CAPÍTULO 36: Desaparición:

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MARCOS:

Estuve con ella, la deje en casa. Ayer no apareció por clase. Me mandó un mensaje para decirme que no fuera a buscarla a casa, que estaba enferma. No me preocupé. Después de clase, me acerqué a su casa, para ver como se encontraba. Toqué la puerta y su madre me abrió.

-No está aquí. Pensé que estaba contigo.-me contestó ella.

-Si vuelve a casa, avíseme.-le pedí.

No lo hizo. Hoy tampoco ha venido a clase. No ha vuelto a mandarme mensajes, ni siquiera se los ha mandado a su madre. Hoy he vuelto a su casa. Sigue sin dar señales de vida. Estoy muy preocupado. No es propio de ella que haga esto. Su madre y yo hemos ido a su habitación. No hay casi nada. Faltan collares, ropa, pulseras, su móvil, su cartera, sus ahorros y una maleta. Se ha dejado las llaves de casa encima de su escritorio. No la han obligado a irse. Nadie la tiene. Es ella. Se ha querido ir. Nos ha querido abandonar.

-¿No tiene idea de lo que ha podido hacer que se marche?-le pregunto a Carol, cuando los dos hemos caído rendidos a los pies del escritorio de Abry, donde ella dejó sus llaves, sin intención de volver a casa.

-No. Hace dos días, estaba perfectamente. No le había pasado nada. Estaba perfecta. Debí vigilarla, ¿y si ha recaído?-llora ella, en el hombro de su marido.

De repente, Ben se levanta y se marcha de la habitación sin mediar palabra. Simplemente se levanta con lágrimas en los ojos y sale del cuarto de su hija.

Me levanto y le sigo por el pasillo. Cuando le pongo la mano en su hombro, se gira. De un momento a otro ha acabado con miles de lágrimas en sus ojos. Se tapa la boca con su mano y tienes los ojos cerrados con fuerza, mientras se muerde el labio, para no sollozar.

-Ella volverá...-susurro, pero se me quiebra la voz. Yo tampoco aguantaré mucho más sin echarme a llorar.

-No lo hará. Es mi culpa que se haya ido...

Comienzo a respirar con dificultad.

-¿Qué está diciendo?-digo más secamente de lo que deseaba. Relájate, Gray, es su padre. Sé amable.

-Yo... la noche antes de que desapareciera. Ella estaba sola en casa...-un sollozo le corta a mitad de frase.

-Acaba la frase.-gruño.

-Ella estaba sola, y yo llegué antes de lo debido de trabajar. No la encontraba por ninguna parte...

-¿Qué le hiciste?-susurro.

-La descubrí. Vi que la puerta del baño estaba cerrada. La escuché. Sus arcadas. Estaba vomitando. Otra vez. Ha recaído, Marcos...

-Mierda. ¡Mierda! ¿Ella sabe que lo sabes, verdad? ¡Por eso se ha ido!-le grito. He perdido los nervios.

-Sí... salió del baño. Me vio en la puerta e intento poner una excusa. Yo...yo le dije que no entendía porque hacía algo así. Ella estaba bien. Te tenía a ti. Nos tenía a nosotros. Tenía a sus amigas Tenía todo lo que necesitaba... No lo entendía. Le dije que mañana la llevaría al hospital. Empezó a gritar. Solo negaba con la cabeza. Me prometió que no volvería a hacerlo. Pero... no la creí. Se puso a llorar y me dijo que no permitiría que nadie la encerrara entre cuatro paredes blancas. Que no podría soportarlo. Se encerró en la habitación. Fue la última vez que la vi.

Empiezo a andar a la puerta, dejando a Ben atrás, cargando con la culpa de haber hecho que su hija los abandonara. Que su hija me abandonara.

Necesito salir de esta casa. Cojo mi móvil e intento llamarla.

Hola, has llamado a Abry Brown... ya sabes qué hacer después del...-un pitido sale de mi teléfono.

Joder Abry. Decido llamar a todos mis amigos, a sus novias... a todo el maldito mundo.

UNA DE ELLOS en ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora