62. El paseo

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Su séptimo aniversario había sido hace poco, sonreía tomando las manos de su esposa, la guiaba por el gran pasadizo, caminaba hacia atrás mientras veía a Natasha reír levemente, llevaba un vestido corto algo suelto, se veía preciosa, no había día en el que no estaba segura de querer pasar el resto de su vida a su lado.

– Dulce... – Se quejó aferrándose a sus manos – Siento que me voy a caer en cualquier momento

– Claro que no – Rio levemente – Solo confía en mí

– ¿La venda en los ojos es necesaria?

– Totalmente – Sonrió soltándola para tomarla de la cintura, rio cuando ella se aferró a sus manos

– ¡No me sueltes!

– Claro que no, quiero tenerte más cerca – Llevó una mano de Natasha a su hombro para tomarla de la cintura, le dejó unos cuantos besos a su esposa retrocediendo hacia dónde quería llegar

– No recordaba tan largo este pasillo – Sonrió rodeando los brazos en el cuello de su esposa

– Es que nunca te había vendado los ojos para recorrerlo – Se encogió de hombros caminando con cuidado mientras seguía besándola

– ¿Llegamos? – Preguntó cuando escuchó una puerta abrirse y se detuvieron

– Llegamos – Sonrió besando su mejilla – Déjame ponerme detrás tuyo

– Okay, pero no me sueltes

– Jamás, láska – Sonrió posando el mentón en su hombro, colocando las manos en su vientre y jaló el extremo de la venda – ¿Qué te parece?

Natasha sintió que había viajado en el tiempo, parecía que era la primera vez que entraba en aquel lugar, sabía la ilusión que le hacía a su esposa volver a recobrar todo lo que perdió, pero más aún enseñárselo a ella.

– Está precioso – Sonrió – Se ve exactamente como era, me da mucha nostalgia – Acarició la mejilla de su esposa que aún posaba su mentón en su hombro – Estoy feliz de que vuelvas a reconstruir todo lo que es tuyo, ojos bonitos

– Gracias por estar a mi lado, mi Nat – Besó su mejilla

– No es nada – Volteó a dejarle un corto beso – Veo que ya estás avanzando con tu propio trabajo – Vio de reojo la mesa

– Bueno... tenía que estrenar mi nuevo laboratorio en mi nueva fábrica – Sonrió

– ¿Y para quien es? – Preguntó con curiosidad sabiendo que ella no usaba su don para cualquiera

– Adivina – Sonrió con una mirada traviesa poniéndose delante de su esposa guiándola a la mesa

– ¿Para ti? – Bromeó sabiendo la respuesta

– No – Rio

– Dime para quién entonces... – Insistió mordiendo su labio inferior, pues era obviamente para ella

– Para mi esposa – Alzó las cejas sugestivamente

– Y ¿Ella sabe que traes mujeres a tu trabajo? – Bromeó cruzándose de brazos apoyándose en la mesa de atrás, recordando que la primera vez que estuvo ahí, pensó que Wanda llevaba a todas sus conquistas a ese lugar

– Sí – Se encogió de hombros – De hecho fue la primera que traje aquí – Natasha rio levemente – También en su último cumpleaños le llené la casa de obsequios ¿Sabes cuántos años tiene mi mujer?

– Dulce, no, no lo digas – Negó rápido notando como se acercaba a ella

– Mi Nat – Rio rodeando sus brazos en la cintura de su esposa besando su mejilla – A mi no me importa tu edad, es un número, ni los aparentas y no importa realmente lo físico, aunque la mitad del mundo envidiaría verse así con cuarenta años

El aroma de la coincidencia | WandanatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora