El amor no tiene color

Capítulo 28.- Mi soledad y yo.

Los personajes de Bleach son de Tite Kubo.

Historia inspirada en la película mexicana "Negro es mi color" (1951)

EL AMOR NO TIENE COLOR.

CAPÍTULO VEINTIOCHO.- MI SOLEDAD Y YO.

La noche ya había caído en la ciudad de Karakura, a través de la gran ventana de cristal del tercer piso donde se encontraba el restaurante se podía observar una majestuosa vista panorámica de la ciudad, a lo lejos se veía el mar en el que, gracias al efecto de la luz de la luna y de la ciudad, se veían hermosos destellos luminosos.

Byakuya miraba a través de la ventana, frente a él, Kisuke observaba fijamente su copa de licor, como si esperara encontrar en ella la solución a sus problemas.

Después de salir de la oficina de Hisagi y comprobar que los había llamado para informarles del paradero de Yoruichi, decidieron ir a tomarse una copa, no para conversar sobre los recientes sucesos, ya que en el tiempo que llevaban ahí, apenas y habían cruzado palabra, más bien lo que querían era evitar la soledad que los esperaba en casa y los fantasmas del pasado que los atormentaban a cada momento.

Porque aunque Urahara estuviera rodeado por sus sobrinos y Tessai, se sentía sólo, le faltaba ella, ansiaba de nuevo ver aquella sonrisa que le disipaba los temores y las dudas. A pesar de los años que habían pasado desde la partida de esa mujer de ojos dorados, sus sentimientos por ella no habían cambiado. Y todos estos años su amistad con Byakuya y la esperanza de encontrarlas era lo único que lo mantenía a flote, quizá no era una amistad tan efusiva como la que mantenían Ukitake y Kyoraku, pero ya habían llegado a un punto en el que no necesitaban palabras para entenderse, bastaba una mirada o un pequeño gesto para saber que pensaba o sentía el otro.

Es por eso que ahora se sentía tan mal, temía que de nuevo su amistad con él se viera fracturada. Y temía que sus planes con Rukia se vieran afectados.

El hombre de cabello negro bebió un sorbo de su copa y vio a Urahara que seguía pensativo.

Sabía que el ver a Yoruichi así de repente había causado una revolución interna en ambos, él sabía que Urahara la seguía amando aunque nunca hablaban de ello abiertamente.  Él también la seguía amando, desde que se fue, no, desde que la dejó ir, su vida se volvió gris y se sumió en la más fría y oscura soledad, y su recuerdo siempre lo perseguía atormentándolo por lo que pudo ser y dejó escapar.

También recordó aquella noche, más de  veinte años atrás cuando su amistad con Urahara se dio por terminada.

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Esa noche Kisuke le había llamado para hablar de algo importante, cuando llegó a su casa lo recibió de una manera seria, algo no muy característico en él.

―Pasa, siéntate. ―le indicó Urahara, Byakuya así lo hizo.

―¿De que querías hablar? ―preguntó Byakuya con su tono frio. Kisuke se pasó la mano por la nuca.

―Debo confesarte algo. ―dijo Urahara serio. ―En el tiempo que pase junto a Yoruichi...me enamoré de ella. ―lo mejor era hablar sin rodeos, las explicaciones estaban de más. —Sé que fue un error, pero no pude evitarlo y lo mejor es que lo sepas para que estés preparado para lo que viene.