4. La tormenta

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Estaba cruzada de brazos con la cabeza inclinada hacia un lado viendo a su mejor amiga con claro enojo, pues Yelena no paraba de reír.

– ¿Amiga menor? – Repitió la rubia volviendo a reír estruendosamente – ¿Qué demonios significa eso?

– Que me ve como una niña tonta – Emitió en voz alta lo que llevaba pensando desde que escuchó esa manera de llamarla

– ¿Ya aceptaste que te gusta? – Le sonrió de lado

– Sí – Soltó rendida – Ella es simplemente genial – Sonrió – Es divertida, inteligente, yo también le agrado, me hace sentir especial, no lo sé – Decía jugando con sus manos

– Pero ¿Te gusta o quieres que te diga que está orgullosa de ti? – Decía tomando de su cerveza apoyando su rostro en una de sus manos

– No es tan mayor – Se cruzó de brazos – Y la quiero conmigo, la invité a ese bar porque creí que me inhibiría con el alcohol, así podría decirle lo que siento, pero...

– Ella consiguió un término para hacerte saber que no te ve más que como una amiga y encima resalta el obvio hecho de que es mayor que tú – Completó lo que iba a decir

– Sí – Suspiró – Yo tampoco digo que me casaré con ella y tendremos tres hijos más, pero... me gusta, no me fue indiferente ni cuando la conocí, sé que suena apresurado y hasta tonto, pero ella es asombrosa, Yels, la amarías si la conocieras – Sonrió bobamente

– Siento que no deberías siquiera intentarlo, Wanda – Emitió sincera – Ella tiene hijos y claramente no te ve de esa manera, a parte que tal vez ni siquiera le gusten las mujeres, sugiero que nos vayamos de fiesta y te consigas un ligue que te haga olvidar a tu milf, tal vez otra milf

La castaña rio ligeramente negando – Es que no la has visto, Yelena, ella es preciosa, no solo físicamente, tiene una sonrisa muy bonita y te habla de una manera que te hace sentir diferente, no sé como explicarlo, pero nadie podría reemplazarla de mis pensamientos

– Voy a ser sincera contigo – Decía torciendo el gesto notando como la sonrisa boba de su amiga solo crecía junto al brillo de sus ojos al hablar de ella – Creo firmemente que te va a romper el corazón y no lo digo por ti, tú eres increíble Wanda, es ella la que se lo pierde si no se da cuenta, así que cuando eso pase yo estaré aquí para recoger los pedazos rotos, pero no digas que no te lo advertí – La señaló con firmeza

– Gracias, supongo – Apoyó su rostro en una de sus manos

Sabía que Yelena no quería herirla con sus palabras solo era honesta, algo brusca, pero honesta, la quería mucho y tal vez sí tenía razón al decir que terminaría con el corazón roto, su fantasioso cerebro le gritaba que no le haga caso y lo intente, aunque no tenga ninguna clara oportunidad.

...

Los hijos de Natasha ya habían vuelto a la escuela, para Wanda ya casi era costumbre estar en casa de ella compartiendo con su familia, la castaña estaba en el piso ayudando a Mason con sus tareas, mientras Sophie estaba sentada en sus piernas dibujando en la mesa, Wanda jugaba con el cabello de la pequeña sonriendo, sintió una mirada fija en ella, alzó la vista y notó que Natasha la veía desde la barra de la cocina atentamente, ella le sonrió y lo hizo devuelta, la castaña sintió sus mejilla sonrojadas, bajó los ojos rápido notando como Mason le pedía ayuda nuevamente.

El día se nubló rápidamente y empezó a llover, algo que realmente desanimó a los pequeños, pues Wanda les había prometido ir por un helado, después de las tareas y jugar un rato, se lavaron las manos y procedieron a cenar, Natasha se sentía muy cómoda con la castaña, le gustaban sus visitas que eran cada vez más frecuentes, se llevaba muy bien con sus hijos y la escuchaba mientras ellos estaban en la escuela, la entendía y buscaba soluciones con ella, esperaba que sus visitas no empiecen a disminuir.

El aroma de la coincidencia | WandanatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora