iii.

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—Yo no les debo explicaciones, a ninguno de los dos. —refutó Rin, con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

—¿Lo ves, Sae-chan? ¡Lo admitió! Es un voyeur, caso cerrado. —acusó Shidou, señalando al menor, sacando de su bolsillo su celular. —Llámare a la policía.

—Tú no llamarás a nadie. —dijo el de cabello rojizo, arrancándole el teléfono de la mano para luego mirar a su hermano. —Y tú, mejor dile algo, porque no va a dejar de joderme acerca de que eres un voyeur.

—¡No le debo explicaciones a la cucaracha!

—¿Lo eres?

—¡No!

—Entonces, no ha de costarte demasiado el explicarle el porqué de las fotografías de desnudos... —comentó con calma el mayor de los Itoshi.

—¡No son fotografías de desnudos!

—¡Sí lo son! —acusó Ryusei. —¿Si no por qué las escondes?

—¡Porqué no tengo que mostrarte mis cosas y mucho menos darte explicaciones, bastardo con antenas!

—Rin tiene razón, pequeño demonio. No tienes ningún derecho a ver sus cosas. —Sae miró con seriedad al rubio, quien hizo un puchero. —Ve al auto.

—Pero Sae... —pidió Shidou que no quería irse sin saber.

—Ve al auto, demonio. —dijo con firmeza. —Yo bajaré pronto.

Shidou pateó con fastidio la cama del pelinegro, y gruñó con frustración antes de hacer caso, e irse, azotando las puertas. Los ojos turquesa de los hermanos se chocaron y fue una batalla silenciosa, antes de que el menor se rindiera.

—No son fotos de desnudos.

—Entonces ¿Qué son?

—No estoy seguro. —respondió, indiferente sin querer admitir (ni a sí mismo) la importancia que por alguna razón tenían esas fotos en su mente en los últimos días. —Supongo que las tomé en la fiesta del chico Mikage, ya que estaban entre las de ese día.

—Ese día terminaste ebrio, más de lo que acostumbras. —comentó Sae, mirándolo con una ceja alzada. —Y olías a sexo.

—¿Y tú cómo mierda sabes eso?

—¿Quién más que yo que fuí el que te ayudó a subirte al auto cuando volviste casi arrastrándote? —Devolvió la pregunta el mayor, cruzando los brazos y levantando una ceja.

Rin bufó, como si no fuera suficiente vergüenza el saber que en su estado de embriaguez terminó llamando a su hermano para que lo llevará a casa, a sabiendas que ni él, ni la cucaracha que su hermano tenía por pareja habían vuelto a casa, y también se encontraban merodeando por la casa de los Mikage. Aunque era lo más sensato, ya que habían ido a la fiesta en el auto de Sae, y era él el conductor designado, también fue el encargado de arrastrar a su novio y a su hermano al auto.

—No es para tanto.

—Lo fué. Bebiste demasiado esa noche.

—Tú sabes porqué lo hice. —acusó el menor.

—Le tomaste fotos a un desconocido que conociste en una fiesta. —continuó Sae, ignorando sus palabras.

—Siempre le tomo fotografías a desconocidos en las fiestas. Es la única razón por la que voy. —contesta el menor, restándole importancia al asunto.

—Es cierto pero... —Sae levantó un dedo, señalando con sospecha en dirección a las fotografías que aún tenía su hermano menor entre sus manos. —Ese tipo de fotos no son comunes. Y el hecho de que estés tan reacio a hablar sobre esto, significa que tiene más importancia de la que quieres darle.

Monocromático. |RinSagi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora