CAPÍTULO 12: Elección

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DAVID:

Mi cabeza no dejaba de dar vueltas, de ponerme dos imágenes en repetición sin cesar: el beso de Thomas con Abry que tuve la desgracia de presenciar y el que le robé en el instituto. Y soñaba con como podría haber sido el segundo beso que acababa de interrumpir. Necesitaba situarme en lo que a ella se refería. Por un lado, Molly ya hacía mucho que no me interesaba, y ella tenía algo que me llamaba, como si el mundo quisiese que me acercase. Pero no podía acercarme si ya había uno en su cama. Y tampoco estaba seguro de lo que acercarme iba a significar e implicar.

Por un lado me moría por tenerla cerca y sabía que necesitaba apretar los puños cuando pensaba en ella besando a otro tío, sobretodo si de Thomas se trataba, aunque eso no tenía nada que ver con ella, en realidad. En cambio, no estaba seguro de lo que quería con ella aunque el hecho de querer algo más de un polvo con una chica ya era algo fuera de serie.

Así que aun sin saber qué quería de ella, sabía que quería que fuese mía, de todas las formas posibles. Pasar tiempo con ella no sonaba a tortura precisamente, y me gustaba su sonrisa.

Todo eso era nuevo para mí. Una cosa era estar con chicas, una cosa era follármelas, pero algo muy diferente era querer algo más, una chica por la que quedarme por la mañana, a la que querría consolar si fuese necesario.

Antes de ella, pensaba que sabía lo que era querer a una persona, pero Abry me enseñó cuan equivocado puede uno llegar a estar.

Por supuesto, en aquel momento, yo no era consciente de que estaba ganando, de todo lo que ella estaba perdiendo, al tomar la decisión.

Se estaba mordiendo el labio, tal y como solía hacer cuando estaba nerviosa y necesitaba ganar tiempo. Sus ojos negros me esquivaban y sus pies no conseguían pararse quietos.

Cuando la tensión fue demasiada para mí, le cogí la cara con las manos, y pese a su forcejeo, la obligué a mirame a los ojos. Verdes contra negros.

Ella claudicó antes.

Cuando su mirada se posó en mí, fue como si un escalofrío me recorriese la parte izquierda del pecho.

-Explícamelo.

Volvió a morderse el labio y a bajar la mirada.

-Yo...Thomas y yo, hay algo pero no hay nada. Nos hemos besado literalmente dos veces y no somos nada, técnicamente. La primera vez fue la que viste...y lo hizo porque te vio por encima de mi hombro.

Traté de respirar y dejar de ver rojo, de centrarme en sus gestos y en respirar. Traté de eliminar a ese tío de mi cabeza y de olvidarme de aquel nombre que aún me atormentaba: Kate.

ABRY:

Se quedó en silencio mientras bajaba la mirada a la palma de sus manos, mientras su respiración volvía a ser normal, mientras su mirada dejaba de arder. Le miré con algo de miedo, como si temiese lo que podría pasar, porque de todo iba a depender su reacción. A su elección. A la mía.

Era muy consciente de la situación en la que me hallaba.

Sin embargo, mi cabeza parecía incapaz de tomar una decisión, de centrarse en una persona, de elegir de qué lado de la historia iba a estar.

Thomas no dejaba de ser un trato que me había fallado, algo que no había cumplido. Deseé con toda mi alma el nunca haberle besado, en realidad. Sabía que sus labios fueron el fruto de mi desesperanza y que por su culpa había surgido mi confusión.

Pero algo en mí, algo que era incapaz de dejar a David marchar, me gritaba que la elección estaba hecha. Que la forma en la que la piel se me erizaba con su cercanía no era algo que la gente soliese sentir, que saber describir exactamente las motas verdes de sus ojos era algo que alguien a quien le fuese indiferente no sería capaz de describir.

Fui consciente de que había sido él quien había empezado esta historia, la historia que era mi vida que no tenía como objetivo ser contada hasta que él apareció como personaje recurrente.

Así que le agarré de las manos, mientras él seguía mirándoselas.

Él levantó la mirada a mis ojos, y sus pupilas besaron las mías. Le agarré su cara con mis manos, y pude presenciar como su mirada iba centrándose en este mundo, volvía poco a poco de donde quiera que estuviese, y centrándose en mi mirada, su respiración fue relajándose mientras sus manos temblaban más y más.

-Lo siento.

Me miró como si fuese un niño perdido, alguien a quien quería proteger.

No pude soportar más la terrible tensión que se había formado en el ambiente así que di un paso adelante y junté nuestros labios con unas ansias que desconocía que tenía. Mis labios le recordaron que podía tranquilizarse, que a quién deseaba era a él.

Sus manos encontraron mi cintura mientras nuestros cuerpos chocaban en un intento de unirse lo máximo posible. Nuestras respiraciones aceleradas eran el sonido de acompañamiento de una escena de película. Como si dos amantes se encontraran en la noche, con deseo, dolor, y el destello de un sentimiento.

Desde ese instante, sin saberlo, comencé a pertenecerle.

Al separarnos de aquel delicioso contacto, nuestros ojos volvieron a besarse, mientras nuestros cuerpos descansaban en el del otro. Abrí los labios en un vago intento de decirle, qué era lo que deseaba, que no quería ser solo unos besos robados en momentos íntimos, que quería ser todo, quería que fuese mío, al igual que yo era suya.

Pero me miró, y en su mirada vi que no había posibilidad de que eso cambiase.

Finalmente, respiró hondo y me susurró en lo que fue casi un suspiro:

-Sé mía.

-Ya lo soy.

UNA DE ELLOS en ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora