Capítulo 13

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Lunes, seis de la mañana y todos en la casa de la segunda familia se encontraban despiertos. Pete se había asegurado de que nadie se quedara dormido poniendo alarmas cada cinco minutos y, a pesar de que él se despertó media hora antes de que sonara, los demás miembros de la familia si las necesitaron. Vegas se había dirigido a la cocina donde, suponía, estaba preparando un delicioso desayuno para todos, Macao tomó la iniciativa de hacer la mochila y tener listo el uniforme para después de la ducha y ese, era el trabajo de Pete. En la bañera de agua tibia se encargó de ayudar a su hijo a lavar bien su cabello y se aseguró de que se lavara de forma correcta. A pesar de aún ser pequeño, Venice, hacía la mayor parte de sus cosas, como por ejemplo ducharse.

—Estás listo, bebé. — Pete tomó la toalla azul claro con decoraciones de dinosaurios y envolvió a su pequeño para llevarlo a la habitación. —Vamos a vestirte ahora.

Una vez que dejó a su hijo en la cama, el pelinegro, fue a la cajonera y sacó la ropa interior de su hijo para posteriormente entregársela.

—Sécate bien, y después póntelo. Iré por tus zapatos. —el adulto dejó a su hijo un momento para ir al armario y traer consigo el par de zapatos de vestir que el colegio les exigió comprar. —Los tengo.

—Papi, ¿puedo llevar uno de mis autos? —preguntó el niño después de terminar de ponerse la ropa interior y secarse el cabello.

—No, Venice. Ya hablamos de eso. — El pelinegro terminó de secar por completo el cabello de su hijo de forma correcta.

La noche anterior Venice les había hecho la misma pregunta sin parar, Pete estuvo tentado a dejar que su hijo llevara su cochecito, pero en el reglamento no estaba permitido y su Venice no iba a romper las reglas... al menos no en el primer día.

—Vamos a desayunar y después volvemos para vestirte, ¿está bien?

—¿Por qué no ahora? —preguntó confundido.

—No quiero que se manche tu ropa por accidente o algo, solo ponte un pijama limpio.

Venice obedeció y tomó la mano de su padre para bajar juntos a desayunar.

Al llegar al comedor ambos se quedaron un minuto totalmente quietos. La mesa estaba repleta. Servida de manera proporcionada había fruta picada, jugo natural de naranja, leche fresca, huevos en su punto con tocino como le gustaban a su hijo y, por supuesto, los panqueques favoritos de Venice.

—¿Qué hacen ahí parados? —les habló Vegas mientras salía de la cocina cargando con la tetera, seguido de Macao con tres tazas en manos.

—Un poco de cafeína para los adultos. —dijo Macao mientras ponía las tazas en la mesa y su hermano las llenaba del humeante líquido.

—Todo se ve increíble, Vegas. —dijo Pete sentándose al lado de su pareja.

—Aquí está todo lo que me gusta, mira, tío son panqueques con chispas de chocolate —habló emocionado mientras se sentaba al lado de Macao. —Gracias, papá.

—Come antes de que se enfríe. — Vegas asintió a su hijo y se dedicó unos minutos a ver a los demás comer y disfrutar. Este era su hogar.

La hora del desayuno pasó demasiado rápido para los cuatro entre risas, juegos y consejos para Venice. Macao se ofreció a ayudar a su sobrino a vestirse mientras los otros dos iban, se duchaban y vestían para no perder más tiempo. Mientras tomaba una ducha Vegas permaneció inerte bajo el agua tibia varios segundos tratando de hacerse a la idea del nuevo cambio que estaban viviendo, sabía que era para bien de su hijo, pero eso no lo hacía menos difícil. Por otra parte, Pete sentía que todo estaba pasando demasiado rápido, en un momento estaba vistiendo se y al otro ya estaban arriba del auto en camino a dejar a su hijo a su primer día de clases, los nervios no se hicieron esperar.

𝐇é𝐫𝐢𝐭𝐢𝐞𝐫𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora