Capítulo 10

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La luna aún estaba en lo alto del cielo cuando su avión aterrizó. El tiempo que duró el vuelo fue menos de lo que esperaban por lo que al llegar a su hotel cada pareja se dirigió directamente a sus habitaciones para dormir y descansar pues el día siguiente les esperaba un día ajetreado.

—Pete. —Vegas movió el cuerpo a su lado tratando de despertarlo. —Pete, la alarma ya sonó dos veces. Despierta.

El cuerpo del pelinegro se mantuvo inmóvil por un segundo hasta que poco a poco abrió los párpados. La luz del amanecer que entraba por la gran ventana era molesta para los castaños ojos, pero la vista que le regalaba era hermosa y no podía dejar de verla. El cielo estaba despejado y el sol pintaba las nubes de tonos cálidos. Sin duda sería un día maravilloso, Pete no tenía duda de eso.

—Es totalmente bello, ¿no crees? — preguntó el pelinegro con su vista aun fija en el paisaje.

—Si, demasiado, una muy agradable forma de despertar. —sonrió Vegas sin apartar sus oscuros ojos del rostro somnoliento de su pareja. Para él esa era la mejor vista, el cielo y el amanecer podían irse al demonio, en su muy humilde opinión.

Pete soltó un suspiro resignado y se puso de pie en un salto para empezar a ir y venir por toda la habitación como loco mientras se vestía y preparaba todo. Vegas, por otro lado, tenia puesta toda su atención en la figura esbelta y semidesnuda de su amante al cambiarse.

—Necesito que te apresures y me ayudes, Vegas, no te quedes ahí acostado.

El menor empezó a meter unas carpetas al maletín y, una vez listo, volteo a ver a su amante.

—Tengo hambre y quiero ir al buffet. Al parecer aquí hay postres tropicales, muero por probarlos. Si no estas listo en...—miró su rolex, regalo de Macao por su cumpleaños pasado, y regresó la mirada al otro hombre.— En menos de tres minutos te vas a quedar aquí solo.

Vegas soltó un suspiro y sin más que hacer fue directo al baño para tratar de prepararse en tiempo récord.


....


Las playas de Taiwán eran hermosas, no tan lindas como las de su propio país claro, pero tienen su propio encanto único, le gustaba el ambiente cálido y la brisa fresca del mar que en Tailandia pocos días podía sentirse.

Cuando su pareja le informó que tenían un trabajo urgente que resolver nunca esperó que fuera en tan bello lugar, emanaba tanta paz y tranquilidad, ya que, estaba acostumbrado a visitar lugares sucios, lúgubres y con olor a maldad por todas partes, por lo que venir a este lugar se sentía como si el viaje no fuera de trabajo sino por placer. Este era el mejor lugar en el que habían trabajado durante el año sin duda alguna.

Porsche normalmente eran un hombre al que le gustaba dormir, sin embargo, era un lujo que no se podía permitir a diario, por eso lo primero que pensó cuando llego a este hermoso lugar fue en el momento de descanso extra que podría tener si la misión no era a primera hora de la mañana, sin embargo, cuando ni bien salía el sol, este abrió sus ojos y tras observar con detenimiento a su pareja por un rato decidió dejarlo descansar y dirigirse a la ducha para posteriormente poder contemplar, por el enorme balcón de su habitación, el amanecer y tomar un poco el aire fresco y puro de la mañana.

El cielo estaba totalmente despejado y resplandecía en azul perfecto bañado de los cálidos colores del sol. El agua de la costa se veía tranquila, de hecho, sino fuera por el sonido de las olas al romperse al llegar a la orilla, Porsche, pensaría de manera inmediata que tanta tranquilidad era irreal, y, es que este estaba acostumbrado al ruido y al bullicio de lo que ahora consideraba su hogar, porque a lo largo de estos dos años Porsche se había acostumbrado a las quejas constantes de Khun, al sonido de los instrumentos que tocaban Chay y su cuñado cuando se reunían todos sin motivo alguno, se había acostumbrado a todo el ruido que emitía su sobrino cuando llegaba a casa a visitarlos y gritaba desde la puerta que ya había llegado, en fin, la vida de Porsche estaba llena de sonidos de todo tipo y eso lo hacía feliz, pero en momentos como estos agradecía recordar que a veces la felicidad también llega en forma de silencio.

𝐇é𝐫𝐢𝐭𝐢𝐞𝐫𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora