Capítulo 20: Una voz misteriosa.

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—¡Al suelo! —avisó Taeyong, tirándose de golpe.

Los disparos no estaban dirigidos a la casa, ni siquiera a nosotros, solamente se escuchaban a lo lejos. Mi curiosidad me ordenaba salir para ver quien efectuaba esa acción, mientras que mi sentido común lo negaba. Tenía que ser un completo estúpido para salir en momentos como ese.

Los infectados dejaron de golpear la puerta, centrándose ahora en la fuente que provocaba aquel sonido.

Me levanté para ir a abrir; era nuestra oportunidad para escapar.

—¡¿Qué crees qué estás haciendo?! ¡¿Quieres qué nos maten?! —Mina me jaló del brazo, impidiéndome abrir la puerta.

—No, para nada —negué—. Pero debemos irnos ahora —indiqué.

—Esos disparos atraerán a más de esos. Además, ¿Y si esa persona nos llega a disparar? ¿Qué tal si viene acompañada? Dudo mucho que nos quieran ayudar —siguió sin soltarme.

—E... ella tiene razón —dijo Taeyong, aún tumbado.

Hice caso a su argumento, soltando la manija.

—Entonces... ¿Seguiremos esperando? —inquirí mientras resonaban los disparos y aumentaban los gruñidos. Habían llegado más de esas cosas.

Fue en ese instante donde no sabía qué hacer.

—Mientras esos bichos andan ocupados, busquemos cosas útiles —exclamó Myoui, yendo hacia el piso de arriba.

—Pero si acabamos de revisar —repliqué.

Ella no me escuchó. Por mi parte, yo ya había conseguido unos cuchillos nuevos. Los encontré cuando cociné.

Al cabo de unos minutos, Mina bajó con unas cosas.

—Debajo de la cama encontré esta escoba —me la entregó—. En el armario hallé una cinta adhesiva y un desodorante a medio usar —ese último objeto me otorgó una idea.

—¿Tienes fósforos? —le pregunté.

—No. Tú tenías —espetó.

—Sí, pero los usé para encender la estufa —expresé. No tengo la habilidad de encender la estufa con un solo fosforo. Tengo que ocupar varios para lograrlo.

—De todas maneras, llevemos el desodorante. Podría sernos útil —recomendó Taeyong.

Confirmamos, asintiendo. Corté uno de los extremos de la escoba, en ese lado, con la cinta adhesiva até los cuchillos, creando así una lanza.

Taeyong guardó el desodorante en su mochila.

Mina me insistió para no salir, aunque sus plegarias se cayeron cuando las ráfagas cesaron, y una voz se escuchó.

—Pueden salir... —dijo esa voz. Parecía provenir de un adulto.

—¿N-no nos hará... daño? —Taeyong quiso saber.

—No. Si eso quisiera ya lo habría hecho —respondió secamente—. El callejón está despejado. Qué tengan un buen día —unos pasos comenzaron a escucharse cada vez más lejos, hasta desaparecer.

Empujé lentamente la puerta. Divisé a ambos lados del callejón. No había nadie, salvo un sin fin de cadáveres putrefactos.

—Quién sea qué fuese, nos salvó el pellejo —comentó Taeyong, agradecido.

—Debemos seguir. Nuestros amigos deben estar preocupados —vociferó Mina al salir de la casa.

El olor era fuerte. Olía cómo a cloro, aunque Taeyong nos dijo que olía a madera mojada.

I Will Never Leave You AloneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora