Capítulo 25

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—Maldición...

El sol abrasador que entraba por la ventana daba justo en el rostro del chico aumentando su dolor de cabeza. Trató de girarse e ignorarlo pero el lugar, habitualmente vacío en su cama, estaba ocupado por algo, o alguien.

—No puede ser. — susurró tratando de incorporarse y observó con más atención.

Cuerpo delgado, cabello oscuro, piel blanca y tersa. Una chica.

Trató de hacer memoria y recordar lo que había pasado la noche anterior pero su cabeza dolía demasiado como para pensar. Sabía que estuvo en una fiesta y era evidente que había bebido demás. Paseó su vista por el lugar y, para su alivio o desgracia, se dio cuenta que era la habitación de su apartamento, la cual estaba hecha un desastre con vasos vacíos regados por el piso y, por supuesto, su ropa y la ropa perteneciente a la persona a su lado.

El chico intentó ponerse de pie pero al mover su brazo derecho se dio cuenta que este estaba esposado al brazo izquierdo de la chica. También notó como sus manos estaban manchadas de alguna sustancia o pintura color negro. Suspiró. Eso le causaría problemas estaba seguro.

El timbre de su celular sonó causando que su jaqueca aumentará y que el cuerpo a su lado se moviera.

—Contesta ese maldito aparato o lo estrellare en tu frente, Venice. — gruñó la chica.

—¿Ari? —preguntó confundido.

Arima se quitó la almohada que cubría su cabeza y se la arrojó a su amigo.

—Si, ¿Quién creías que era? —rio. —Y por favor no respondas esa pregunta. Es obvio que no soy la persona que esperas ver al despertar día a día con un bes-...

—Cierra la boca. —la interrumpió.

La chica se rio con fuerza y tiró de la mano que estaba esposada a la de su amigo.

—Bueno, ya quítanos esto. Necesito ir al baño, siento que mi vejiga va a explotar.

—¿Que lo quite yo? —Arima asintió. —¿Yo nos puse las esposas?

—Si, dijiste que necesitabas que protegiera tu trasero. Ya sabes de qué. Así que trajiste esto...—levantó su mano esposada y la movió un poco. — ni siquiera sé de dónde lo sacaste. Para empezar no las necesitábamos, siempre he protegido tu trasero, del mismo modo que tú proteges el mío.

El pelinegro se mantuvo en silencio.

—Venice, por favor dime que tienes la llave...—la nula respuesta del chico le dió la respuesta. —Eres un idiota. ¿Qué vamos a hacer?

—Hay que quitarlo de otra manera.

Venice se puso de pie seguido por su amiga. Ambos empezaron a recoger sus ropas para intentar ponerlas pero al verlas se dieron cuenta que las prendas estaban manchadas de negro, una sustancia que parecía ser cerveza y algo que suponían era vomito.

—¿Qué carajos?, esto huele horrible. —Venice tiró la ropa a un lado y su amiga lo imitó.

—El vómito es mío, lo siento. —habló la chica. — Tomé tequila y el olor de la pintura para el cabello era tan fuerte que me revolvió el estómago.

—¿Te pintaste el cabello?

—Tú lo hiciste, ¿no lo recuerdas?

El chico negó.

—Una verdadera lastima. Fue divertido. —Arima revisó el armario de su amigo y tomó un pantalón deportivo para después ponérselo. —Dime que no olvidaste a Gen bailando arriba de la mesa, por favor. Fue mi parte favorita de toda la noche.

𝐇é𝐫𝐢𝐭𝐢𝐞𝐫𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora