SA | ❝ Déjame tomar tu mano y demostrarte que hay un camino hacía la tranquilidad.❞
Siempre se solía decir que la amabilidad y la lealtad de un Hufflepuff no encajaría jamás con la astucia y ambición de un Slytherin, pero que grande equivocación. Le...
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Las rondas nocturnas continuaron y eso tenía como sinónimo que Hermes la acompañaría esa noche. Tenía en mente hablar con el profesor Dumbledore o con el director Dippet para llegar a un acuerdo y cambiar de compañero, puesto que ya no se sentía cómoda, agregando que ahora lo detestaba por molestar y golpear a su novio.
Esa noche, mientras recorría uno de los pasillos menos iluminados, a su mente llegaron los diversos dilemas a los que había sido sometida desde su ruptura y desde que conoció a Tom. A pesar de que la mayoría eran temas equilibrados por ser ambas cosas, siempre estaría agradecida porque había aprendido de cada problema que sucedió en su momento.
Se hallaba totalmente sola realizando su ronda de prefecta, por lo que se sintió bastante bien, ya que no quería lidiar con ciertas personas que no aportaban cosas buenas a su vida –evidentemente se refería a Hermes– y solo la hacían enfadar. Todo estaba tan oscuro y silencioso que le brindaba un ambiente de misterio al castillo, los retratos estaban dormidos, no había señal alguna de Peeves, así que en general todo estaba en orden.
Cuando pensó que era hora de terminar su recorrido, empezó a caminar de regreso a su sala común. Pasando cerca de una puerta que estaba entre abierta, se detuvo y se acercó un poco para comprobar que no se encontrara algún alumno. Estuvo a punto de descartarlo, pero el ruido de un banco moverse la hizo dudar.
—Es toque de queda —enunció en forma de advertencia —. Salgan ahora y les daré la oportunidad de volver sin necesidad de enfrentar problemas.
Silencio fue lo único que obtuvo.
Dispuesta a encontrar a quien fuese el gracioso que estuviera escondido, posicionó su varita, lista para invocar el encantamiento revelio, sin embargo, antes de que sus labios lo pronunciaran, la silueta de alguien apareció frente a ella.
—Ay no —murmuró para ella misma y negó con cansancio.
Hermes era quien estaba frente a sus narices, con ambas manos hacia arriba y expresión asustada.
—Hola —saludó él, intentando sonreír.
—¿Otra vez tú? —interrogó Leia, con visible fastidio.
A esas alturas ya esperaba que Ophelia saliera de escondite, pero no sucedió, por lo que se cruzó de brazos y miro mal al Ravenclaw.
—¿Por qué me ves así?
—¿Dónde está Ophelia? —le recriminó, a lo que su contrario frunció el entrecejo sin entender. Ella bufó con fastidio al ver su reacción —. ¿No han aprendido la lección? ¿A caso quieren que le quite doscientos puntos a cada uno?
—Oye, tranquila —pidió Hermes, haciendo un ademán con ambas manos para que se relajara —. Ella no está aquí.
—Entonces dime, ¿qué haces en un aula vacía a altas horas de la noche y a oscuras?
