SA | ❝ Déjame tomar tu mano y demostrarte que hay un camino hacía la tranquilidad.❞
Siempre se solía decir que la amabilidad y la lealtad de un Hufflepuff no encajaría jamás con la astucia y ambición de un Slytherin, pero que grande equivocación. Le...
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best friends
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Estaba decidida y nadie podría hacer que cambiara de opinión, ni siquiera las súplicas de su mejor amiga y de su primo, quiénes casi corrían detrás de ella llamándola. No pararía su caminata para enfrentarlos, de ser así, lo único que querrían hacer era persuadirla para entrar en razón.
—¡Piensa bien lo que harás, Leia! —gritó Grace, intentando alcanzarla —. ¡No sigas el consejo de Riddle!
Pero hizo oídos sordos y apresuró su andar, tanto, que dejó atrás al par. Definitivamente, Tom tenía toda la razón y a pesar de que le pedían que no siguiera su consejo, lo haría, por dos razones. La primera era que le gustaba como él pensaba y la segunda era porque sabía que eso la haría sentirse mejor con ella misma.
Al cabo de unos cinco minutos, salió del castillo y se encaminó hasta un árbol, donde logró visualizar la rubia cabellera de Ophelia, y como era de esperarse, Hermes estaba sentado a su lado. Por instinto, puso los ojos en blanco, pero no porque le molestara que estuvieran juntos, sino, porque él comenzaba a caerle muy mal por esas actitudes supremas hacia su persona.
A unos metros, estaba Tom, junto a sus dos compinches: Malfoy y Lestrange. El pelinegro la miró y le guiñó un ojo, acompañado de una sonrisa ladina, después dijo algo –evidentemente inaudible para sus oídos –y los otros dos chicos dirigieron su mirada hacia ella.
Al estar bastante cerca a Ophelia, la castaña respiró hondo y tomó una bocanada de valor.
—Brown —la llamó, a diferencia de la chica, su voz si fue neutra y baja.
La rubia giró sobre sus talones para responder al llamado, sin embargo, al parecer no era a quien esperaba, pues al ver que era Leia, borró de inmediato la sonrisa que tenía momentos antes.
—¿Qué quieres, Redmayne? —masculló, arrugando la nariz.
La aludida no se hizo esperar y levantó su mano para estamparla contra la mejilla de su contraria, dejando como consecuencia su mano marcada en el área afectada.
Automáticamente, la atención de todos los estudiantes cayó sobre ambas chicas. Hermes no reaccionó como esperaba, él solamente abrió los ojos en exageración.
—¿Qué te pasa? —chilló Ophelia, con la mano en su mejilla y los ojos notablemente llorosos —. ¿Quién te crees qué eres para golpearme?
—Alguien mucho mejor que tú, claramente —contestó Leia, en tono golpeado —. Esto fue por la bofetada que me diste hace días y para que te des cuenta de que no soy una estúpida y de que puedo defenderme. Espero que esto te sirva como advertencia y que te haga pensar dos veces antes de volver a ponerme una mano encima.
