aromas que manchaban su colchón, ya que destacaban el de su propio sudor y el perfume del chiquillo noruego.
No obstante, él siempre lograba encontrar aquellos ínfimos restos del azabache. Esa fragancia tan característica de su amado actuaba como un somnífero que le permitía descansar tranquilo, engañando a su cerebro con sueños difusos en los que este hacía acto de presencia.
La botella que sostenía entre sus dedos terminó por escurrirse hasta impactar con el suelo. Esto creó un estruendo que le hizo despertar sobresaltado. El líquido que aún contenía se derramaba sobre la tarima, empapándola.
Se llevó una mano a la cabeza, la cual ya sufría las típicas consecuencias por haber consumido alcohol una vez más. Frustrado consigo mismo, enterró el rostro en la almohada. Desde la noche anterior, en la que hubo abusado de Daven, había decidido aislarse en la intimidad de su habitación.
Se negaba a comer o beber, tampoco quería exponerse a la luz del sol, y mucho menos tenía pensado trabajar. Sus ánimos eran tan miserables que ni siquiera esnifar cocaína lograría proporcionarle el éxtasis necesario para enfrentarse a un par de indeseables que solo buscaban algo de placer carnal.
La madame ya había aporreado su puerta, recordándole que debía prepararse para el espectáculo un día más, pero él la hubo ignorado por completo. A pesar de las consecuencias que eso pudiese traerle, las palabras que Jisung le dedicó en aquella carta no dejaban de pasearse por su mente.
«No permitas que un demonio como ella te consuma».
«No permitas que... Me...».
«Demonio... de ti... consuma...».
«Me he enamorado de ti».
─ Imbécil ─ahogó tal insulto contra la tela de su cojín.
El gorgoteo de la botella escupiendo alcohol creaba un ruido molesto, por lo que se incorporó para frenarlo. Dejó el vidrio sobre su mesita de noche y observó la mancha que se había formado en la madera durante un instante, disociando.
De nuevo, una torturante sensación de soledad hizo acto de presencia. Aquel sentimiento parecía ser su propia crucifixión.
─ ¿Puedo pasar?
A continuación de esa interrupción, unos nudillos llamaron a la puerta. Minho sacudió su cabeza, saliendo del trance en el que él mismo se había sumergido.
─ ¿Estás dormido? ─insistió la vocecilla al otro lado─. Te traigo la cena, deberías comer algo.
─ No tengo hambre ─respondió, ronco.
─ También tengo agua y algo de medicina, por si tenías resaca.
Lee presionó sus labios, formando con estos una línea recta. Aquel renacuajo le conocía demasiado bien. Se puso en pie sin preocuparse por el desorden de su cubículo y abrió una ínfima rendija del umbral.
─ Solo necesito el agua y los calmantes ─murmuró sin atreverse a mirar al muchacho.
─ ¡Claro! ─exclamó entusiasmado─. Te lo dejo aquí, ¿vale?
─ Oye, ¡eh, espera!
Sin recibir permiso, Jeongin se coló en la habitación del moreno a empujones y dejó una bandeja rebosante de comida sobre la mesilla. Pero un fuerte hedor se introdujo en sus fosas nasales, trayendo consigo una mueca acorde al disgusto que este le causó.
ESTÁS LEYENDO
La Belle Époque || Taste (+18) || Minsung|HanKnow
Fanfiction1969. París, Francia. Dos chicos se ganan la vida bailando y vendiendo sus cuerpos en el más famoso cabaret de un tétrico barrio de París. Ambos famosos por sus rasgos orientales en una Europa aún afectada por la guerra, compiten por ser el más po...