xxviii.

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—Creo que amo este lugar. —Isagi está sentado sobre uno de los sofás de cuero negro. —Aunque todo es muy monocromático. Le hace falta color.

—¿Ahora vas a criticar mi apartamento? —El pelinegro pregunta con una ceja arqueada, tomando un sorbo de la copa de vino que hay entre sus dedos. Siempre refinado y formal.

—Voy a criticar tu mal gusto en decoraciones. Solo hay cosas en blanco y negro. Es muy soso.

—Perdóname por no haber pedido consejos de un artista conocedor para esto.

—Te perdono. —Una sonrisa apareció en los labios de Isagi antes de tomar un sorbo de cerveza.

En su mente agradece a Shidou por dejar un par de botellas de su asquerosa cerveza, para poder ofrecerle a Isagi, cuando denegó con amabilidad su ofrecimiento de una copa de vino.

Respetaba los gustos ajenos, ya que no a todos les gustaba lo mismo.

Respetaba los gustos ajenos de todos, menos de Shidou, porque las cucharas no tienen buen gusto.

Rin apretó con molestia la copa entre sus dedos al ver que el ambiente había vuelto a ser el mismo que antes de besarse, algo frío y distante, aunque con un nuevo tono de familiaridad incluído.

¿Cómo habían terminado conversando como viejos amigos?

Ellos estaban muy cómodos besándose, apoyados contra la pared del ascensor. La mano fría de Rin se había colado debajo de la camiseta de Isagi, acariciando la piel pálida de su cadera con sus uñas pintadas de negro.

No había nada que pudiera interrumpirlos y arruinar el ambiente, pero claro que, siempre existía una variable incontrolable que nadie podría prevenir.

El ascensor era público claramente, así que se detuvo cuatro pisos por debajo al de su apartamento.

Rin escuchó un grito que solo le crispó los nervios, logrando que apretara los puños y los dientes con suma molestia, reconoció enseguida la voz chillona de la mujer. Pues él, su hermano, y la cucaracha habían tenido múltiples problemas antes.

Podría decirse que ella fue una de las tantas razones por las que Sae quiso abandonar ese lugar y mudarse a otro apartamento al otro lado de la ciudad (claro, ella, su horrible actitud y el hecho de que ahora vivía junto a la cucaracha en un apartamento el doble de grande).

A Rin no le importó saber de la señora, de cualquier forma, no vivían en el mismo piso y eran contadas las ocasiones en las que se encontraban de frente. Casi siempre manteniéndose en un silencio tenso mientras se miraban mal el uno al otro.

Ella solía gritarle a cada rato a Sae y especialmente a Shidou que siempre llegaba con delineados coloridos y los tatuajes que a veces eran visibles por su ropa corta.

Con Rin no lo hacía tan seguido, suponía él que la señora se sentía algo intimidada de su presencia y su altura. Además de que generalmente no tenía razones para quejarse con él, porque era un vecino ejemplar.

Aunque claro que, ahora que sabía que el menor de los Itoshi también se besaba con hombres, no podría escaparse de los asquerosamente anticuados comentarios de la mujer acerca de ética, moral, y porqué lo que hacían era un pecado.

—Sí, sí, ya sé que me iré al infierno pero al menos me habré divertido mucho más que usted antes de ir. —respondió uno de sus tantos comentarios acerca del pecado de la lujuria. Una sonrisa torcida se asomó en los labios de Rin al ver a la señora apretar los puños y sonrojarse de sobremanera.

—Creí que a los gays solo le gustaban las cosas de chicas. —Itoshi pudo escuchar la voz del niño más grande, así que soltó otro comentario burlón a la mujer frente a él para distraerla, porque sabía que si ella lo escuchaba hablar con Isagi, podría castigarlo después.

—Eso es mentira. A mí me gusta el fútbol, y también los chicos. Una cosa no impide la otra. Además no soy gay.

—¡Pero estabas besando a un hombre! —Sonaba exaltado pero su voz no dejaba de ser baja.

—Porque me gusta él, por lo que es, no porque sea un chico. —contestó Isagi con simpleza y la voz en un susurro, el mayor no lo estaba mirando, pero el niño más pequeño sí, siendo el único que notó que la atención de Rin ya no estaba en la señora sino en su acompañante de ojos azules. —También me gustaría besarlo aunque fuera una chica, me gusta la persona que es, sin importar el género que tenga. Por eso no soy gay, aunque no tiene nada de malo serlo.

El corazón de Rin latió con algo más de fuerza, una vez más en lo que va de la noche, porque de nuevo las palabras de Isagi lo tomaron por sorpresa, mucho más ahora que lo dijo a alguien que no era él. Desvío la vista, y pudo ver que el niño hizo lo mismo volviendo su atención a la camiseta de Isagi, quien torpe y adorable, empezó a sacar algo de su mochila

—Recuerda que a todos puede gustarnos el fútbol, sin importar nada más.

La puerta del ascensor se abrió, Rin pareció decir una última cosa, antes de voltear y sujetar al de ojos azules por la muñeca. La mujer hizo lo mismo, volteó a sujetar a sus hijos, antes de que las puertas se cerrarán, el niño pequeño le sonrió, y el más grande ocultó el dibujo en su bolsillo antes de que la madre pudiera quitárselos. El Itoshi hizo lo posible para mantener la atención de la mujer sobre él, hablando con un tono de voz más ronco y moviendo las manos de forma un poco más dramática, para que así, ella no pudiese notar como Isagi le regalaba un dibujo a su hijo.

El ascensor por fin llegó a su piso, y por suerte, el niño mayor fue lo suficientemente rápido para esconder la hoja de los ojos de la mujer. Rin sujetó la mano de su acompañante para caminar por el pasillo, viendo por un segundo como los niños les sonreían antes de que las puertas pudieran cerrarse.

—Lamento eso, Isagi. —Se disculpó porque sentía que debía, aunque no fuese su culpa, no era exactamente lo que esperaba que sucediera en esa noche.

El de ojos azules parpadeó, saliendo del trance y sonriendo ligeramente, le restó importancia.

—¿Tienes algo para beber? La señora arruinó el momento pero aún podemos recuperarlo.

Monocromático. |RinSagi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora