El sábado por la noche Lisa había hecho todo lo imaginable para no pensar en Jennie. Pero acababa siempre recordando la suavidad de su piel como si la estuviese tocando en ese mismo instante. Y terminaba frustrada imaginándosela con Rosé. Ella podía tocarla y no era lasciva. Ella podía besarla y no era inmoral. Ella podía.... que ni se le ocurriese hacer nada más porque la mataría en ese instante, pensó Lisa.
"Tú no tienes ningún derecho sobre ella", le dijo una estúpida vocecita que se había alojado en su cerebro después de la pasada noche. Tenía todos los derechos porque ella la... no fue capaz de seguir con el pensamiento. La quería mucho, siempre la había querido y siempre la querría. Pero no la amaba. No en el sentido pasional. Bueno sí la deseaba, pero ¡se le pasaría! Y después ¿qué? ¿Destrozar una relación tan perfecta solo para un polvo rápido? ¡No! Le dolía el corazón solo pensar en perderla.
Además, si Lisa se atreviese a intentar algo con ella era bastante probable que Jennie le diese una paliza por solo acercársele con esa intención. Sonrió sin diversión. Jennie era ese chico que hay en todas los grupos al que acuden los más débiles para que lo protejan. No es que fuese muy fuerte físicamente, pero tenía coraje. Le daba igual el tamaño de su adversario, si se metían con uno de los suyos, ella atacaría. No pudo evitar acordarse del día en el que un grupo de cinco chicos la habían acorralado y le estaban pegando cuando ella llegó y comenzó a lanzar patadas y puñetazos en todas direcciones. Había acabado con el labio roto y cientos de moratones, pero ellos no habían acabado mucho mejor. Era bueno para la salud de cualquiera no enfadarla. Puede que ya no utilizara los mismos métodos pero seguía siendo la misma fiera.
- Lisa ¿en que demonios estás pensando? - preguntó Sana enojada.
- ¡Tengo que irme! - exclamó Lisa, ignorando el tono de ella.
- ¿Ahora? - dijo perpleja, señalando a la cama deshecha y a ella misma desnuda.
- Sí, ahora - afirmó ella vistiéndose apresuradamente.
- ¡Lisa no te puedes ir otra vez así! – protestó rabiosa - Si ni siquiera habíamos empezado - gritó Sana al verla salir por la puerta.
- ¡Ni empezará nunca más! - informó como un estruendo haciendo que Sana cayese sentada en la cama. Ella supo que nunca volvería a buscarla, aunque no supiese por qué. Desde que la había buscado esa noche, no había sido la chica encantadora que derrite los corazones a su paso, sino bruta y arrogante.
- ¿Hay alguien en tu depa? Necesito despejarme un poco - le había dicho ella con el ceño fruncido.
Sana había ignorado el tono porque iba a conseguir lo que quería, que todos las vieran irse juntas. Pero sabía que Lisa no quería nada de ella salvo sexo. Ella era consciente de que Sana vivía sola por lo que la pregunta le había parecido absurda. Pero fue la confirmación de lo que ella quería, a lo que iba, para lo único que la deseaba. Pero esa noche ella no la besaba como siempre. Apretaba los labios contra ella, eso no era besar. Y no había notado ningún signo de excitación, ¡Ninguno! Incluso cuando se desnudó, su erección era inexistente ¿Se habría ido por eso? ¿Tendría algún problema? pensó Sana. No era su problema. Era una cretina y le pagaría lo que le había hecho.
Lisa ardía de rabia. No podía acostarse con Jennie pero tampoco con otra ¡Eso no podía ser posible! Nunca le había pasado algo parecido. Entró en el primer bar que encontró y se sentó a beber. Tras varios tragos una rubia espectacular se sentó junto a ella. Fue educada pero directa. En menos de una hora estaban besándose en la entrada del departamento de ella mientras ésta buscaba las llaves para entrar. Lisa rezaba para que su amigo no volviese a jugarle una mala pasada.
Ya dentro de la habitación la chica comenzó a desvestirla y ella estuvo a punto de pararla porque no había conseguido excitarla como necesitaba. Pero entonces la chica tomó sus manos y las colocó en su cintura. Con ese roce Lisa recordó automáticamente el contacto con la seda que rodeaba el suave cuerpo de Jennie y se excitó en el momento. Sin mirar a la cara de la chica, la desnudo de inmediato y acabó con su tarea aún más rápido.
ESTÁS LEYENDO
Amigas Desconocidas || ᴊᴇɴʟɪꜱᴀ ||
عاطفيةLalisa Manoban era una chica guapa, seductora e inteligente. La mujer perfecta, que toda mujer desearía. Y lo sabía. Se había encargado personalmente de que todas ellas se lo confirmarán. No había fémina que se le resistiese. Aunque dulce y atenta c...