vii.

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—Luces distraído.

—Estoy bien. —contestó Rin de forma cortante mientras ajustaba el lente de su cámara. Aryu lo miró con una ceja alzada, acomodando con suma elegancia un mechón de su largo cabello detrás de su oreja.

—Sí tu lo dices. —El más alto le restó importancia, volviendo su atención a su copa de vino y al derroche de elegancia que tenían esa noche la gran mayoría de las personas con sus trajes de gala.

Tokimitsu junto a ellos no se atrevía a decir mayor palabra, más que comentar de vez en cuando si reconocía a alguien entre el mar de personas, o para decir que estaba de acuerdo con las opiniones de Aryu respecto al estilo de las personas.

Estaba ahora en uno de los muchos eventos a los que de una u otra forma Sae siempre terminaba siendo invitado para llamar la atención de la prensa y el público jóven.

Rin como su fotógrafo personal, debía ir siempre de igual forma, ya que era el único que podía distribuir la imagen de Sae a la prensa y las redes sociales. Era una regla impuesta pero no escrita que de alguna forma todos respetaban por temor al alcance que los Itoshi tenían.

De ser una ocasión normal, todo estaría bien, le tomaría un par de fotografías a Sae, vagaría por ahí por algún rato antes aburrirse e irse a casa, pero desde hace días que la soledad de su hogar solo funcionaba para en el peor de los momentos, recordarle sus molestias más internas.

Aquel desconocido aún no desaparecía de su mente, y aunque no era lo bastante relevante para molestarlo a lo largo de su día, era esa clase de pensamiento repetitivo que por más fuerte que intentes ignorar, más insistente se vuelve en tu mente.

Ese recuerdo aparecía en su cabeza, cual flash que te toma desprevenido. Era desconcertante y lo descolocaba, causándole ganas de golpear algo.

Rin despotricaba y maldecía en su interior por darle tanta importancia a un momento tan insignificante en su vida.

Suponía entonces que la molestia que le causaba ese momento, era la razón por la cual su mente obstinada no hacía más que recordarselo, pero aún así, estaba convencido de dejarlo pasar. De continuar con su vida y no pensar más en los bonitos ojos del desconocido que nunca volvería a ver en su vida.

De pronto, un estruendo de un montón de vidrios rompiéndose llama la atención de casi todas las personas que ahora se encuentran en la sala principal del museo. Rin incluído.

Y cuando sus ojos se levantan de la cámara intentando enfocar el lugar del cual provino aquel ruido tan estridente lo ve, girando su cuerpo y acusando con gestos dramáticos a alguien detrás suyo.

En su mente, Rin solo puede pensar que el destino es una mierda, mientras que una sonrisa divertida se forma en sus labios.

Monocromático. |RinSagi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora