23.

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23.  Un pequeño beso.

Spreen seguía comiendo en silencio, sentía la mirada atenta del hechicero puesto en el, eso lo hacía sentir un poco incómodo.

—¿Sucede algo?— Spreen preguntó finalmente.

—Nada, solo que... Hay personas que se queman las manos cocinando y al final su comida es devorada por otros.— Juan se quejo no muy sutilmente, hasta se había tocado el pecho dramáticamente con las ilusión de crear un poco más de lástima.

Spreen parpadeo unos segundos confundido. —Pero vos me lo diste.—

Juan lo miró indignado. —Al menos me podrías haber invitado un poco, les das la mano y te agarran del hombro.—

—Pero no me pedís.—

—No me preguntaste.—

Spreen suspiró derrotado ante las quejas del hechicero, fingió sin mucho esfuerzo una sonrisa y acercó el plato a su acompañante. —¿Querés un poco Gafotas?—

Juan ignoró el evidente falso intento de ser amable y asintió. —Si tanto insistes.— Agarró un tenedor de la mesa y probo con emoción su platillo, están orgulloso de sí mismo, no vomitar por algo que el mismo hacía ya era un gran paso en su vida culinaria.

Spreen lo miró unos segundos antes de hablar nuevamente. —¿En qué idioma están los libros de tu cuarto?— Spreen había visto los libros  mientras el hechicero le daba el tour y le generó intriga el darse cuenta que los libros no estaban en un idioma que conociera.

Juan pasó un poco más rápido su comida para poder contestarle, claramente casi se ahoga. —Están en Latín. —

Spreen lo miró un poco sorprendido y bromeó. —¿Típico de hechiceros no?—

—Es nuestra marca personal.— Juan contestó un poco arrogante, aunque el no tuvo que aprender Latin y simplemente supo leerlo después de esa experiencia con el portal, eso no le quitaba su orgullo.

—¿Podemos ir a verlos?— El argentino tenía que tomarle fotos a esos libros, ya tenía muchos fotos para el, ahora necesitaba más fotos para su revista.

—¡Claro!—

Juan se levantó de la silla, agarró el plato que ya había terminado y lo dejó en el fregadero, después lo lavaria, ahora tenía una meta, impresionar a Spreen.

Los dos chicos subieron por las escaleras de madera y llegaron a la amplia habitación del hechicero, Spreen se sentó en la cama y Juan sacó unos cuantos libros de los estantes, tirandolos sin mucho cuidado al lado de Spreen.

Juan también se sentó en la cama, ahora estaban uno frente al otro, Spreen agarró uno de los libros con curiosidad, este tenía una cubierta morada con unos símbolos extraños por encima. —

—Decime que dicen.— El azabache le entregó el libro al de cabellos marrones.

Juan tomó el libro y lo leyo por unos segundos antes de cerrarlo y hablar con aburrimiento. —Es de posciones y hechizos básicos. Nada interesante. —

—"Nada interesante" ¿qué es interesante para un hechicero como vos?— Spreen preguntó mirando el libro en las manos del hechicero, para el, bueno para cualquier persona alejada de lo mágico esto ya era lo suficiente sorprendente.

—Tu eres interesante.— Juan hablo con gracia mientras le daba un pequeño guiño.

Spreen sonrió un poco cohibido e intentó ignorar la "broma" del contrario. —Decime de una vez.—

𝘕𝘰𝘵𝘢 𝘥𝘰𝘳𝘢𝘥𝘢. #𝙨𝙥𝙧𝙪𝙖𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora