IX part. 3

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Ver la fragilidad y el deseo de Sana era excitante, casi parecía una obra de arte. Su cuerpo descansaba tan inquieto en su cama, tan deseoso, tan desenfrenado que Nayeon sentía sus dedos temblar de lujuria.

Que deliciosa escena era frustrar a la malcriada mocosa, que exquisito se sentía someterla al fin, obligarla a obedecer aunque no quisiera, aunque su cabeza siguiera haciéndole creer que podía exigirle algo. Era increíblemente intoxicador, más para una chica como Nayeon. Una chica que solo deseaba poder, solo deseaba obediencia y demostrarle que ella era la única que podía estar al mando, que Sana no sería más que su malcriada sumisa.

Nayeon respiró con suavidad, mentiría si dijera que ella no estaba mojada también por el dulce sonido de los ruegos de Sana.

Sus dedos tentaban suavemente los pliegues de la menor y se sentía delicioso, embriagador, excitante.

- ¿Podrías decirme una vez más que es lo que deseas?- tentó nuevamente la asesora, mientras podía sentir como la humedad de Sana se acumulaba en sus dedos.- Y no olvides pedirlo bien.

Sana resopló con fuerza, procurando cerrar sus ojos para recolectar dentro de ella todas sus fuerzas para poder pedir aquello que desesperadamente necesitaba. Recolectando sus fuerzas para darse por vencida.

- Im Nayeon...- inició lentamente, mientras relamía sus labios con dificultad debido a lo seca que se encontraba su boca.- Podrías...- suspiró pesadamente.- Podrías por favor...

- ¿Si?- preguntó Nayeon mientras acercaba su rostro tranquilamente hacia los lastimados muslos de la menor. Con calma sacó su lengua y la arrastró contra las marcas que le había provocado minutos antes.- Te estoy escuchando, Minatozaki.

Sana podía ver los ojos de Nayeon fijos en ella, podía sentir como estos perforaban sus resecos labios, podía sentir la calidez de su lengua juguetear en aquellas incómodas y dolorosas marcas, podía sentir su respiración expandirse por su febril piel.

- Podrías por favor...- no podía terminar la frase, simplemente no salía de sus labios aquella súplica, hasta que sintió la lengua de Nayeon subir hasta su ingle.- Por favor cógeme.

La lengua de la asesora se dibujaba revoltosa sobre la ingle de Sana, descendía y ascendía, forzando a la menor a retorcerse ante la agonía.

- Dime que eres, Minatozaki.- respondió con su voz pesada, mientras cambiaba de ingle y lamía gustosa el interior de los muslos de la menor.

- Soy...- jadeó ante el insistente estímulo.- Soy tu perra obediente.

- Sí, lo eres.- respondió con una sonrisa en su voz.- Y te entrenaré muy bien, perrita.

- Sí por favor, por favor entrena a tu perrita.- insistió mientras sentía su cuerpo convulsionar ante las sucias palabras y el deseo de más contacto con la lengua de su asesora.

Nayeon dejó pequeños besos en las marcas de la menor, para luego morder el interior de sus muslos.

- Mierda...- gimoteó Sana.- ¡Deja de marcarme!

Pero Nayeon la ignoró, con sus dedos separó suavemente los labios de Sana, disfrutando de la humedad de su centro ante sus ojos, mientras Sana volvía a retorcerse.

La mayor acercó su boca lentamente hasta el sexo empapado de Sana, sopló suavemente contra su hinchado y necesitado clítoris, disfrutando de cada espasmo que abandonaba el cuerpo de la menor.

- Vas a contar, Minatozaki.- habló junto a su sexo, elevando la mirada al rostro de la menor.- Vas a contar cuántas lamidas te doy.

- Mierda...- jadeó Sana desesperada, anticipando la calidez de la lengua de la mayor.

The Brat Tamer [+18] [SaNayeon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora