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—Amaba a mi madre —dice Ivar— tanto como tú, pero seguía siendo mortal. Se equivocó con la predicción de mi muerte, pudo haberse equivocado también con eso Frida. Yo me siento realmente bien cuando estás conmigo, me has dado buena fortuna, se equivocó.

—Puede ser Ivar. Pero, aunque su visión fuera cierta no me importaría —ella se reincorpora para verlo a los ojos, de nuevo—. Te volvería a elegir a ti. No me importa sufrir si al final tú estarás ahí, y no me importaría desatar un caos, o desafiar a los dioses, porque este amor es más grande que cualquier castigo.

—Te adoro Frida, y siempre lo haré. No puedo esperar para casarme contigo —ambos se sonríen y besan.

Al día siguiente Ivar es el primero en despertar. Esa imagen de Frida parece sacada de un paraíso. Ella desnuda, la sábana le cubre las áreas íntimas, su blanca piel está perfecta, su respiración es tranquila y en sus mejillas hay un poco de color rojo. Él se queda embobado, no quiere salir de la cama. Quisiera lanzarse a besarla de nuevo, y hacerla suya, pero una criatura así, que luce tan inocente y pura, no debe ser tocada, ni corrupta por los mortales. Si Ivar pudiera ver a Freyja alguna vez en su vida, sabe que tendría el aspecto de Frida.

Entonces escucha ruidos fuera, en el Gran Salón, es cuando decide levantarse y comenzar a ponerse las cosas de sus piernas que lo sostienen. Apenas se pone de pie y se ha vestido, se prepara para salir, pero antes de avanzar vuelve a contemplarla. Todos sus sentidos están centrados en ella, no recuerda cuando fue la última vez que sintió eso por Frida, ya que ni siquiera las peleas logran causar tanto en él. Está como hipnotizado, tanto que se asusta cuando Hvitserk toca la puerta. Él se mueve irritado para ir a abrirla.

—¿Qué? —cuestiona molesto.

—Se aproximan barcos francos. Parecen venir pacíficamente.

Ivar sale enseguida, rápido y directo al muelle. Hvitserk pretende seguirlo, pero logra ver entre la puerta a Frida descansando. Sin que Ivar lo note, por estar absorto en sus pensamientos, Hvitserk entra a la habitación, y se acerca a la cama.

Tiene el mismo sentimiento que Ivar ha tenido. Frida, la mujer que le ha robado horas de sueño, que no para de pensar por más que lo desea, que es la razón de su más intensa felicidad y su más profunda amargura, está ahí desnuda, descansando. Ni siquiera le interesa saber lo que pasó para que ella durmiera desnuda, sólo quiere contemplarla, y el duelo de sensaciones aparece en él. Se siente desdichado, ninguna de las acciones que él pueda hacer serían dignas de ella. Ningunas manos humanas merecen tocarla. Y se siente glorioso al encontrarla de esa forma, y poder contemplarla en ese estado tan íntimo, cómodo y puro. Él se convence de que Frida es una mujer creada por los dioses.

Entonces ella comienza a moverse, y él despierta de ese estado contemplativo, para sentirse mal y salir de esa habitación, para alcanzar a su hermano, quién está en el muelle viendo a Rollo llegar a Kattegat.

Después de prepararse, Frida decide salir cuando escucha voces conocidas en el Gran Salón, no es sorpresa para ella, ese lugar siempre tiene gente, no debería ser la excepción con el cambio de reinado. Sale de esa habitación, cada vez esa conversación se va volviendo más clara, sabe que es Ivar, con alguien más.

Al llegar aparecer, todos se giran para observarla. No sólo su repentina presencia llama la atención, sino esa belleza sin igual hace que tenga una esencia que obliga a mirarla. Eso y sus mejillas sonrojadas por lo que pasó la noche anterior, la hacen ver más hermosa.

Ella logra distinguir ese armamento, el hombre frente a ella debe ser importante.

—Frida, querida —habla Ivar con una sonrisa, orgulloso de poder llamarla de esa forma—. Te presento al rey de Francia, el rey Rollo.

Esto la hace ponerse nerviosa enseguida. No tiene atención para nadie más, sólo para ese hombre que no se parece a aquel hermano de Ragnar que ella conoció cuando era muy pequeña. Rápido la chica hace una reverencia.

—Rey Rollo, le pido una disculpa. No sabía que vendría, de otra forma me habría arreglado.

—No hace falta querida. No tengas esas formalidades conmigo —contesta sonriente ese hombre.

—Ella es Frida, hija del gran Erin, una excelente escudera, y mi prometida —habla orgulloso Ivar, presentándola. 

—¿Qué? —Rollo está impactado por todo lo que ha dicho su sobrino. Él se levanta de su asiento, no le interesa poner en pausa los asuntos importantes a tratar con el nuevo rey de Kattegat, sólo quiere observarla mejor. Frida regala una pequeña sonrisa a ese hombre que, al acercarse, la abraza de una forma paternal y cariñosa. Al separarse la toma por los hombros y se inclina para verla a los ojos. 

—Siempre le dije a Erin que serías una mujer preciosa, mírate ahora. Para nada te pareces a tu padre, eres como tu madre, y con la bendición de Freyja —Frida suelta una risita, le parece adorable lo que el hombre le dice—. No puedo creer lo grande que estás ahora, y lo hermosa que eres. Dime, ¿cómo están tus padres? 

Frida borra su sonrisa, Rollo comprende que no le dará buenas noticias.

—Ambos murieron —explica ella—. Mi padre murió en una pelea con unos asaltantes, mi madre amaba tanto a mi padre que no soportó el dolor de perderlo. Murieron hace tres años, rey Rollo.

—Apuesto a que ambos están en los grandes salones del Aesir, juntos y orgullosos de ti. Eres una hermosa mujer. ¿Cómo pudiste interesarte en Ivar? —cuestiona divertido el hombre. Frida sonríe ligeramente.

—Vamos, no estoy tan mal —contesta Ivar indignado y bromeando. Rollo sólo ríe. Besa la frente de Frida, y vuelve a su asiento para sentarse.

—Espero que tengamos tiempo de conversar más tarde —la chica asiente al rey. Mientras retoman el tema de conversación, la chica encuentra a Hvitserk observándola, se sonríen mutuamente y finalmente ella se retira, saliendo del Gran Salón.


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Frida [Ivar The Boneless/Alex Høgh Andersen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora