∆|•Cassy Potter•|∆ Parte I y II. [En Proceso]

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Casiopea.

—No Harry— dije reteniendo lo de la túnica—. No podemos ir a la sala común. ¿Qué no escuchaste? El idiota de Lockhart va a intentar entrar a la cámara de los secretos y no sabe que hay dentro. Aún que me cae mal hay que avisarle.

—Tienes razón, vamos.

Corrimos por los pasillos hasta llegar al despacho de Lockhart. Cuando entramos lo vimos con todas sus cosas desordenadas, tratando de meter todo en las maletas.

—¡Profesor, tenemos información que...! ¿Va a alguna parte?—dijo Harry apenas entramos.

—Harry, muchacho. Si, como ves, surgió una emergencia...

—¿Y qué hay de mí hermana?—preguntó Ron.

—Bueno. Nadie lo lamentará más que yo...

—¿Está huyendo?—volvió a hablar Harry, indignado—. ¿Después de todo lo que hizo en sus libros...?

—¡Usa el sentido común, Harry!—espetó el profesor—. Las personas no comprarían mis libros si no pensaran que hice esas cosas.

—Usted es un fraude—habló mi hermano.

—¿Hay algo que si pueda hacer?—preguntamos Ron y yo.

—Pues... Ahora que lo preguntan, el hechizo desmemorizante es mí especialidad.

Trató de apuntar con su varita a Harry pero nosotros tres fuimos más rápidos y lo apuntamos primero.

—Ni si quiera lo intente— Harry le hizo señas para que baje la varita. Yo se la quité y la lancé por la ventana.

—Vamos a hablar con Martle— hablé mientras caminaba hacia la salida de su oficina, seguida del profesor siendo apuntado por Harry y Ron.

Al llegar a los baños de niñas nos encontramos a Martle llorando en uno de los retretes.

—¿Quién es?—preguntó molesta, pero la molestia pareció esfumarce cuando vió a Harry. No pude evitar poner los ojos en blanco—. Oh, hola Harry. ¿Qué quieres?

—Que nos digas como moriste— hablamos mí hermano y yo a la vez.

Martle parecía facinada por el hecho de que alguien se interesará en su muerte.

—¡Ay, fue horrible!— exclamó ella—. Pasó aquí en este mismo cubículo. Me escondí porque se reían de mis lentes... Estaba llorando. De pronto oí a alguien decir algo en una lengua extraña, entonces me di cuenta de que era un niño hablando. Así que salí para decirle que se alejara y... ¡Ah! Morí.

—¿Así nada más?—preguntó Ron incrédulo.

—¿Qué es lo último que recuerdas?—le preguntó Harry.

—Solo recuerdo un par de ojos amarillos sobre aquél lavabo— dijo señalando los lavabos detrás de nosotros.

Me acerqué al que ella señalaba.

—Pero este es el que no funciona... Nunca lo hizo—dije mirando a Harry que se acercó a observar el grifo.

—Aquí es... Mira, Cassy, tiene una serpiente grabada— me acerqué a observar mejor y en efecto si tenía una.

—Es la entrada—dije mirando a Ron.

—Harry, Cassy. Hablen parsel ahora—nos dijo Ron.

—Mejor hazlo tú, Harry— le dije dando unos pasos hacia atrás.

Él asintió mirándonos y suspiró para darse la vuelta y hablar.

—Abrete.

Vimos como el lavabo entero se movía para dejar lugar a un agujero que parecía no tener fondo.

—Muy bien, profesor—me giré apuntándole con la varita—. Es su momento. Usted primero.

—¿Y-yo? ¿P-por qué yo?—tartamudeo.

—Mejor usted que nosotros—respondió Ron.

Luego de empujar al profesor por lo que parecía un tobogán lo escuchamos quejarse al tocar el suelo.

Seguido de él saltamos Harry, Ron y yo.

La caída fue algo brusca, por lo que al caer me doblé el tobillo.

—Mierda.

—¡No digas groserías!—me reprendió Harry.

—Mi tobillo me duele. Creo que caí sobre una piedra—dije quejándome.

—No son piedras, Cassy— me dijo Ron.

Al observar con más detenimiento me dí cuenta de que no eran piedras, sino huesos de pequeños animales. La mayoría parecia de ratas.

—Miren esto— Harry se nos habia adelantado unos pasos y nos estaba mostrando algo que habia en el suelo.

Parecía piel de serpiente, pero media más de siete metros.

Dejé de escuchar lo que ellos hablaban y seguí caminando por dónde Harry se había adelantado.

Iba mirando las paredes de lo que parecía una vieja cueva hasta que está tembló y sentí como se desmoronaba.

Al girar hacia dónde estaban Harry y Ron con el profesor solo pude ver a Harry correr hacia mí mientras grandes piedras caían y nos separaban de Ron y el profesor Lockhart.

—¡Harry, Cassy!

—¡Ron!—gritó Harry mientras se acercaba a intentar quitar las piedras gigantes que habían caído obstruyendo el paso.

Escuché que siguieron gritando pero me concentré en tratar de buscar otra salida.

Caminé unos metros en dirección contraria a Harry y Ron y vi que habia una puerta.

Era una puerta doble con dos serpientes gigantes entrelazadas. Sentí como mí corazón latia cada vez más rápido y como un hormigueo subía desde mis codos a la punta de mis dedos. Debí pasar más tiempo del que creí parada frente a la puerta, ya que cuando me di cuenta Harry estaba chasqueando los dedos frente a mí rostro.

—¿Estás bien?—preguntó preocupado—. Cassy, tus ojos... Tus ojos están rojos.

Había preocupación y miedo en su voz, pero trató de que yo no lo notara.

—¿Q-qué?

—Está bien... Ahora no importa. Tenemos que entrar ahí —se paró a mí lado y tomó mí mano.

—Abrete—volvió a decir Harry en parsel, pero no sucedió nada como con los lavabos—. Inténtalo tú.

Lo miré a los ojos unos segundos luego asentí suspirando.

—Abrete—cuando las palabras salieron de mí boca las serpientes, que antes estaban enroscadas entre sí, comenzaron a desenroscarse. Cuando terminaron de hacerlo la puerta frente a nosotros se abrió.

Apreté la mano de Harry y nos encaminamos dentro de la cámara.

Esta era más grande que las anteriores, además de no estar cubiertas de huesos. A los lados en ambas paredes había estatuas de serpientes con grandes esmeraldas en los ojos y justo al final de la cámara había una estatua gigante del mismo Slytherin.

Era una estatua enorme, y justo a sus pies estaba tendido el cuerpo de Ginny.

—Ginny—susurré antes de soltar la mano de Harry y correr hacia ella. Estaba inconsciente en el suelo con el diario de Tom Riddle en sus manos—. No no no no, Ginny despierta, despierta por favor...

—Ella no despertará.

Un chico salió de detrás de una de las estatuas. Llevaba una túnica de Slytherin. Tenia la piel pálida y el cabello negro. Tenía una mirada arrogante y solo se limitó a mirarnos sin hacer nada.

—Oye, niño bonito—le dije—. ¿Quieres dejar de estar ahí sin hacer nada y ayudarnos?

—¿Tom Riddle?

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