ⅩⅤ

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─ Serás perezoso, ¿quieres levantarte de una vez?

─ Cinco minutos más...

Jisung despertó con un fuerte dolor de cabeza cuando Félix le llamó para bajar a almorzar. El rubio era totalmente ajeno a la pequeña fiesta que su amigo había improvisado con Minho escasas horas atrás.

En contra de la voluntad de Han, acudieron a la comida. Aquel día el cabaret reabriría sus puertas, por lo que debían preparar el local para ello. La madame ordenó a cada cual la tarea que debía desempeñar, y pronto todos se pusieron manos a la obra.

Jisung se acercó a la mujer cuando acabó de comer, ya que seguía sin asignarle una labor y estaba comenzando a preocuparse. Ya había acudido al hospital para retirarse los puntos, su herida estaba más que curada. Era cuestión de tiempo que esa marca se volviese una imperceptible línea blanca decorando su costado.

─ Madame, ¿no puedo ayudar a nada?

─ Quería hablar contigo, Isao. ¿Cómo te encuentras?

─ Estoy mucho mejor ─afirmó mientras la mujer escurría los dedos hasta alzar su camiseta, observando la cicatriz─. ¿Crees que podré volver a trabajar pronto?

─ Hoy mismo ─dijo colocando la prenda del chiquillo─. Descansa hasta esta noche. Como ayer no abrimos, hoy vendrán muchos clientes.

─ ¡Claro, gracias! 

Tras esa breve charla, se despidió de la mujer alegremente. A pesar de la orden que acababa de recibir, aprovechó que la cocina estaba vacía para limpiar todos los platos de sus compañeros.

Al terminar, caminó hasta su cuarto. Colocó un poco la alborotada cama y, cuando estaba a punto de acostarse, alguien llamó a su puerta.

─ ¿Minho?

─ Hey... ¿Estás ocupado?

─ No realmente, iba a dormir un poco antes de prepararme para esta noche. ¿Querías algo?

─ Acompáñame al río ─dijo mostrando la bolsa que cargaba consigo.

Han enseguida comprendió qué estaba pidiéndole. No dudó en asentir con la cabeza.

─ Por supuesto.

Se escabulleron del cabaret sin ser vistos. Huir del distrito del placer era algo que siempre disfrutaban, fingiendo ser personas normales alejadas de aquel estilo de vida tan excéntrico.

Tras un silencioso paseo, llegaron a la orilla del río Sena. Minho sacó de la bolsa la cajita que Isao le regaló. En ella metió un anillo plateado, una velita que encendió con ayuda del mechero y una fotografía en blanco y negro de Changbin. Aquellos anillos habían sido lo que la pareja de amigos había adquirido con el primer sueldo que ganaron. Nunca se los quitaban y, aunque a Minho le gustaría conservarlo, era lo más significativo que podía ofrecer para asegurarse de que Changbin le acompañaría en esa despedida.

Le había costado un poco asimilarlo, pero quería decir adiós de su mejor amigo de ese modo. El entierro que la madame había organizado no había sido suficiente como para saciar su deseo de despedirse de su amigo en condiciones.

Arrodillado frente a aquella pequeña caja, Minho juntó las manos sobre su propio regazo para regalarle a Changbin unas palabras que pronunció únicamente en su mente, como un rezo silencioso. En ocasiones sonrió para sí mismo, recordando todas las aventuras que habían vivido durante los cinco años que habían compartido, en los cuales habían crecido juntos. Le agradeció todo lo que había hecho por él, por haberle brindado el cariño de un hermano y por haberse convertido en su familia.

La Belle Époque || Taste (+18) || Minsung|HanKnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora