Nuevamente se encontraba mirando en dirección a esa cafetería, jamás había cruzado palabra con él pero sin duda le gustaba observarlo de lejos. Steve Rogers, un gran acosador para cualquiera que notara esa mirada de profundo anhelo que lanzaba al castaño al otro lado de la calle, justo al otro lado de un anaquel, nunca faltaba a su rutina, un café y una rosquilla que a veces cambiaba de sabor, algunas veces llevaba glaseado y otras chocolate, tomaba su portafolio y salía tranquilo del establecimiento.
-¡Maldición Rogers! Es la tercera vez esta semana.
Le reprendió su jefe, el dueño del restaurante de comida rápida tras haber derramado el café sobre uno de los comensales quien exclamó herido y molesto con la distracción del rubio.
-De verdad lo lamento señor.
-No hay excusas Rogers, ve a la cocina.
El rubio con la moral baja por el regaño dio un último vistazo al camino que había tomado el dueño de sus suspiros y entró en la cocina para ser reemplazado en la barra por una de sus compañeras.
-¿Lo viste otra vez?
Preguntó Bucky, un gran amigo que trabaja en la cocina junto con él.
-Esta vez llevaba un traje negro, un portafolio del mismo color y lentes negros, supongo que no debió ser una noche sencilla para él...
-Solo te faltaba describir su ropa interior, calcetines y quizás el aroma de su colonia.
Se burló de su amigo ganándose una mirada seria del rubio.
-¡Solo estoy bromeando! Por dios, no puedo creer que lo hayas visto pasearse por tanto tiempo frente a la calle y no hayas tenido el valor de invitarlo a salir.
-Sería de miedo que un extraño llegara a pedirte salir, ¿Qué se supone que le diga? ¿"Hola, soy Steve Rogers y te he visto por seis meses pasarte frente a mi sitio de trabajo, me preguntaba si no querrías salir conmigo, sé que es extraño que lo pida así nada más, pero te conozco más de lo que tu a mi"? Creeme que es lo más cerca que puedo estar de ese hombre, necesito un milagro para que el destino nos haga coincidir, además ni siquiera sabe que existo... y ni siquiera sé su nombre.
-Estás completamente demente, si yo fuera ese sujeto ya te habría puesto una orden de restricción.
-Gracias por tu apoyo, para qué son los amigos.
Ironizó el rubio ganándose una sonora carcajada por parte de su amigo.
-¡Rogers! ¡Barnes! ¡No les pago por holgazanear!
Se escuchó que les llamaban la atención desde la barra de servicio.
-Enserio hermano, una vez que reúna el dinero y me desharé de este empleo de mierda.
-No es tan malo.
-¿No es tan malo? no sabes lo que dices, de no ser por ese chico ya habrías renunciado ¿Qué no hablaste sobre pagarte la escuela de artes?
-Lo sé, lo sé pero no es solamente por eso.
-Cierto... ¿Cómo sigue Sarah por cierto?
-El médico ha dicho que está fuera de peligro pero debo seguir pagando el tratamiento.
-Espero poder visitarla pronto, siempre y cuando nuestro jefe no me haga quedarme doble turno.
Se volvió a quejar el castaño antes de volver a recibir un regaño por parte de su jefe y ponerse a cocinar en medio de murmullos y maldiciones por parte de James.
Para la mañana siguiente la rutina de Steve Rogers no fue diferente, levantarse a las cinco de la mañana para poder llegar a tiempo a ese horrible trabajo donde al menos la paga no era del todo mala para ser medio tiempo, limpiar el establecimiento y comenzar a hacer funcionar las cafeteras, recibir a su amigo Bucky quien llegaba apenas unos minutos después de que hubiese terminado de limpiar, después se perdía en la cocina y él se encargaba de limpiar la barra, después de eso esperarían a su jefe quien comentaría que ese día no quiere fallas, que aunque siempre las hay nunca se ha tomado el valor o la libertad de despedirlos, y vaya que esa era una suerte para ambos, pues era trabajar en ese sitio o comenzar a pensar en buscar empleo con los contratistas de infraestructura, eso y perder el día completo cargando bolsas de concreto y ladrillos cuando el trabajo en el restaurante le dejaba tiempo de sobra para pasar el resto del día con su madre y velando por su salud que aún se encontraba delicada, sumando a eso la grata vista de cierto castaño todas las mañanas, a quien esperaba en el mismo sitio a la misma hora, aunque en esta ocasión su jefe le había ordenado que limpiara la barra antes de poder pulir los cristales, aquello le quitaba casi diez minutos de contemplación hacia la cafetería de enfrente, o mejor dicho, al primer cliente del día de la cafetería de enfrente.
-Buenos días...
-Lo siento, aún no tenemos servicio...
-Oh, bueno, lo que pasa es que quería preguntar, ya que la cafetería de enfrente no ha abierto esta mañana si venden café y algo rápido para llevar conmigo.
-Aún no...
Las palabras murieron en la boca al ver al poseedor de dicha voz, materializado frente a esa barra a medio limpiar, estaba a quien solamente se había acostumbrado a ver de lejos, ese cabello rizado, ese color avellana, esos ojos marrones enmarcados por un par de finos anteojos, un aura juvenil, aquel aroma atrayente como inocente de un omega.
-Soy Steve, Steve Rogers...
James quien miraba desde la ventanilla del cocinero miró con una sonrisa burlona aquella escena, sin duda su amigo estaba perdido.
-Bueno... Steve, Steve Rogers... ¿Crees que puedas prepararme un café?
Aquel comentario viniendo del más joven hizo por fin estallar la carcajada del cocinero e hizo salir a cierto rubio de su ensoñación...
-Eh... no, si... si, claro, en un momento.
Se apartó de la barra como si esta quemara y se dirigió a una cafetera con la mirada de su amigo siempre sobre él, ignorándolo sirvió lo que habían ordenado y lo llevó a su cliente.
-Gracias... ¿Cuánto te debo?
-Son uno con veinte...
-Aquí tienes... hasta pronto, Steve Rogers.
Aquel castaño se despidió después de pagar y salió del establecimiento.
-Buen trabajo señorito Rogers. Así jamás dejarás de ser virgen.
-¡Cállate!
-Ni siquiera le preguntaste su nombre
Steve se dio una palmada mental, era cierto.
-Espero que para la próxima tengas mejor suerte y no lo eches a perder.
-¡Rogers! ¡Barnes! ¡Vuelvan al trabajo!
Continuará...
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Good Old-Fashioned Lover boy - Stony AU omegaverse
FanfictionUna historia corta en donde un Steve alfa no deja de mirar al castaño a través del aparador mientras compra sus rosquillas en la cafetería frente al restaurante de desayunos donde trabaja y que por azares del destino descubre que aquel simpático jov...