XIII part. 2

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- Por favor...- suspiró Sana contra los jadeantes labios de su niñera, pero la verdad es que aún no sabía por qué rogaba o qué pedía.

No estaba acostumbrada a esta intensidad, no estaba acostumbrada a estos juegos, a ceder el control de esta manera, ni menos a obedecer.

Nayeon le había freído el cerebro y quería más. Deseaba más, deseaba todo, todo lo que Nayeon podía darle. Nadie la había hecho sentir como Nayeon, ni menos follarla tan bien.

Su cuerpo parecía incendiarse con cada roce que la mayor le propinaba, con cada palabra que salía de sus labios, con cada orden, con cada burla, con cada mínima intención de castigarla.

- Por favor...- rogó nuevamente Sana, tal vez Nayeon no la había escuchado la primera vez, así que rogó más fuerte.

- ¿Por favor qué Minatozaki?- preguntó la mayor, inspirando lentamente, intentando regular su respiración, disfrutando inconscientemente del aroma floral que tanto le encantaba de Sana.- ¿Por qué estás rogando ahora?- su voz sonaba burlesca.

- Te deseo.- suspiró Sana, acomodándose encima del cuerpo de la mayor, procurando entregar un pequeño vaivén sobre las piernas de su niñera y elevando su pecho con necesidad, intentando por todos los medios posibles que Nayeon tocase su cuerpo.

- Lo sé.- sonrió Nayeon, mientras acercaba sus manos a la correa y la acomodaba entre sus cuerpos para no jalar nuevamente de Sana.- Puedo ver como te retuerces sin siquiera tocarte, Minatozaki.- susurró con un tono burlesco.- Muévete.- ordenó la mayor mientras deslizaba sus manos hasta las caderas de Sana.

El cuerpo de la malcriada chica comenzó a moverse con desesperación, batió su cuerpo hacia adelante y atrás, sintiendo como Nayeon enterraba sus dedos sobre sus agitadas caderas, mientras los ojos de la abogada no se despegaban ni un segundo de su rostro, observándola como un animal, como un maldito animal a punto de cazar a su presa.

Sana sentía su respiración agitarse, podía sentir como el roce de su ropa contra su centro se sentía asfixiante, podía sentir como se mojaba ante su pervertido espectáculo para Nayeon, intentando complacerla con su obediencia, con su sumisión.

Las manos y mirada de Nayeon parecían inamovibles, penetrantes, inquebrantables.

Los ojos de la mayor se clavaban en los boquiabiertos labios de Sana, que poco a poco jadeaban ante el esfuerzo que hacía la menor por no dejar de moverse encima de ella y eso le agradaba. Le fascinaba como aquella malcriada chica se desvivía en ese preciso instante por agradarle, por obedecerle, por darle todo lo que ella le ordenaba, sin chistar.

Con lentitud llevó sus manos hasta los muslos de Sana, notando como un suspiro se escapaba de la boca de la menor. Acarició con suavidad las piernas de Sana, subiendo hasta el botón de su pantalón, desabrochándolo con tortuosa calma, notando como Sana jadeaba y detenía sus movimientos.

- ¿Ya te cansaste, Minatozaki?- preguntó Nayeon mirando fijamente sus ojos, mientras bajaba lentamente el cierre del pantalón de la mimada chica y recibía una negación con la cabeza.

- No, podría hacer esto toda la noche.- habló con narcisismo, obteniendo una pequeña risa por parte de la mayor.- Pensé que me necesitabas quieta unos segundos para hacer lo que estás haciendo ahora mismo.

- Otra vez tus comentarios innecesarios, Minatozaki.- respondió Nayeon mientras quitaba su mano del cierre del pantalón de Sana.- Ve a tu silla.- ordenó la mayor, levemente frustrada, notando como Sana suspiraba en señal de desaprobación.

- Siempre tienes que hacerlo tan difícil, maldita sea.- habló entre dientes Sana, mientras obedecía con molestia y se sentaba en la silla, procurando dejar la correa suelta, para luego cruzar sus brazos frente a su pecho y fruncir el ceño.

The Brat Tamer [+18] [SaNayeon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora