SA | ❝ Déjame tomar tu mano y demostrarte que hay un camino hacía la tranquilidad.❞
Siempre se solía decir que la amabilidad y la lealtad de un Hufflepuff no encajaría jamás con la astucia y ambición de un Slytherin, pero que grande equivocación. Le...
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true love
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Miles de pensamientos de todo tipo rondaban por la mente de Leia, tanto buenos como malos. Hace unas horas había besado a Tom y no negaría que en ese instante sintió que el tiempo se detuvo y se centró solamente en ellos dos, olvidando por completo que aún seguía rota por dentro y que el miedo a ser reemplazada seguía intacto.
Sin embargo, no era nadie para negarle a su corazón volver a experimentar sentimientos románticos por alguien más. Después de todo, ella no mandaba en eso, no obstante, sabía que si podía moderarse, pero ese era el problema, Leia vivía en un dilema interno en el cual no sabía si dejarse llevar por la adrenalina de emociones que ese pelinegro le provocaba o ser más prudente y sanar antes de iniciar algo serio con alguien que probablemente si valdría la pena.
Algo tenía bastante claro y eso era que no tenía ningún vínculo que la aferrara a Hermes, claramente él había quedado en el en pasado y eso gracias al mismo chico que besó unas horas atrás. Lo que de verdad la hacía dudar eran las inseguridades que Hermes le había ocasionado al terminar con ella y no sería tan egoísta para dejar que su nuevo interés romántico cargara con ese peso y en ese caso, era Tom.
Cansada de pensar mucho, suspiró con pesadez y se incorporo para salir de habitación, estaba decidida y ya no había vuelta atrás.
Temblando por el frío y por la ansiedad que le provocaban los nervios, formó un ovillo con su mano derecha y golpeó un par de veces la puerta de la habitación de Tom. Bastaron unos segundos para que el pelinegro abriera la puerta.
—¿Te he despertado? —le preguntó, intentando ignorar lo atractivo que se veía con la pijama arrugada y su oscuro y largo cabello desordenado.
—No, de hecho no puedo conciliar el sueño —respondió él, con voz ronca.
—¿Puedo pasar?
—Es tu casa, puedes pasar a donde quieras y cuando quieras.
La intención de Leia era reír, pero lo único que salió de su garganta fue un gutural sonido, algo extraño. Pero no era su culpa, entre la inquietud, el pesimismo que le ocasionaban sus pensamientos negativos y lo bien que se veía Tom, no podía comportarse de manera coherente, por lo que cerró los ojos con fuerza y sacudió la cabeza para espantar todo eso.
—¿Estás bien? —inquirió Tom, entre angustiado y divertido.
—Sí, estoy bien —afirmó la castaña —. Y tienes razón, es mi casa, pero necesito tu permiso para poder pasar e invadir tu privacidad.
El pelinegro se recargó en el umbral de la puerta y se cruzó de brazos, al mismo tiempo que arqueaba una ceja.
—Usted puede pasar e invadir mi privacidad cuando guste, señorita Redmayne.
