Capítulo 22: La ciudad fantasma.

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Y así, la futura abogada y yo nos dispusimos a buscar la manera de reforzar la puerta principal. Sin pensarlo mucho, colocamos un mueble frente a este. No creía que una de aquellas cosas pudiera romperla o atravesar, así que esa fue nuestra idea.

—Y bien, ¿Cómo estamos de provisiones? ¿Cuánto tiempo aguantaremos aquí? —demandó Nayeon.

—Lo suficiente, creo. Aún no tenemos un plan definido —exclamó Taeyong, mirándome.

—Primero nos acomodemos y ya veremos qué hacer después, ¿De acuerdo? —contesté, agotado. Todos asintieron.

El esfuerzo que hice horas atrás me hizo querer caer al suelo por segunda vez.

Nos agrupamos en dos grupos a la hora de irnos a dormir. En el cuarto de los padres de Taeyong durmieron Sana, Mina, Jihyo y Nayeon; mientras que en el cuarto de Taeyong dormimos Seungkwan, él y yo. Les confieso que esa noche, por más que lo intenté, no pude conciliar el sueño, culpa de Seungkwan y del propietario de la habitación, quienes roncaron en todo lo que restó de la noche.

A la mañana siguiente me dirigí al jardín que tenía Taeyong a inspeccionar sus cultivos. ¿Qué les puedo decir? No tenía nada qué hacer.

—Buenos días —alguien habló detrás de mí. Era Taeyong.

—Buenos días —le respondí por igual.

—Me costó mucho esfuerzo hacer que esos tomates crecieran —manifestó, acercándose a su vivero—. Me alegra ya no tener que ir hasta el supermercado —desternilló, sintiéndose aliviado.

—¿Solo has cultivado tomates? —inquirí.

—No. Asimismo, he sembrado papas y zanahorias —contestó—. Las tengo en la alacena —agregó.

—Supongo que esta vez me toca cocinar a mí —comenté, esperando su afirmación.

—Así es. Ayer cociné yo, por lo que hoy te toca a ti —argumentó.

Desde ya hacía tiempo implementamos el que cada uno se turnaba para cocinar. Ayer le tocó a Taeyong, por lo cual yo era el siguiente.

Luego de haber hecho el desayuno para todos, decidí salir a explorar, aunque primero se lo comenté a Mina y a Taeyong, quienes aceptaron que saliese a ver cómo estaba la situación allá afuera.

Antes de que me dispusiera a abrir la puerta que daba a la calle, Jihyo me habló.

—¿A dónde vas? —me preguntó. Ella no sabía de mí exploración.

—Iré a ver cómo está todo allá afuera. No voy a tardar —le dije de la forma más tranquila para que ella no se fuera a alterar.

Al salir, me topé con un panorama desolador. Las calles estaban desiertas, y un silencio sepulcral contrastaba con el bullicio habitual de la ciudad.

Caminé con cautela, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, mientras observaba cada rincón en busca de algún indicio de vida o peligro. El aire estaba cargado de una tensión palpable, como si estuviera a punto de estallar en cualquier momento.

Me detuve frente a una farmacia saqueada, donde los estantes estaban vacíos y los vidrios rotos cubrían el suelo. Fue entonces cuando escuché un leve murmullo que provenía del interior del establecimiento. Con precaución, me acerqué lentamente, preparado para lo peor.

Al asomarme por una ventana rota, me encontré con una escena desgarradora. Varias personas estaban acurrucadas en el suelo, temblando y retorciéndose de dolor. Sus rostros estaban pálidos y contorsionados por la agonía, mientras que el suelo a su alrededor estaba manchado de sangre y vómito.

I Will Never Leave You AloneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora