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—Comenzarás a tener guardaespaldas —dice Ivar, captando la atención de Frida y Hvitserk

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—Comenzarás a tener guardaespaldas —dice Ivar, captando la atención de Frida y Hvitserk.

—¿Qué? No —contesta ella enseguida.

—No lo pregunté —dice Ivar molesto y cortante.

Frida está impactada. Ni siquiera sabe si Ivar alguna otra vez le ha hablado de esa forma, ella no lo recuerda.

—Me niego —reitera ella.

Ivar está en esa mesa, rodeado de hombres. Recuerda las palabras de Freydis: todos dudan sobre su hombría.

—Está decidido.

—No lo acepto. ¿Qué se supone que harán? ¿Seguirme a todos lados? No seré libre, Ivar —ambos comienzan a discutir ahí, en esa mesa. Ivar ama a Frida, pero no piensa dejarse humillar por ella.

—Exactamente eso harán. Ese hombre pudo matarte. La gente no te defendió, y tú tampoco ibas protegida. Pudieron matarte, podría hacerlo hasta un niño.

—Puedo cuidarme sola.

—Al parecer no —esa forma tan molesta de hablarle a Frida es sorpresa para todos, incluso para ella misma—. Tal vez no estás recordando que eres reina, y tienes un gran peso sobre ti.

—Me enfadaré contigo —ambos están molestos.

—¿Podrían retirarse? —cuestiona Ivar, sin dejar de observar a la chica—. Lleven su comida, si gustan.

Todos se levantan, comenzando a limpiar su plato, despedirse y salir.

—Si le haces algo —advierte Hvitserk cuando ya todos han salido—. Te las verás con todo Kattegat.

—La conozco más que todo Kattegat, y por eso la amo más de lo que ellos podrían —Hvitserk sólo sale de ahí. Apenas los dos están solos, Frida se levanta.

—Si lo haces, me iré.

—¿De qué hablas? —Ivar suelta una risita, él sabe que ambos se pertenecen, Frida jamás lo dejaría. 

—Te lo dije Ivar. Cualquier cosa que me límite lo veo como una estrategia para controlarme. Te dije que es una de las cosas que no quiero en mi vida.

—No tendrás una larga vida si piensas así —dice un poco burlón, sigue estando molesto.

—Prefiero morir, antes que renunciar a mi libertad.

—Sólo te cuidarán. ¿Qué parte no comprendes? —los dos están furiosos, entonces Frida finalmente grita.

—¡No es lo simbólico, es lo que significa para mí! Caminaré por ahí y eso representará que soy una mujer tan importante que necesito que alguien dé su vida por mí. ¿Tú por qué no puedes aceptar un no?

—Porque te amo. No quiero que te dañen o te aparten de mí.

—¿Es eso, o es miedo a lo que se puede decir?

—Es eso —Ivar está verdaderamente irritado, sintiendo ira por primera vez, al observar esos ojos.

—No te creo —ambos han perdido la calma. Ahora se hablan con furia y levantando el tono de su voz.

—¡No me interesa, no aceptaré ese no!

—¿Por qué estás siendo tan idiota conmigo?

—¡Porque la gente dice que no tengo hombría! Se dice que me dejo gobernar por ti, que tú eres un hombre. Frida, jamás tendremos un hijo, tengo que comenzar a formar un carácter, debo ser fuerte.

—¿Eso significa oprimirme? —Ivar se levanta furioso.

—Sólo te estoy protegiendo. Tú harías lo mismo. En este caso está en juego mi credibilidad, mi hombría. ¿Es tan difícil aceptar que un par de hombres te protejan?

—No sabes lo que siento, y tú hombría no está por arriba de mi libertad, porque yo sé la verdad, yo sé quién eres... —Ivar se cansa de ello, golpea la mesa, furioso, haciendo saltar a Frida.

—¡Basta! Esto no es sobre nuestra relación, es sobre poder. Y no me interesa lo que sientas respecto a eso, yo también me he sacrificado. No hay forma de que puedas contradecirme.

Frida siente algo extraño. Jamás lo había visto así de molesto contra ella. Él está justo frente a la chica, están demasiado cerca, la respiración de Ivar es agitada. Frida se acerca para tomarlo por el cuello y comenzar a besarlo con desesperación. Ivar responde a ese llamado hambriento.

Frida hace a un lado todos esos platos y copas, algunos caen, pero no les interesa. La chica sube a la mesa, hace un espacio para que Ivar se mantenga de pie entre esas piernas, mientras ese beso húmedo no puede terminar. Comienzan a desnudarse sin pensarlo mucho. Desesperados intentan arrancar su ropa, mientras su respiración es fuerte y rápida. Intentan palparse con ímpetu, desean entregarse de una forma violenta.

Frida tiene los senos descubiertos, Ivar esa erección al aire libre. Entonces él retrocede, sujeta el brazo se Frida. Ambos se observan, esa forma indica que están sedientos, se desean con lujuria.

Apenas ella se pone de pie, el chico hace que ella giré y la inclina para recargarla contra la mesa. Frida tiene su cara contra ese mueble de madera. Él levanta ese vestido y baja esa ropa interior, frente a él está esa chica. Ella separa sus piernas, al hacerlo Ivar se acerca. Sus piernas no pueden hacer el trabajo de penetrarla, y como si ella lo supiera se encarga de eso.

La chica se penetra. Ivar y ella gimen. Entonces la chica comienza a moverse, mientras él está ahí quieto, esclavo de los movimientos de su esposa. Ella se deja llevar, y comienza a gemir igual que él. Esa posición es cómoda, nunca antes lo habían hecho de esa forma. Él reúne todo el cabello de Frida para sujetarlo y halarlo un poco, esto hace que ella gima más, y se penetre con mayor rapidez. Ivar no puede evitar sujetarse o empujar a Frida un poco, hasta que finalmente él llega al orgasmo. No pasa mucho para que la fuerza con que él la somete haga que Frida se corra también. Y ese Gran Salón se vuelve testigo de esa pasión con la que se adoran. Apenas terminan, Ivar se separa para que Frida se gire y levante, y así pueda besarla tiernamente, y de una forma cuidadosa y tranquila.  

—Te quiero —susurra ella—. Sólo haz lo que quieras conmigo Ivar, lo acepto.

Él le sonríe y la abraza.

—Sabía que entenderías, gracias.


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Frida [Ivar The Boneless/Alex Høgh Andersen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora