Capítulo 24: Decisión desesperada.

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Desperté sobresaltado por el sofocante calor. Los últimos días habían sido tan abrasadores que el hielo se derretía en milisegundos. Anhelaba la lluvia para poder dormir fresco. La situación en la que nos encontrábamos solo añadía más peso a mi mente; el calor era apenas un reflejo del infierno que vivimos a diario.

Salí de aquella habitación plagada de una total soledad ya que ni Taeyong ni Seungkwan se encontraban allí, lo cual no era inusual, ya que Taeyong ni bien se despertaba iba a su huerto, y Seungkwan se iba a vigilar desde la ventana que está en el pasillo del segundo piso.

En ese pasillo, me encontré a Mina hablando con Sana. Sentí un leve alivio al ver a caras conocidas; sus presencias me recordaban que no estaba solo en este infierno.

—Buenos días —las saludé a ambas, alzando mí mano derecha.

—Buenos días, Jae —me dijo Sana, amablemente, seguido de un corto abrazo.

—Hey, buenos días —exclamó Mina.

—¿Qué tal, Mina? ¿Dónde están los demás? —inquirí.

—Bueno, Taeyong, Jihyo, Nayeon y los nuevos salieron en busca de provisiones apenas amaneció, y Seungkwan está afuera regando las plantas de Taeyong —respondió. La mención de los nuevos me dejó una sensación de inquietud. Sabía que la desconfianza era una constante en estos tiempos, pero también entendía la necesidad de colaborar para sobrevivir.

—¿Los nuevos? —pregunté—. ¿Te refieres a Eunji y su grupo?

—Ajá, sí, ellos —contestó, rodando los ojos—. Esos tipos no me dan mucha confianza. Tengo el presentimiento de que están esperando la oportunidad para robar nuestra comida y agua.

La desconfianza de Mina no era infundada, pero me dolía pensar que incluso en tiempos tan difíciles, debíamos dudar de la humanidad de otros. ¿Acaso este apocalipsis había destruido más que solo nuestra sociedad?

—Ya basta, Mina, yo creo que son buenas personas —le dijo Sana.

—No podemos confiarnos de nadie ahora mismo. Quizás no sean las personas que aparentan ser —reclamó.

—Lo mejor que podemos hacer es observarlos y mantener nuestra distancia con ellos, al menos por ahora, hasta que sepamos que son de confianza —opiné. Tanto Mina como Sana aceptaron mí propuesta.

Mina se acercó un poco más a nosotros y nos dijo:

—Si esas personas llegan a hacer daño a alguno de nosotros, te juro, Jae, que no tendré piedad sobre ellos —sentenció. Su voz denotaba desconfianza e ira. En sus ojos, vi reflejada la misma desesperación que sentía; todos estábamos al límite, luchando por sobrevivir y aferrándonos a lo poco de humanidad que nos quedaba.

—De acuerdo —acepté, alejándome un poco de ellas—. ¿Ya desayunaron? —les pregunté mientras me dirigía a las escaleras.

—Ya —dijeron ambas al mismo tiempo.

—De acuerdo. Entonces, tendré que desayunar solo —dije, bajando las escaleras.

Mientras descendía, no pude evitar sentir un leve pinchazo de soledad. El desayuno siempre había sido un momento para compartir, y ahora, cada uno parecía seguir su propio camino. Preparé una sopa instantánea que había guardado en mí mochila por cualquier cosa, su sabor insípido reflejaba el estado de ánimo de la casa.

El silencio en la cocina era palpable, mucho más de lo habitual. Me pregunté por qué mis amigos no me avisaron ni despertaron para que los acompañara. ¿Estaban comenzando a distanciarse? ¿O simplemente fue un olvido en medio de la prisa?

I Will Never Leave You AloneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora