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—Saliste temprano —comenta Ivar entrando a la habitación

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—Saliste temprano —comenta Ivar entrando a la habitación. Al verla limpia se impacta y se siente ofendido—. Cariño, no me dejaste deshacer tu peinado.

Ella se sonroja y siente apenada, camina hasta él, ayudándolo a llegar a la cama para sentarlo ahí.

—Estaba demasiado sucia, no quería interrumpir su celebración —él sonríe. Ella nota algo distinto en esa sonrisa—. ¿Qué ocurre cariño?

—Mis hermanos —se sincera él, sabe que sólo con Frida puede hacerlo—. Quiero ser el líder de El Gran Ejército, pero Ubbe me está estorbando, él quiere negociar la paz con los sajones. Yo digo que podemos conquistar toda Inglaterra. Lo siento, yo no debería hablarte de esto, me lo pediste.

—Está bien —dice ella sonriente—. Puedo soportarlo.

Él le da una risita alegre.

—Yo sólo no sé qué hacer.

—Eres un increíble estratega, no lo uses para dañar —habla ella mientras comienza a quitar esa incómoda armadura.

—Soy un vikingo, obviamente quiero más de lo que ya tengo —él realmente piensa lo que dice.

Frida deja de ayudarlo, para verlo a los ojos, y preguntar seria:

—¿Piensas lo mismo con las mujeres? ¿Quieres más de lo que ya tienes conmigo? ¿También eres vikingo para eso?

Ivar suelta una risita, se acerca para besarla, sólo tienen un ligero contacto de labios, Frida se separa rápido de él.

—Claro que no Frida. Te adoro a ti, te amo. No sacrificaría por nada lo que tengo contigo —Frida sonríe triste, vuelve a quitar ese armamento, hasta que llega a su torso, él se queja mucho por eso. Cuando cayó de su carruaje lo hizo golpeando su espalda.

—¿Qué es lo que ganas siendo líder del Gran Ejército? —Frida aún no se atreve a decir lo que vio y que aún la daña.

—Un gran nombre, reconocimiento, honor, poder.

—¿Lo sacrificarías aún por encima de tus hermanos, de Ubbe que siempre ha sido la voz de la razón y te ha ayudado a controlar tu furia?

—Ellos sienten lástima por mí. Mi padre dijo que esta ira es mi mejor arma, ¿Por qué querría que me la arrebataran? 

—Nadie te la va a quitar —ella desnuda ese torso, notando lo morado que se pondrá —. Se trata de controlarlo Ivar, saber en qué momento es bueno usarlo, y cuando no. No puedes tener ira todo el tiempo, sería jodida la vida.

—Odio que me hagas entrar en razón, la razón no gana guerras.

Frida sube a la cama, arrodillándose detrás de esa espalda, con sus manos frías comienza a masajearlo, Ivar relaja sus músculos.

—Pero usas la razón para formar tus estrategias. La razón gobierna todo, importa la fuerza, pero cuando es usada con inteligencia puedes gobernar países enteros, tus padres lo sabían —ella comienza a besar ese cuello—. Tú madre, sin ser una guerrera, mantuvo a Kattegat próspero y fuerte, lo hizo florecer sin necesidad de guerra, sólo por medio de la inteligencia, y tú padre construyó lo que tenía por su fuerza e inteligencia. No subestimes a la razón, no cometas el mismo error que todos cometieron contigo: subestimar.

—Te adoro Frida —ella sonríe.

—Vamos, recuéstate. Masajearé esa espalda adolorida y desobediente.

Ivar suelta una risita, y obedece. Apenas él está cómodo, recostado boca abajo, ella sube y con esas manos que comienzan a calentarse acaricia toda esa espalda, relajándola y calmando su dolor, mientras él gime por placer, por la temperatura y el dolor que provoca en algunas zonas, mientras su erección está entre la cama y su abdomen, siendo apretada.

Apenas ella termina, Ivar gira en la cama, se sienta y comienza a besar a Frida de una forma desesperada y hambrienta. Ella sabe lo que él quiere, sólo continúa con esos movimientos, mientras las manos desesperadas del chico quitan ese vestido para dormir.

Apenas están desnudos, Frida introduce esa erección dentro de ella. La chica se desliza con fuerza. Ese acto es más lujurioso que el anterior, se torna más salvaje y violento cuando Ivar la sujeta fuerte, dejando las marcas de sus manos en esa piel, igual que Frida deja marcado el camino de sus uñas sobre esos músculos. Sus gemidos se transforman en gritos de placer. Ivar sujeta su cabello, y rodea con su mano el cuello de la chica, presionándolo con fuerza. Ambos están excitados, y todo termina cuando ambos llegan a su clímax. Es cuando ella deja de saltar sobre ese miembro y lo saca de ella, sólo para mantenerse sobre él.

—Este día no podría ser más perfecto —dice él dejando un tierno besito en el hombro desnudo de esa chica, ella suelta una risita, encontrándose con ese rostro sonrojado y sudoroso.

Se acerca para besarlo de una forma tierna y lenta, muy distinta a como estuvieron besándose y casi mordiéndose minutos antes. Entonces se vuelven a abrazar, permaneciendo desnudos y dándose calor.

 Entonces se vuelven a abrazar, permaneciendo desnudos y dándose calor

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Frida [Ivar The Boneless/Alex Høgh Andersen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora