CAPÍTULO 4: Maldita fraternidad (EDITADO)

231 21 0
                                    

ABRY:

A pesar de haberme quedado paralizada durante un brevísimo espacio de tiempo, conseguí reaccionar como pude y agacharme a recoger toda la comida que Ally había tirado al entrar en la habitación, la cual, por cierto, seguía embrujada.

Incluso Thomas reaccionó antes que ella, bajándose la camiseta por completo y privando a mi mejor amiga de su objeto de atención. Cuando por fin Allyson dejó de tener algo que admirar, recobró el sentido y se dio cuenta del estropicio previamente armado. Se agachó cual gacela, y completamente ruborizada dada su escasez de pudor hacia el chico, recogió todo en un parpadeo y dejo todo encima de la mesa de café de mi salón.

Solo cuando volví la mirada hacia él me percaté de su aún desconocido para mí nivel de inocencia y despiste, lo cual no hizo más que agradarme y consecuentemente, entorpecer mi pequeño y elaborado plan.

Apenas fui consciente de que Thom había estado arrodillado junto a mí recogiendo hasta que vislumbré por el rabillo del ojo como también él depositaba comida en mi mesita, mirándome, sonriendo y encogiéndose de hombros con gesto despreocupado y torpe. El corazón comenzó a acelerárseme de manera inexplicable, y en aquel momento decidí achacarlo a los nervios que me recorrían el cuerpo en forma de escalofríos cuando me veía obligada a interactuar con otro ser humano que no fuese ya conocido para mí. Y aunque en cierto modo yo no estaba del todo errónea en lo que a esa observación se refiere, también había una parte de mí que empezaba a despertar por aquel moreno de ojos café.

Cuando finalmente nos decidimos por sentarnos en una especie de semicirculo mal trazado en mi sofá, con un terriblemente aplastante silencio rodeándonos, decidí molestar un poco.

-¿Se puede saber en qué estabas pensando?-le susurré a Allyson, lo más disimuládamente que pude.

-En...en...

-¿Estabas embobada mirándole, cierto?-inquirí.

-¿Qué? No. Eso no es verdad.

-Sigue negándolo, yo se la verdad.

Me callé tras esa frase al ser consciente de que Thomas prestaba más atención a nuestra pequeña y susurrada conversación de lo que parecía a pesar de estar fingiendo salsear el móvil, porque ni siquiera había salido de su pantalla de inicio. Simplicidad masculina. Puse los ojos en blanco para mis adentros.

De un momento a otro, mi teléfono comenzó a sonar sin ninguna clase de identificador en la pantalla para avisarme del remitente de aquello, y a pesar de que tenía por norma personal el no contestar a llamadas de desconocidos, me moría por salir de aquel sofá, y de dejar a dos personas a solas con sus sentimientos.

Para mi desgracia, a la hora de levantarme me fijé en que Thomas se excusaba para ir al baño mientras yo me alejaba a mi balcón para contestar.

-¿Diga?

-Abry, mmm, se te necesita por aquí.

He de admitir que aquellas simples palabras me revolvieron por dentro, y no precisamente de pánico, sino más bien por la inmediata asociación de voces que realizó mi cerebro en una sola frase.

Y cuya resolución me resultaba muy satisfactoria.

-¿Quién es?-dije a pesar de saber perfectamente de quien se trataba.

-Soy...eh...soy...David.

-Ah...hola David.

-Eh... ¿puedes venir a la fraternidad?

Dos cosas cruzaron mi mente en aquel instante. La primera opción, tristemente improbable, era que de un día para otro, David y Molly hubiesen dejado de estar de lo que quiera que estuviesen y él se hubiese sentido tan atraído hacia mí como yo hacia él y que quisiera verme para compartir su seguramente delicioso aliento conmigo. La segunda, y por la que me decidí tras dos segundos de reflexión incluía tres elementos: Haily, alchool y lágrimas.

-¿Qué ha pasado?-dije con voz cansada esperando oír el nombre de alguna de mis amigas.

-Es...es Riley.

-¿Está bien? ¿Y Haily?

-Sí. Sólo un poco borracha, pero está bien. Me ha dicho que te llamara. ¿De paso podrías recoger a Sophie y a Haily? La verdad es que no se han cortado un pelo, y al menos Riley ha sido capaz de decir dos palabras coherentes seguidas: Móvil y Abry.

-Claro. Cojo el coche y voy, pero no te muevas y no las dejes solas por favor. Y si ves a Haily aguantar la respiración, huye. Significa que va a vomitar.

-Alto y claro. Estamos en la puerta trasera.

Me colgó directamente y aunque en un principio me pareció un gesto rudo, tuve que admitirme que no me disgustaba.

Colgué el teléfono harta de escuchar pitidos repetitivos y entré en mi casa de nuevo. Miré a Ally con una de esas miradas de mejores amigas que explican todo sin necesidad alguna de palabras y ella se levantó de inmediato. Le dio una apresurada explicación a Thomas sobre el resto del grupo y lo agarró del brazo para arrastrarlo de la casa mientras yo abría la puerta.

Les susurré una disculpa sobre tener que echarles así y empecé a ir hacia mi coche cuando Allyson me agarró del brazo.

-¿Quieres que vaya?

-No es necesario. Ya sabes cómo son. Las cogeré y punto, no más problemas, las llevaré a sus casas y luego podré estudiar Historia del Arte en tranquilidad.

Ally se dio media vuelta y se fue a hablar con Thom sin decirme nada más lo que entendí por un caso omiso de mi anterior explicación. Me subí a mi pequeño viejo y destrozado coche amarillo y esperé a que ella se subiese.

Tardó tres segundos más de lo habitual, cerrando de un portazo y presionándome para que acelerase, dejando al pobre Thomas plantado cual cactus en el porche de mi casa.

UNA DE ELLOS en ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora