SA | ❝ Déjame tomar tu mano y demostrarte que hay un camino hacía la tranquilidad.❞
Siempre se solía decir que la amabilidad y la lealtad de un Hufflepuff no encajaría jamás con la astucia y ambición de un Slytherin, pero que grande equivocación. Le...
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first snow of christmas
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Al día siguiente, Leia le propuso a Tom ir de compras navideñas, por lo que el chico no se negó y no porque le agradara la idea de salir y ver a muchas personas rondando por ahí, sino, porque pasaría más tiempo junto a ella.
Esa mañana, los dos jóvenes entraron a una tienda de ropa y cuando los ojos de Leia se centraron en un traje completamente negro y una boina elegante, chilló de felicidad y comenzó a aplaudir, a la par que daba unos cuantos brincos. El pelinegro sonrió.
—¡Este será tu regalo de cumpleaños!
Tom frunció la frente y arrugó los labios.
—No sé si sea de mi talla.
—Es por eso que hay vestidores —señaló una puerta negra que arriba tenía un letrero con la misma palabra —. Ahora ve y pruebatelo.
Él vaciló un poco antes de bufar y tomar el traje para adentrarse en el vestidor. Al salir, la castaña se llevó ambas manos a los labios para ahogar un grito de emoción, después, sonrió encantada.
Leia pensó que Tom era tan atractivo que todo lo que llevara puesto le quedaría muy bien, incluso un saco de papas, pero definitivamente el color negro era lo suyo, pues resaltaba cada marcada facción de su rostro y le brindaba tanto porte que dejaría fascinada a cualquiera.
Ahora entendía porque la mayoría de las estudiantes femeninas de Hogwarts se enamoraban de él con tan solo verlo.
Y hablando del tema, dos chicas pasaron justo frente a ellos y miraron al pelinegro sin disimular su fascinación. La de cabello cobrizo no dudó ningún segundo y se acercó a Tom, que era completamente ajeno a lo que sucedía por estar viendo su reflejo en un espejo.
—Hola —lo saludó la chica y sonrío como una tonta —. Mi nombre es Denisse.
Y desde que se había puesto el traje, él se volvió y prestó atención a su al rededor. Miró a la pelirroja por un momento y arqueó una ceja.
Leia no pudo evitarlo y puso los ojos en blanco, mientras que golpeaba el interior de su mejilla derecha y se cruzaba de brazos. Para no delatarse, prefirió darse la vuelta y fingir buscar un vestido.
—Que bien —dijo Tom, sin interés.
La pelirroja rió escandalosamente y alentó a su amiga para que también lo hiciera, pero la otra chica negó y se apartó.
—¿Y cuál es tu nombre?
—Tom —dijo él, siguiendo con su actitud desinteresada.
—Que lindo nombre —su voz sonó tan empalagosa, que Leia volvió a poner los ojos en blanco —. Yo tenía un perrito llamado así.
