ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ 16

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Aemond estaba ahí, en medio del puente que llevaba hasta la puerta principal del castillo de Rocadragón con una gran cantidad de guardias tras su espalda, con Criston Cole ahora como su mano y con la corona de Aegon el conquistador sobre la cabeza.

Rápidamente, la reina Rhaenyra llegó cortando el paso de estos.

Los negros y los verdes estaban ahí, en la primera confrontación directa.

— Querida hermana. — Aemond sonrió con ese tono burlesco que siempre le acompañaba, una armadura plateada se asentaba a su cuerpo con firmeza, y eso no le agradó a Daemon que se encontraba pasos atrás de su esposa empuñando a Dark Sister.

Una armadura no era necesaria puesto que violencia era lo que esperases.

Y si Aemond quisiera violencia, los negros no estarían listos para ello, y menos ahora que el guardián del norte se encontraba a mitad de camino.

Rhaenyra por primera vez al verlo tan campante comprendió la ira de los demás, él no se veía ni arrepentido de sus actos.

— ¿Vienes a doblar las rodillas ante tu reina y ofrecer tu corona? — La reina cuestiono con calma. — Porque si no es para ello, no entiendo que es lo que haces aquí, a menos que quieras empezar una batalla que claramente no vas a ganar—.

La hija de Viserys no tenía a suficientes hombres como para vencer a los que tenía su hermano menor, y no en comparación a números, si no que en comparación a experiencia.

Los hombres de Aemond eran guardias reales, entrenados durante toda su vida para proteger al rey, y él, ahora lo era.

El mataparientes quedó en silencio con el amague de sonrisa en su rostro.

— No seas ridícula, Rhaenyra. — Negó suavemente. — No estás en posiciones de batalla, no tienes hombres buenos—.

Los rugidos sonoros aparecieron en el cielo.

Los cuatro dragones llegaron a la escena acomodándose sobre los montículos rocosos cercanos al puente puesto que al ser tantos y tan grandes, la estructura no era de soporte suficiente para ellos, todos menos Caníbal, el cual siguió su camino hasta llegar a la entrada por donde los verdes habían arribado a la plataforma bloqueándola con su cuerpo.

Aemond volteó visualizando al dragón casi tan grande como el suyo, pero con ese aspecto más atroz y violento que no era visto en uno de los animales escamudos desde hace miles de años.

— Pero si dragones buenos —.

Y los ojos del ahora rey, brillaron al notar la figura femenina que se encontraba sobre el negro dragón.

— Entonces, ¿qué es lo que quieres? —.

Aemond regresó a su puesto original.

— Vengo a ser circunspecto y benigno por una última vez considerando que es la misma sangre del dragón la que corre por nuestras venas. — Suelta. — Un tratado de paz—.

Daemon ríe sin vergüenza alguna, pero a Aemond no parece fastidiarle el sonido sonoro que produce su tío porque continúa hablando sin ningún conflicto.

— La próxima semana, en un territorio sin color marcado podremos tener un consejo con único fin de conciliación entre los dos bandos—.

— No manifiestas más que un grito desesperado, Aemond—.

Este negó con suavidad dando dos pasos hacia delante acercándose a la original reina. Daemon a la defensiva hizo lo mismo poniéndose al lado de su esposa.

— No tergiverses mi benevolencia, Rhaenyra—.

— Tú no tienes benevolencia, tu corazón es muy pobre como para gozar de esta—.

╰ 𝑽𝒊𝒏𝒅𝒊𝒄𝒂𝒕𝒆𝒅 :。 ~ 𝘈𝘦𝘮𝘰𝘯𝘥 𝘛𝘢𝘳𝘨𝘢𝘳𝘺𝘦𝘯 - 𝘏𝘖𝘋  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora