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—Por supuesto Frida —esta respuesta la desconcierta, no la esperaba, por eso no sabe cómo reaccionar ante lo convincente que suena Ivar—. Lo haré enseguida.

Él no miente y no mentía cuando decía que nada vale lo mismo que Frida, por eso no tiene reparo en renunciar a lo mucho que ha construido en poco tiempo. Frida es su destino, y hará lo que sea para que ella no se vaya. Él sale de ahí, justo para convocar a una reunión y anunciar su renuncia. Apenas anuncia eso a su guardaespaldas, el hombre lo cuestiona.

—¿Qué pretende?

—Nada, sólo quiero irme de aquí y casarme. Estoy cansado de Inglaterra.

—Le pido que lo considere una vez más. Sus hermanos también se irán. ¿Quién se quedará a cargo? Ha logrado una gran victoria, no habría sido posible sin sus ideas. No somos nada sin usted.

—No me interesa, tengo nuevos planes ahora.

—No creo que esté pensando muy claro...

—Ivar —lo llama Frida, y en un movimiento de cabeza le pide que cierre la puerta.

—Espera —dice el chico, el hombre sigue aterrado por lo que acaba de escuchar, sólo asiente. El hijo menor de Ragnar cierra la puerta, y camina hasta estar frente a ella.

—¿Por qué dejaste que te besara? —pregunta ella llorando.

—¿Qué?

—¿Por qué permitiste que se acercara a ti desnuda? ¿Por qué la besabas como a mí? —Ivar teme responder mal, pero prefiere ser sincero.

—Porque quería sentir poder, quería saber si sólo contigo puedo tener erecciones, quería probar mi amor. A ella no la amo Frida, nunca lo haré. Le di su libertad porque estaba dispuesta a hacer lo que sea por mí. No la quiero cerca como mi esclava. La segunda vez que nos besamos ella apareció en la habitación, quise dejarme llevar por la emoción de ser cómo un verdadero vikingo, pero creo que no puedo acostarme con cualquiera. No sentí nada, y no quiero hacer algo si no lo siento. Oye, estos últimos días contigo han sido increíbles, los mejores de mi vida por ti, y eso te convierte en mi más preciado tesoro. Por eso vámonos a Kattegat. Ahora sé que el poder no es lo que se siente bien, lo que se siente bien es que estoy contigo, y a dónde sea que vaya estaré bien, si estás conmigo. Pero si igual quieres dejarme lo entiendo, he sido un imbécil, no te merezco. Me harás muy triste, pero eres libre, y yo sólo quiero verte feliz.

Ambos lloran ahora. Frida limpia sus lágrimas y se mueve para abrazar a Ivar.

—Siempre voy a agradecer todo lo que hiciste por mí, pero te lo he dicho muchas veces, cuando me lastiman deben pagarlo, y lo pagarán lo doble —Ivar se separa de ella, la ve a los ojos, esperando lo peor, a pesar de que ambos son un río de lágrimas.

Mientras el bote está listo, con todo lo necesario para irse, las personas que se van ya están arriba.

—Ivar la ha encerrado, no me voy a ir hasta asegurarme de que sigue con vida o no está capturada —habla Ubbe.

—Tampoco confío que ella se quede con Ivar —comenta Hvitserk.

Ubbe está a punto de salir del bote cuando Frida y Ivar aparecen. La chica va directa a ellos dos, quienes han salido del bote pisando el muelle. Se acerca y apenas puede, se lanza para besar a Ubbe en los labios. Eso es sorpresa para todos, incluso para el mayor de los hermanos que no duda en continuar ese beso. Después de unos segundos se separan, pero la sonrisa del chico se deshace cuando Frida se mueve para hacer lo mismo con Hvitserk. Ahí Ubbe ve a Ivar, sintiéndose tan incómodo como él, mientras su otro hermano también mueve sus labios para besarla. Apenas se separan, ella habla.

—Tengan un buen viaje —Ubbe creía que Frida vendría con ellos, es una sorpresa enorme escuchar esas palabras acompañadas de una sonrisa.

—¿Por qué te quedas? —él la había visto tan convencida. ¿Qué cambió?

—Mi lugar siempre estará al lado de Ivar, Ubbe. Estaré bien, todos necesitamos seguir con nuestras vidas. Tú debes ir a casa con tu esposa, y Hvitserk debe seguir buscando su destino. Los dioses quieren que me quede.

Ubbe asiente, entiende que ella se quede, aunque no esté de acuerdo, y aunque esté pensando en llevársela a la fuerza con él.

—Eres una mujer libre Frida. Sólo cuídate —esas palabras le recuerdan la mala idea de llevarla a Kattegat a la fuerza.

—Gracias Hvitserk, eso haré. Cuidaré de mí y de Ivar. 

—No tienes la responsabilidad de cuidar de Ivar —protesta Ubbe enojado, pero no con Frida, sino con su hermano menor.

—Lo sé, esto lo hago siendo consciente Ubbe. Gracias por todo. En verdad los extrañaré, pero sé que no será la última vez ¿Lo recuerdas? Los dioses nos han destinado a otras cosas, pero no es el tiempo. Debemos ser pacientes.

Ubbe le sonríe y sólo se acerca para abrazarla.

—Donde sea que estés, que los dioses te protejan.

—Igual a ti, hijo de Ragnar.

Hvitserk se acerca para hablar bajito con ella, nadie puede oír, excepto Ubbe.

—¿Qué fue el beso?

—Una pequeña venganza y agradecimiento por mentir.

—No quiero tu beso. ¿Te lo puedo devolver? —Frida y Ubbe ríen fuerte.

—Tengan buen viaje y que los dioses guíen su camino, hijos de Ragnar. Nos volveremos a encontrar.

No son bien despedidos, sólo Frida les muestra su cariño y agradecimiento. Por eso todos se mantienen en silencio viendo como el barco casi avanza.

—Nadie está contigo Ubbe, todos están conmigo —grita Ivar, haciendo que Frida lo golpeé ligeramente con su hombro por decir esas palabras tan groseras. Pero enseguida es respaldado por el ejército que contesta con gritos de aprobación.

—¿Tienes el mismo mal presentimiento de que Frida la pasará mal? —dice Ubbe a Hvitserk.

—Lo tengo, Ivar no está bien, pero no podemos obligarla a huir. Y tú no puedes quedarte, tú no.

—Yo no —responde Ubbe viéndolo a los ojos— pero tú sí. No quiero que te quedes, pero tú si lo quieres, y si lo haces lo entenderé.

Hvitserk lo piensa, y no pasa mucho tiempo cuando él salta del barco. Ubbe se muestra sorprendido, pero no lo está, y tiene un sentimiento de agradecimiento con su hermano, por quedarse a cuidar de Frida. Él sabe que ha sido lo mejor, a pesar de que eso infle el ego de su hermano menor. 


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Frida [Ivar The Boneless/Alex Høgh Andersen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora