CAPÍTULO 6: Ruptura (EDITADO)

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ABRY:

Me quedé en la puerta durante al menos diez minutos observando el camino que había hecho él con su moto al alejarse de mi casa mientras me sonreía con una cara de satisfacción que me hacía querer matarlo, y pegarme a mí misma por idiota. Era la clase de sonrisa que pone un chico cuando se siente excesivamente bien consigo mismo dado a un logro que en este caso era yo. O mi beso, más bien. Más tarde descubriría que en realidad no era más que una sonrisa de pillado que se instalaría en la boca de ambos de manera permanente. Pero desgraciadamente para mí, tenía la tendencia de pensar lo peor de todo el mundo, lo que solo me causaba dolor a mí, en realidad.

El dolor de mi pecho no hizo más que acrecentarse cuando descubrí a mi madre esperándome cual psicópata asesina en la silla de la entrada de mi casa, con una mirada de enfado tan intensa que las rodillas me flojearon.

Levanté los muros mentales que impedían que personas externas me causasen ningún daño, al menos en teoría, y mi cara se volvió impasible. Por desgracia, el enfado de mi madre no hizo más que crecer de manera desmesurada al detectar mi barrera de protección. Sabía ella, tan bien como yo, que aquella discusión no iba a llevar a ninguna parte. Ella se enfadaba conmigo, yo me mantenía impasible escuchando todas las cosas horribles que ella había estado ensayando para decirme y yo pasaba las tres siguientes noches llorando en silencio para luego fingir que nada me afectaba.

Y esa vez, como ya sospecharéis, no fue diferente en ningún aspecto.

Cuando aquella noche estuve en mi cama mirando al techo, ya vacía, una vez lloradas todas las palabras, no solo pensé en ella. Pensé en todas las cosas que me hacían daño en ese momento. Pensé en Marcos, que me había hecho desconfiar de todos los hombres del mundo. Pensé en que le odiaba, que a pesar de todo lo mal que me había hecho sentir y todo lo que me hice a mi misma para intentar ser suficiente para él, le seguía echando de menos. Pensé en la mentira que repetía cada día sobre mis sentimientos respecto a él y respecto a mi opinión sobre las relaciones serias. Y en como me mentía a mí misma sobre demasiadas cosas. Pensé en aquel ritual en esa esquina de mi cuarto, y en lo que había justo enfrente de esa pared. Pensé en mis uñas y en que debería volver a pintármelas. Pensé en los labios de David, en su textura y en el modo en el que habían encajado con los míos. Pensé en las discusiones. Y en Thom. Y en las locas de mis amigas, de las cuales siempre me tocaba cuidar. Pensé en Allyson y en como seguía sufriendo por un chico que en realidad sentía lo mismo por ella, por culpa de la cabezonería de ambos. Y sin saber realmente en qué momento mi mente no podía soportar el pensar más, me dormí.

DAVID:

Me sentía indeciblemente raro. No sabía qué era lo que había pasado y le di muchas vueltas a aquel beso. Lo cierto era que sentía demasiado, y que odiaba eso. Me enrollaba con diferentes chicas a menudo porque hacer aquello lograba que no sintiese nada por un rato, y a veces era mejor no sentir nada que sentir cualquier cosa.

Pero con ella había sentido algo. Algo bueno, una paz que jamás había sentido, Una paz que me fue arrebatada siendo demasiado pequeña. No conseguía explicarme por qué aquella niñata pelirroja me había calado tan hondo. Se me había metido en la piel en demasiado poco tiempo y decidí, en aquel mismo instante, que necesitaba volver a sentirme así y que conseguiría que ella necesitate mi aliento en su boca tanto como yo necesitaba ahora mismo el suyo.

Pero seguro que ella no había sentido nada por el estilo. Seguro que ella solo había sentido el roce de dos cuerpos, como había hecho ella hasta ahora. Haily me había dicho que había pasado por una mala ruptura y que no quería nada serio. No es como si yo hubiese d¡tenido nada serio antes, y desde luego que no me había vuelto tan loco de repente como para quererlo ahora, pero sabía que algo quería con ella. Algo que hasta entonces jamás había estado ni en el horizonte.

Desde entonces, fingiendo que ella me importaba poco más que como un modo para sentirme bien, hice todo lo que estaba en mi mano para estar con ella. TODO. Hasta el final.

Cuando llegué a lo que llamaba casa de nuevo, me encontré a Molly desnuda en mi habitación, esperándome. Y aunque la idea de no sentir nada por un largo rato me seguía resultando perturbadoramente atractiva, pensé que eso obstaculizaría mi nuevo objetivo: conseguir a Abry, de un modo u otro, de manera más o menos permanente.

-Tienes que irte, Molly. Vístete y marchate. No quiero nada de ti.

-Eres un cabrón. Sabes que me deseas tanto como yo a ti.

Durante unos segundos permití que su desnudez me distrajese y que se acercase a mi oreja para tocar ese punto en mi lóbulo que sabía que hacía que no hubiese marcha atrás con ella. Pero esa vez no iba a dejar que aquel gesto me disolviese. Le agarré la cara despacio y la miré a los ojos mientras le dije:

-Márchate. Toca otra puerta si lo que quieres es sexo, porque aquí no vas a conseguirlo.

Vi como su cara se convertía en una mueca de dolor que rápidamente fue tapada con una de odio absoluto fingido.

Me levanté de la cama, cogí su ropa tirada por el suelo y la tiré fuera de mi habitación. Me quedé un minuto aguantando la puerta hasta que ella reaccionó e, incapaz de fingir, se marchaba de allí haciendo el paseo de la vergüenza con la cara ,anchada de lágrimas.

Fue entonces, cuando noté que jamás iba a volver a pasar algo así entre nosotros cuando me di cuenta de que en cierto modo, ni siquiera me importaba. Tenía otras cosas y personas mejores que ella en las que pensar. Y la verdad, es que no volví a dedicarle más de dos segundo en mi mente.

Nunca volver a sentir se había sentido tan bien.

ABRY:

Aquella noche soñé con un coche. Había cuatro personas allí. Chocaba. Mi mente me susurraba nombres, pero algunos ni siquiera me parecían familiares. Luego vi un hospital y fui capaz de oler la incertidumbre de las personas sin rostro que me rodeaban. Todo se tornó oscuro y cuando volví a sentir, estaba de nuevo al lado de mi casa, medio apoyada en la moto de David, pero él no me estaba besando. Estaba llorando y decía:

-Tú me has hecho esto.

UNA DE ELLOS en ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora