Lisa llamó a Jennie a su casa y se sorprendió de que no estuviese. La llamó al móvil y tampoco contestó. Preocupada porque era ya muy tarde salió corriendo de su casa. Estando ya en el jardín miró hacía el tejado de su propia casa y ¡allí estaba! Suspiró aliviada y subió por la escalera, que se tambaleó levemente con el peso. Se sentó junto a ella y miró el cielo estrellado.
- ¿Qué ha sido ahora? - preguntó Lisa despreocupada.
- No lo sé. Me fui en cuanto empezaron a discutir. La escena pierde su gracia cuando se repite diariamente - explicó Jennie mirando a la nada.
- No entiendo por qué no te vas de tu casa - replicó tras un suspiro - ¡No eres feliz allí!
- ¡Dramática! - bromeó intentando improvisar una sonrisa.
- ¿Por qué estás en mi tejado entonces? - replicó irritada - Eres la única adulta de esa casa.
- Es posible - confirmó con tristeza - Pero son mis padres y sin mí, acabarían matándose entre ellos. Mi madre acabaría llevando acabo alguna de sus estúpidas amenazas y mi padre acabaría dejándola o metiéndola en un manicomio - suspiró resignada y la miró con una radiante sonrisa - ¡Soy indispensable!
- Cambiemos de tema - propuso Lisa - Hace tiempo me dijiste que necesitabas trabajo para tener algo de dinero.
- Sí, no quiero tener que acudir a mi padre para esas cosas. Ya sabes como es. Prefiero un dinero seguro por si lo necesito para algo.
- Jen, soy yo. No me mientas. Sé que quieres dinero para pagar las facturas que a tu padre se le "olvida" pagar. Eres la única que hace la compra y se ocupa de esa casa.
- Vamos, ¡que soy una santa! - bromeó con desgana.
Desde que su padre había emprendido la autonomía laboral, Jennie se tuvo que preocupar de que el dinero se invirtiera, en alguna medida, en el hogar familiar y no solo en el negocio, como su padre deseaba. Su madre, aunque muy buena, era muy inmadura y caprichosa, cualidades que disgustaban a su hija tanto como provocaba la necesidad de protegerla. Con los años había aprendido a no involucrarse en las peleas entre sus padres, ya que ella era la única que sufría con ellas. Pasaba horas llorando en su habitación pensando que cuando saliese vería como su madre se marchaba o su padre tenía el coraje de gritarla y decirle cuanto deseaba que cumpliese su promesa de marcharse. Pero siempre se encontraba la misma escena, los dos abrazados y besándose, como dos colegiales, actuando como si nada hubiese pasado. Solo Jennie sufría. Hasta que decidió salir de escena y huir a los acogedores brazos de su amiga. O a su tejado.
- ¿Quién era el tipo que estuvo en la universidad esta mañana contigo? - preguntó preocupada - Era... - elegante, pensó Lisa y tuvo que admitir que guapo - mucho mayor que tú.
- Tranquila hermanita mayor - se burló soltando una carcajada - ¿Crees que un tipo así se fijaría en mi? -¡Por supuesto que sí!, se contestó ella misma en la mente.
- Bueno... yo solo pensaba que era raro que te buscase - contestó aliviada.
- Era mi jefe - afirmó sin pensar- Trabajo... ahm... ¡cuido a sus hijos! Eso es, por las noches. Por eso no puedo salir con ustedes. Y me fue a buscar porque... su mujer me despidió el sábado y venía a disculparse en su nombre. Había tomado de más y se habían peleado. La tomó conmigo - mintió ella.
- ¡Oh, vaya! No me dijiste. Me alegro que hayas encontrado algo. Cuidar niños no debe ser muy difícil. Aunque nunca me llames para que te ayude.
Lisa continuó bromeando sobre su supuesto trabajo, mientras que ella se reía para sus adentros, pensando que no era tan diferente de lo que hacía en realidad. Sin duda, los tipos con los que tenía que lidiar cada fin de semana no eran ni mucho menos, unos niños, pero muchos se comportaban como tales. Todos ellos, para ser más exactos. Y creían que ella era su juguete. Un juguete por el que todos se peleaban cada noche y con el que soñaban y recordaban cada día. Pero solo era una fantasía más. Ese era su trabajo, provocar los deseos y lujurias de todos ellos, entretenerlos y sobre todo, hacer que se quedasen y consumiesen. Y lo hacía realmente bien. Tanto, que su jefe tuvo que ir a buscarla, tras hacer una caja con la mitad de las ganancias esperadas. En poco tiempo se había hecho muchos amigos, los cuales se marcharon en el acto al saber que ella no estaba. Así que para asegurarse los beneficios, había sido ascendida a relaciones públicas. No estaba mal para una simple bailarina, pensó orgullosa.
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Amigas Desconocidas || ᴊᴇɴʟɪꜱᴀ ||
RomanceLalisa Manoban era una chica guapa, seductora e inteligente. La mujer perfecta, que toda mujer desearía. Y lo sabía. Se había encargado personalmente de que todas ellas se lo confirmarán. No había fémina que se le resistiese. Aunque dulce y atenta c...