14. Aquella segunda noche sin ti.

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Te di demasiadas oportunidades y las desperdiciaste todas.

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Los recuerdos aparecen por sí solos, pesan en mi corazón, hundidos como un ancla en la oscuridad del mar. Me cuestiono a diario si alguna vez el daño que causé te tocó, si el dolor llegó a tu corazón, o si, en realidad, fui yo quien pagó por los dos. El día pasó tan lento que lo sentí como una tortura, no dejaba de observar mi teléfono con amargura, esperando que algo en tu muro de insensibilidad se removiera, que quisieras solucionar lo que habías causado. Pero nada... Solo silencio.

Comencé a creer que no había dado lo suficiente, y, inevitablemente, recordaba todo lo que habíamos vivido juntos. Era como una condena con sentencia de muerte, y yo... estaba siendo mi propio verdugo.

Miré la oscuridad de la noche una vez más, sabiendo que no tardaba en amanecer. El insomnio me había estado consumiendo, y las lágrimas se negaban a desaparecer. Me pasaba el tiempo pensando en ti. ¿Cómo podía sacarte de mi corazón? ¿Lo lograría alguna vez?

En esos breves momentos de lucidez, cuando dejaba de llorar y miraba un punto fijo con las mejillas húmedas y los ojos hinchados, solía recordar nuestro primer encuentro. A pesar del dolor y la rabia que sentía por dentro, quería creer que, al menos al principio, todo había sido real.

Era principios de verano, el sol brillaba alto en el cielo y una ola de calor se aproximaba. En ese momento llegó la persona que destruiría mi estabilidad emocional. Y fue ahí, en ese primer instante en el que lo vi, cuando él cavó los primeros metros de lo que sería la tumba de mi corazón.

Indagué y llegué a la conclusión de que toda emoción adolescente normalmente nace de un impulso visual. Ante nuestros rostros, la imagen de la persona que deseamos, o solo nos atrae, debe ser visualmente agradable. En mi caso, aunque esto claramente no debía ser lo primero, me fijé en ello. Caí ante su belleza y el enigma que se escondía tras sus ojos. Ignoré las advertencias y me sumergí en las emociones que su carisma me provocaba. Fui débil, ciega, porque él siempre se mostró tal como era, y yo simplemente lo ignoré. Me había arraigado tanto a esas emociones, a lo que me hacía sentir, que no lo vi.

Me costó entender que fue un capricho adolescente, una emoción que quería que durara pero que estaba destinada a ser pasajera. Él no tenía el interés de quedarse. Hora tras hora medité si realmente yo era tan reemplazable, si mis errores me hacían indigna de ser amada, y me hundí en la tristeza durante otro día más. ¿Acaso lograría avanzar?

Heartbreaks and mistakes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora