Capítulo 23

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—¡Papá!

La voz retumbó en todo el lugar. Las pisadas veloces de ese par de pies provocan eco como si un gigante estuviera merodeando en casa.

—Tú, pedazo de pasa escupida. ¡Ven aquí!

—¡Papá, ayuda! Quiere matarme.

Ante tanto escándalo el adulto salió del estudio a toda prisa solo para observar cómo su pequeña hija perseguía a su hermano con un par de tijeras, de juguete, en la mano.

—¿Se puede saber qué es lo que está pasando aquí? — sus palabras hicieron que los pasos de los dos niños se detuvieran abruptamente. — ¿Y qué intenta hacer con esas tijeras, señorita? —se aproximó a la niña para retirar el objeto de su mano, que aunque no tuviera filo, podría ser peligroso.

Los dos niños se quedaron quietos, aunque después de unos segundos fue su hijo menor el que tomó la palabra.

—Yo... no sé porque está molesta. Solo bajó y empezó a perseguirme.

Su hijo era el niño más tranquilo de todos, no solo no se metía en problemas si no que le ayudaba a resolverlos. Sin embargo, su hija...

—Y bien...¿Por qué perseguías a tu hermano?

— Mató y tiró a Richi. —dijo la niña aún molesta. —Así que lo perseguí para golpearlo. Las tijeras las iba a clavar en su pierna para que así no pudiera correr más.

...Bueno, ella era igual a su padre.

Pete suspiro incrédulo.

— No fue él, fui yo. París, te he repetido muchas veces que no puedes tener abejas de mascotas. Tú hermano es alérgico. ¿Olvidaste lo que eso significa? —al ver a la niña asentir ante eso, le explicó. —Si a tu hermano le pica una abeja, sus vías respiratorias se cerrarán y no podrá respirar. ¿Qué pasa cuando no puedes respirar?

—Mueres. —respondió la niña sin pestañear.

—Y no queremos que eso pase. Entonces nada de abejas por aquí, ¿De acuerdo?

París miró a su hermano durante largos minutos antes de acercarse y abrazarlo.

—Lo siento. Fui grosera. — habló aún abrazando a su hermano. —Yo te protegeré de las abejas así que por favor no mueras.

Milán asintió dejando que su hermana lo sostuviera. El niño era muy cariñoso y amaba los abrazos. Lo contrario a su hermana que era más reacia al afecto, aunque extrañamente no se separaba de su mellizo.

El pelinegro negó divertido.

—Si ya terminaron vayan por sus cosas. Hoy iremos por su hermano al colegio y después a casa de sus primos para esperar a papá.

Tomados de las manos, ambos niños corrieron escaleras arriba para ir por sus cosas. Pete los siguió para asegurarse que no hubiera ningún percance en el camino. Ser padre de un niño le había resultado fantástico, pero ser padre de tres era una tarea casi imposible, no iba a mentir en ocasiones se sentía demasiado cansado, una vez Porsche comparó ser padre con ser el guardián de un tesoro, Pete estuvo de acuerdo con él. Para ellos sus hijos eran el mayor, y más valioso, tesoro existente. Y al parecer el mundo sabía eso. Después del ataque a la casa de la primera familia, cuando nacieron los más pequeños, se reestructuró toda la seguridad y se configuró un nuevo sistema de alarmas y accesos en todas las residencias pertenecientes a ellos. También, se realizaron varios "ajustes en los contratos", como lo llamaba Vegas, Pete no estaba muy seguro de qué es lo que se habló a ciencia cierta con los socios, pero podría apostar que se trataba de salvaguardar a los niños en caso de cualquier ataque futuro.

𝐇é𝐫𝐢𝐭𝐢𝐞𝐫𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora