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Minho se sentía muy desagradado por la presencia de Jisung. Le daba rabia no haber podido abusar de su inexperto cuerpo antes de que cualquier cliente pagase por él, tal y como solía hacer con todos los recién llegados.

Y no dudó en hacérselo saber, hablándole con soberbia y mirándole por encima del hombro. Un novato no merecía respeto, al menos desde su punto de vista. 

─ Tranquilo, el puesto de egoísta y prepotente lo mantener tú. No te lo voy a quitar ─una sonrisa de lo más falsa e irónica se dibujó en los labios de Han─. Y que yo ofrecer otros servicios no me hace peor persona. Por asquerosos como tú se denigra este trabajo.

Minho no pudo evitar reír por la respuesta tan cortante del chico. Aquel niño era el único que se había atrevido a responderle en mucho tiempo. Tanta gracia le hizo que decidió dejarle ir cuando este retomó su camino, alejándose por el pasillo. Además, no tenía ganas de armar jaleo cuando el cabaret aún seguía abierto.

Acto seguido, se dirigió hacia la cocina. Rara era la noche que no terminaba con una botella de alcohol en la mano, y ese día no iba a ser una excepción.

─ Changbin, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Ya has terminado? ─ miró al chico con una ceja alzada. Sabía que él no le delataría.

─ Podría preguntarte lo mismo, hermano ─respondió mientras masticaba una manzana. A Changbin siempre le daba hambre al acabar con la faena─. ¿Qué tal la noche?

─ Una porquería, como siempre.

─ Tú siempre tan delicado ─se burló el de brazos musculados. 

Minho desenroscó la botella y le lanzó el tapón a Seo con un pequeño golpe de sus dedos. No le apetecía hablar, por lo que sacudió su cabeza a modo de despedida y salió en dirección a su cuarto dando un profundo trago al ron que consigo portaba. Guiñó los ojos por el intenso sabor, pero sabía que en un par de sorbos más ya poco le importaría el ardor que este provocase a su garganta.

Mientras tanto, Jisung gruñía frustrado porque el cabaret estaba a punto de cerrar y solo había conseguido atender a tres clientes esa noche. Sin embargo, aprovechó que estaba en la recepción para ayudar a la madame a contar el dinero que habían recaudado esa noche. Todo lo que le asegurase conseguir un buen sueldo a final de mes era un punto a su favor.

─ Aquí van mil francos ─le pasó el fajo de billetes a la mujer, quien asintió con la cabeza de manera desinteresada─. Me voy a dormir ya, buenas noches.

─ Descansa, Isao ─la madame le apartó el pelo y besó su frente de manera fraternal. Era una pequeña costumbre que habían adoptado entre ellos. Siempre había sentido que los niños que trabajaban para ella eran como sus hijos y los cuidaba como tales.

Jisung se desnudó y se tiró a la cama. Adoraba el silencio absoluto que reinaba en ese lugar a altas horas de la madrugada, cuando ya todos descansaban. Esa fugaz paz le permitía reflexionar, hablar consigo mismo. Aunque esto traía consigo una presión en el pecho que a veces le impedía conciliar el sueño. A pesar de ello, consiguió quedarse dormido antes de que aquello le acechase.



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Las cortinas de lino blanco se balanceaban al son de la brisa, bailando a su merced. Mas cuando los molestos rayos de sol se colaron por su ventana, Minho gruñó y se cubrió el rostro con la almohada.

─ Puta resaca.

Aunque el alcohol le ayudaba a conciliar el sueño y a dormir mejor, siempre le pasaba factura cuando despertaba. Además, no tardó en escuchar la molesta voz de la madame fuera de su habitación, incitándole a despertarse cuando golpeó la madera un par de veces.

La Belle Époque || Taste (+18) || Minsung|HanKnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora