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Rin esparció las fotografías sobre su escritorio y las observó con el ceño fruncido lleno de frustración.

Paseó sus ojos, una tras otra, más o menos en el orden que creyó haberlas tomado.

Primero estaban las fotos a la multitud de personas, cuando el reloj marcaba las diez y la fiesta aún no terminaba de despegar, habían pequeños grupos repartidos por aquí y por allá, algunos de pie, otros sentados en los sofás conversando con sus conocidos nada más. Algunos tomando un poco de ponche y comiendo pequeñas botanas, parecía una reunión más que otra cosa, llena de calma y tranquilidad.

En las siguientes el reloj marcaba las once, habían más personas de pie, las luces estaban más bajas, y algunas personas se habían levantado, meciendose en su lugar, sin atreverse aún a bailar. Tomó la fotografía de un círculo de chicos y chicas sentados en el suelo con una botella girando en el centro y algunas personas a su alrededor con sonrisas divertidas y vasos con líquidos mucho más coloridos.

Las próximas fotografías eran mucho más llamativas según su propia opinión, mostrando los momentos inolvidables que cualquiera cuenta como geniales anécdotas de una noche descontrolada con bebidas alcohólicas y gente despreocupadamente jóven. El reloj marcaba menos de diez minutos para la una, podían contarse tres o cuatro personas sentadas, y el resto de pie, con posturas extrañas que solo podían dejar en claro que se encontraban bailando al momento de ser fotografiados. Capturó imágenes de la multitud en general, de parejas concentradas en uno en el otro, de personas besándose, de algunos liberando humo por sus labios.

Eran imágenes que mostraban el descontrol pero sobretodo, la libertad de la juventud.

El siguiente grupo de imágenes era, indudablemente, una muestra de la libertad del fotógrafo de capturar lo que sus ojos veían llamativo y no quería perder luego en la nubosidad de sus recuerdos.

Rin admite que el alcohol ya estaba causando estragos en su cuerpo, lo bastante grandes como para dejarse llevar por aquello que le resultaba atrayente pero no lo suficiente como para afectar su pulso y su natural capacidad para captar el ángulo perfecto.

Son fotos, muchas fotos en dónde aunque fuera doce, diez, siete, o cinco personas, siempre estaba él.

En el centro, de costado, de espaldas, siempre él.

No lo conocía pero al parecer llamó la atención de su mente nublada por el alcohol que su sistema no estaba acostumbrado a recibir.

Siendo honesto, no era especialmente llamativo, no como las personas a las que Rin estaba acostumbrado que usaban ropa cara y cabello de colores extravagantes, era un chico común.

Podría decirse que lo primero que le llamó la atención fueron sus ojos, eso lo recuerda lo bastante bien, porque casualmente, en una de las fotografías que tomó de un grupo de chicos, fue él la única persona que miró la cámara en ese momento.

Sus potentes ojos azules quedaron grabados por el lente de la cámara, y reproducidos con una perfección casi abrumadora. Las luces creaban un contraste con su rostro, que realzaba sus facciones.  Y la sonrisa en sus labios, era atrapante.

En el mundo del arte, la inspiración era algo importante, pero la suerte, también era algo fundamental aunque no muchos quisieran aceptarlo.

Sobretodo en la fotografía, la suerte alguna veces, podía ser la causante de convertir, una foto común en una obra de arte. Capturar el momento preciso, el momento ideal, el momento perfecto.

Rin, sin saber, capturó el momento perfecto.

El momento perfecto se convirtió en una imagen eterna.

Y aquella imágen (para él) fue lo que comenzó todo.

[...]

Para @ffairyd00zz

¡Muchas gracias por responder mi anuncio la otra vez!

Monocromático. |RinSagi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora