Capítulo 7

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Los días siguientes fueron grises para todos.

Tal como dijeron Vegas y Kinn se encargaron de todos los arreglos del funeral y, el día después de su muerte, Haneul fue cremada, no hubo una ceremonia como tal pero todo estuvieron presentes, sus cenizas se llevaron al cementerio y se colocaron en una sección especial de los Theerapanyakul. Porque aunque no era parte de la familia, todos pensaron que sería más fácil que su hijo la encontrara estando ahí.

La salud del bebé estuvo inestable durante unos días después del incidente, Porsche se mantuvo visitándolo diario. Cada día iba a verlo con la esperanza de recibir buenas noticias. En algunas de sus visitas tuvo Venice acompañándolo, el niño parecía muy preocupado ahora por el bienestar del bebé.

—Tío, cuando popo se cure, ¿Vivirá con nosotros? —la inocente pregunta del pequeño dejó al moreno inmóvil un minuto.

Ese era un tema que había estado rondando en su cabeza desde hace dos semanas tras el incidente. A pesar de que había intentado hablar con su prometido al respecto, al final siempre se arrepentía. Tenía miedo de que Kinn no estuviera de acuerdo con su decisión.

—No lo sé, enano. ¿Quieres que se quede?

Los profundos ojos del niño miraron fijamente al bebé durmiendo. Porsche sonrió por la expresión seria de Venice, era como si realmente estuviera analizándolo los pros y contras.

—Sí, quiero. —la respuesta sorprendió un poco al moreno, Venice era un niño muy consentido y celoso. Pensó que tener a otro niño alrededor le molestaría —Cuando crezca puedo jugar con él, ¿Verdad?. Le enseñaré a usar los autos de control remoto. También puedo llevarlo conmigo al zoo para ver a los tigres.

Porsche no resistió y cargó a Venice en brazos. Dejó un beso en su mejilla y le respondió:

—Van a poder jugar. Pero, si se queda con nosotros, vas a tener que cuidar muy bien de él, Venice, ¿Podrás hacerlo?

—Claro que puedo. Yo siempre cuido a papi cuando papá no está, además también cuido a papá cuando papi me lo pide. Puedo cuidar a popo. —Dando la sonrisa más cegadora posible Venice aseguró.

—Así que aquí estás, escurridizo. —se escuchó la voz de Pete en la puerta de la habitación. —Estuve buscándote, Venice.

Gracias al avance que había en la recuperación del bebé ahora dejaban a más personas entrar a visitarlo por períodos más largos de tiempo. Porsche se había tomado esa noticia de maravilla y había acondicionado el lugar por completo, colocó dos sillones blancos, uno apto para dos personas y otro individual en una esquina junto con una pequeña mesa y un librero donde había colocado uno que otro libro que leía para el bebé.

El pelinegro fue a sentarse junto a ellos. Estaba un poco cansado, últimamente Venice había estado más hiperactivo de lo normal, y como Vegas estaba cargado de trabajo y Macao estaba en exámenes, él era el único que quedaba para domar a la pequeña bestia.

—La próxima vez tienes que decirme a dónde vas, incluso si estás aquí, Venice. Estaba preocupado.

El niño bajó del regazo de su tío y fue directo a los brazos de su padre.

—Lo siento, mami. No lo haré de nuevo. —Dulcemente besó la mejilla del pelinegro y sonrió.

Porsche inconscientemente miró al pequeño dormido en la incubadora. Un extraño sentimiento cálido se extendió en su pecho. Tal vez era anhelo o el deseo de poder conseguir un lazo tan hermoso como el de su amigo con su hijo.

—Top me comentó que el bebé ha tenido un gran avance estos días. —Pete volteó a ver a su amigo. —Estoy muy contento por eso. Se ve más grande también.

𝐇é𝐫𝐢𝐭𝐢𝐞𝐫𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora