Capítulo 3

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—¡Kinn Theerapanyakul!

El gritó hizo retumbar las paredes de la habitación.

Los dos hombres dentro se encontraban revisando unos contratos que tenían que ser entregados esa misma tarde. Al ser interrumpidos Porsche solo levantó la vista para ver a su prometido, que con expresión relajada, parecía que tener a su hermano gritando en la puerta fuera lo más normal del mundo.

—Abre la puerta en este mismo instante. — los constantes golpes sobre la madera de las puertas corredizas se hacían cada vez con más intensidad —No creas que no sé lo que intentas, pero no tendrás éxito.

Suspirando, Kinn dejó los documentos sobre la mesa y se reclinó en la silla.

—No sé de que estás hablando, Khun. Ahora mismo tengo mucho trabajo, así que te agradecería si te fueras y dejaras lo que sea que estés haciendo para después.

—¡Ocupado si como no!, qué quieres que haga, que saque cita con tu secretario para poder hablarte de esto, es algo serio. — por un momento hubo silencio— ¡Ah! Ya sé, debería armar un sindicato así podremos hablar contigo como una institución, o lo que sea.

El moreno sonrió y se puso de pie.

—Habla con él o tirará abajo la puerta.

—Seguro es una tontería.

Kinn tiró de la mano de su pareja hasta tenerlo sentado en su regazo.

—O no. —Porsche dejó un suave beso en los labios de su prometido. 

Pero Kinn nunca tenía suficiente de los labios de su amante así que en poco tiempo el beso se intensificó. Las grandes y blancas manos se cernieron fuertemente a la delgada cintura del ex-guardaespaldas provocando que un jadeo diera lugar para que Kinn adentrara sin pudor la lengua para saborear la boca de su amado. Un agradable dulzor parecido al de las cerezas más rojas y tiernas explotó en sus pupilas gustativas. Kinn quería saborearlo todo el día, todos los días. Los chasquidos y respiraciones entrecortadas pronto reemplazaron los gritos. 

Porsche en un pestañeo se olvidó de todo, solo quería sentir más cerca el cuerpo de su pareja. Llevó las manos a la nuca de Kinn y tiró de su cabello para separar sus labios. Viendo sus ojos brillar solo por él, repartió uno que otro beso por su cuello, cuando llegó a su pecho no pudo evitar recorrerlo con la lengua. La piel clara y tibia se erizaba con cada toque y lo tentaba a seguir probando. Lentamente el moreno se hizo espacio entre las piernas de su prometido y, estando de rodillas, se inclinó para dejar un beso en la entrepierna semierecta cubierta por la ropa.

—Porsche.

El nombre salió en un tono de advertencia, y el moreno sabía que una vez empezado el juego no habría marcha atrás. Sonrió con malicia y, sin prestar atención a las advertencias, su mano derecha empezó a acariciar el falo hasta que lo sintió totalmente duro. Kinn tenía la cabeza inclinada hacia atrás, con ojos cerrados mientras mordía su labio para amortiguar los jadeos entrecortados. Tenían poco más de una semana sin contacto de este tipo, por lo que la reacción inmediata no lo tomó por sorpresa. Porsche aumentó el ritmo poco a poco hasta que leves temblores empezaron a sacudir el cuerpo del otro, sabiendo lo que eso significaba, simplemente retiró la mano y se apartó lo más rápido que pudo de ahí.

—No hagamos esperar más a Khun.

La mirada que le lanzó su amante fue una de total incredulidad.

—Ven aquí.

Rápidamente trató de ponerse de pie para ir hasta el moreno con la intención de arrancarle la ropa y hacerle el amor sobre el escritorio hasta que rogara clemencia. Lástima que para ese entonces Khun ya estaba atravesando el despacho con las manos sobre la cintura y el ceño fruncido. 

𝐇é𝐫𝐢𝐭𝐢𝐞𝐫𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora