Capítulo 2

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El olor a chocolate fue lo primero que detectó Pete cuando entró a la habitación de Venice. La habitación que había sido asignada al niño en la casa de la primera familia tenía todo lo que cualquier niño podría desear, habiendo sido decorada únicamente por su tío Khun, era un poco extravagante pero a Venice le encantaba estar aquí. El pelinegro caminó hasta estar al lado de la cama con forma de auto de carreras donde encontró a su pequeño durmiendo. Estaba acostado sobre su estómago con el trasero ligeramente levantado, una posición muy peculiar en la que había estado durmiendo últimamente, él la encontraba adorable. Viendo las mejillas del niño Pete supo de donde provenía el olor, ambas estaban embarradas de chocolate igual que sus pequeñas manos. 

Suspiró y fue al baño por una toalla humedeciéndola con agua tibia, se sentó en la cama y con cuidado limpió todo rastro del dulce. Una vez que estuvo limpio dejó la toalla en la mesita de noche y arropó mejor el cuerpecito de Venice. Viendo al pequeño dormir tranquilo sintió que pudo respirar de nuevo, acarició sus negros cabellos y sus suaves mejillas. No pudo evitar compararlo con Vegas, ambos eran tan parecidos, el mismo color de cabello, la forma de sus ojos y su oscuro color, como arrugaba el entrecejo cuando se molestaban. No sólo había parecido físicamente, su carácter también tenía demasiadas coincidencias. Aunque también miraba el parecido con Macao, tenían la misma sonrisa dulce, el hoyuelo en su mejilla y su chispa vivaz.

—¿Está bien?

Pete giró su rostro en dirección a la puerta de donde provenía la voz. Ahí de pie con una simple playera blanca de algodón y pantalones deportivos se encontraba su pareja viéndose condenadamente bien, el estilo lo hacía ver más joven y fresco.

Vegas con pasos suaves entró y cerró la puerta tras de sí, quería evitar hacer ruido y despertar al niño. Tomó asiento del otro lado de la cama sonriendo al ver la extraña forma de dormir de Venice.

—Parece que Khun lo dejó comer caramelos hasta muy tarde. — con la cabeza señaló la toalla manchada sobre la mesita.— Lo encontré cubierto de chocolate. A este paso se le caerán los dientes de tanto azúcar.

Pete habló con voz baja.

—De cualquier forma se le caerán, Pete. —La mirada que Pete le lanzó lo dijo todo, así que cambió de tema. —¿Deberíamos irnos a casa?, no descanso muy bien cuando nos quedamos aquí.

El pelinegro negó con la cabeza.

—Venice ya está dormido. Además Macao también se encuentra descansando. Y estoy seguro de que Kinn nos llamaría para la reunión por la mañana, es mejor dormir aquí esta noche.

Vegas suspiró derrotado, sabía que Pete tenía razón, únicamente que aún no se acostumbraba a estar en casa de la primera familia a pesar de haberlo hecho en varias ocasiones, incluso tenían su propia habitación aquí al igual que Macao. Kinn se las había asignado cuatro meses después de que el señor Korn se retirara y, como hijo sucesor, tomara el mando. Kinn ahora era la cabeza de la primera familia y ni siquiera su padre podía refutar su palabra.

Dando la conversación por finalizada Pete se puso de pie y tomó la toalla para llevarla al baño y ponerla en el cesto de la ropa sucia. Cuando levantó la tapadera del cesto se encontró con ropa de Venice totalmente cubierta de lo que parecía ser harina y mermelada.

—Tengo que hablar con Khun muy seriamente.

Tiró la toalla dentro del recipiente y fue directo a lavarse las manos. Tan concentrado estaba que no sintió a su pareja entrar al baño hasta que sus brazos rodearon su cintura por detrás. Exaltado Pete levantó su rostro y vio los oscuros ojos de su amante a través del espejo, esos ojos que tanto le gustaban y transmitían. Los suaves besos que Vegas empezó a dejar en su cuello provocaron que mordiera su labio para evitar hacer ruido. Lástima que a su pareja le gustara tanto escucharlo y siempre tenía un A's bajo la manga. A sabiendas de lo sensible que era el cuello del pelinegro, Vegas dejó los besos de lado solo para usar su lengua tibia y resbaladiza. Dejando un rastro del líquido traslúcido producido por su boca, llegó hasta su oreja, la cual mordió despacio. La acción causó que Pete soltara un gemido.

𝐇é𝐫𝐢𝐭𝐢𝐞𝐫𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora