DAVID:
Mis ojos se abren de golpe. No sé cuánto tiempo llevo dormido, recuerdo unos segundos de lucidez que desaparecieron cuando la oí a ella. Ella. ¿Estará aquí? ¿En el hospital? Estoy en una camilla, tumbado boca arriba, tengo una pierna escayolada colgando del techo, el brazo escayolado... Me duele mucho la cabeza. Cuatro paredes blancas me rodean. Intento moverme pero el dolor me lo impide. Una máquina a las que estoy enchufado comienza a pitar y una enfermera entra corriendo en la sala. Pone cara de sorpresa al mirarme y sale tan rápido como ha entrado. Cuando vuelve a entrar, está acompañada de un doctor que habla conmigo como si nos conociéramos de toda la vida.
-¡David! Pensábamos que no te despertarías.
-Y tú eres...
-Tu doctor. Doctor Miller. Y ella es Anne, tu enfermera.
-Am. ¿Qué me ha pasado?
-Has tenido un accidente de moto. Te haremos una revisión y si todo está bien, te podrás ir a casa.
-Ha... ¿ha venido alguien a verme?
-Sí. Vinieron varios chicos de tu edad, se llamaban... Thomas...-no me creo que ese capullo haya venido a verme. No debería importarle una mierda. Yo no habría venido si él estuviera en mi lugar. - También una chica... se llamaba...-sentí que volvía a respirar cuando dijo eso-Allyson.-y volví a sentir como me deshinchaba por dentro.- y otra más... Abry Brown. Una chica encantadora.
-Lo es.- aseguré
Ella había estado allí. Daba igual lo que le hiciera, ella estaba allí, y no había nada que me hiciera más feliz.
-Y tus padres.-entonces fue cuando se desvaneció hasta el más mínimo rastro de felicidad en todo mí ser.
ABRY:
Salí del baño y me encontré con mi madre a la salida. Mierda.-¿Cuántas cosas has comido Abry?
-Tenía hambre.-dije encogiéndome de hombros.
-Te has comido toda la nevera.
-No es para tanto, mamá.
-Permíteme que discrepe. Has adelgazado muchísimo estos días, pero a la vez, comes más que nunca. ¿Cómo es posible eso?
-No lo sé.
-Abry Brown, ¿has estado vomitando?
-No.-me apresuré a contestar.
-Y lo niegas. Estás peor de lo que yo pensaba.
-Estoy perfectamente mamá.
-Tú te vienes conmigo al hospital, ahora mismo.-dijo agarrándome del brazo para tirar de mí hacia la puerta.
-He dicho que estoy perfecta. Déjame en paz de una vez.
Salí dando un portazo de casa y eché a correr. Tenía que salir de allí. Estoy bien. No estoy enferma. Estoy bien. No iba a permitir que nadie me encerrara entre cuatro paredes blancas. Dejé de correr cuando llegué a la parada de autobuses más cercana. Cogí la línea 8, que va desde el centro de California hasta St. Peter's. Cuando llegue al hospital y pregunté por David Wate me dijeron que no había nadie que se llamara así ingresado. Fui a su habitación, pero él a no estaba. Me tiré en la cama y comencé a sollozar. Había muerto. Era la única explicación para que él no estuviera aquí. Él había muerto. Y siento que de un momento a otro yo acabaré como él.
-¿Abry?-dijo una voz a mis espaldas. La ignoré. Sabía que no podía ser él. Eran alucinaciones y no estaba preparada para mirarle a la cara sabiendo que no iba a volver jamás.
-¿Abry? ¿Eres tú?
-No es real, no es real...-Murmuré.
-Nena... ¿estás bien?-dijo él poniéndome una mano en el hombro. Me giré para mirarle la cara. Tenía muchas vendas y llevaba muletas, pero yo sabía que no era real.
-¡Doctor!-gritó él. Un hombre con bata blanca apareció detrás de él. Me cogieron entre los dos y me metieron en la cama. Cuando estaba boca abajo en la camilla, empecé a sollozar de nuevo.
-¿Qué le pasa?
-No lo sé, he llegado y estaba así.
-¿Ha dicho algo?
-Sólo ha dicho que no era real... Pero no sé a que se refería.
-Abry... ¿qué te ocurre?
-Él no es real. Son alucinaciones. Él está muerto.
-No. Él está vivo. Yo soy su doctor. Está sano. No hay nada en la habitación porque le he dado el alta. Él está bien. Es real.
Alargue la mano para rozarle la mejilla, y sentí su contacto. Le sentí. Estaba vivo. Era real.
DAVID:
Me sorprendió que alargara la mano para poder acariciarme la mejilla. Acerqué la cara a la palma de su mano, aceptando su caricia. No sabía que le estaba pasando, pero haría lo que fuera para ayudarla a dejar de estar así. De un salto se levantó de la camilla y me abrazó con fuerza, como si tuviera miedo a que me desvaneciera de un momento a otro.
-Estás vivo...-susurró contra mi pecho.
-Shh...-cuando miré atrás, ni el doctor ni Anne estaban ya. Nos habían dejado solos.
Me despegué de ella lo suficiente como para mirarle a la cara.
-¿Estás bien?-ella solo asintió y volvió a acurrucarse contra mi pecho. Por primera vez en mi vida, me sentía completamente feliz. Ese era mi sitio. Acurrucado contra ella.
-Te quiero...-murmuró. Era la primera vez que decía esas palabras. Y no deseaba hacer otra cosa que decirle que era correspondida, pero el ruido de la puerta abriéndose me lo impidió.
-¿David?-preguntó una voz que desgraciadamente, me resultaba familiar.
-Vete. Vete por favor.-rogué.
-Pero hijo...
-¡Vete!-la abracé más fuerte cuando noté que se encogió ante mi grito.
-Si eso es lo que quieres...-dijo mi madre. Me limité a asentir y a abrazarla lo más fuerte que pude. No podía permitir que se me escapara de entre los dedos. Ésta vez, no.
La miré a los ojos cuando oí el ruido de la puerta cerrándose y susurré lo que me habían impedido decirle a mi chica.
-Te quiero.-me acerqué a ella cautelosamente, pidiéndole permiso para hacer lo que llevaba días añorando. Ella sonrió ante mi pregunta y se acercó un poco más para que yo pudiera besarle. Fue un beso corto y tierno, pero fue el mejor de los besos.
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UNA DE ELLOS en edición
Ficțiune adolescențiAbry, una chica de 17 años que está en su segundo año de instituto, vive en California y tiene su grupo de amigas. Toda su vida cambia cuando conoce a David. Poco a poco va formando parte de su grupo de amigos hasta que se convierte en una de ellos...