Capítulo 1 - Viaje a las estrellas

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Al acabar el segundo trimestre, antes de Semana Santa, Diego y yo decidimos hacer una salida al Pirineo. Se acabaron animando Juan y Marina, y, a última hora, Fátima también se apuntó. Lo organizamos todo y lo llamamos «viaje a las estrellas», pues íbamos a verlas por la noche. Diego era un apasionado de estas cosas y en Navidad le habían regalado un telescopio especial. El padre de Diego nos llevaría y pasaríamos cuatro días en una casa que tenían en la montaña. Preparamos durante semanas las comidas, las excursiones y las salidas nocturnas. ¿A quién hacía mal una salida de cinco amigos del mismo curso? Pues parece ser que fue una ofensa sin precedentes, ya que no habíamos contado con el beneplácito de la reina y su corte real para su organización y ejecución. No aguantaban que pudiera surgir una iniciativa en la clase que no viniera de ellos y lo peor es que no soportaban que hubiera buen rollo entre nosotros, que pudiéramos ser amigos, compartir sueños, proyectos... y que la reina y su corte quedaran al margen.

Primero intentaron hacernos sentir ridículos por nuestro viaje a las montañas. Subieron mensajes en Instagram con alusiones indirectas: «¿Estás colgado y no sabes qué hacer? Organiza un viaje para ver el cielo». «Solo los pringados se van a mirar las estrellas».

Este tipo de comentarios desanimó al grupo, y llegamos a pensar que estábamos haciendo algo mal. Sobre todo Juan, que empezó a considerar que quizás era mejor dejarlo para más adelante:

—Nos preguntarán a la vuelta todo lo que hemos hecho y no pararán hasta sacarnos toda la información y burlarse de ella.

—¿Y qué? —dijo Marina.

—¿No sería mejor dejarlo para el verano, que ya no tenemos que venir a clase? —insistió Juan.

—¿Por qué? —preguntó Marina.

—Porque me están haciendo sentir mal. En el vestuario me rodearon en grupo e hicieron la danza del indio burlándose de nuestros planes.

—Mira, Juan, no van a parar de hacer estas cosas aunque nosotros cancelemos la excursión. Siempre se inventan razones para humillar y este es nuestro viaje —aclaró Diego.

Después de comprobar que la estrategia de burla no funcionó, activaron un plan de venganza basado en la manipulación y la crueldad. Usaron las malas artes del duque Gonzalo, que atacó al más manipulable de nosotros, Juan. Lo invitó un día a tomar una cerveza después de las clases, aunque nunca habían compartido una conversación de dos minutos seguidos. Gonzalo empezó a interesarse mucho por Juan, le preguntaba por sus aficiones, los deportes, su familia... Incluso fueron juntos a ver su película preferida, El señor de los anillos. Esta táctica tuvo el éxito esperado:

Juan: ¿Podría también venir Gonzalo a nuestro viaje a las 🌟🌟?

Judith: ¿Gonzalo? 😱😱😱😱😱😱😱

Juan: Sí, Gonzalo, ahora somos buenos amigos y me ha pedido venir con nosotros.

Fátima: Quéééééé? Si viene Gonzalo yo no voy 😖😖😖

Juan: No es justo, Fátima, ¿xq no puede venir un buen amigo? Desde hace 2 semanas hemos pasado mucho tiempo juntos y me ha pedido venir.

Fátima: No le interesa nada nuestro viaje, Juan. Seguro que trama algo y creo que te está engañando.

Juan: ¿Ahora no voy a poder tener un buen amigo? 🥺 Es muy diferente a como os imagináis.

Diego: Sí, Juan, pero quizás mejor que no venga con nosotros.

Juan: Pues yo tampoco voy, me retiro.

Y salió del grupo. Esta decisión requirió un largo encuentro entre todos nosotros. Juan nos explicó que estaba conociendo a Gonzalo, que lo había invitado a su casa, que había conocido a sus padres y a su hermano. Que Gonzalo lo había pasado muy mal y se estaba distanciando de la pandilla de Sandra porque se metían demasiado con la gente.

—¿Por eso sigue quedando con toda la monarquía menos cuando tú estás cerca, que entonces se esconde? —le increpó Marina—. ¿Pero no te das cuenta de que está haciendo un teatro?

—Ayer, a la salida de clase, estaba con todos ellos en la puerta y, para variar, se rieron de Ramón —explicó Diego, indignado.

—Yo creo que hay una razón oculta en todo esto y el objetivo es jodernos. Hace un año tal vez me lo hubiera creído, pero después de ser testigo de la mala leche de esta monarquía, no me lo trago —aclaré. Todos conocían mi teoría de la reina madre y la monarquía absoluta que gobernaba en el instituto.

Fue imposible. Cuantas más razones dimos, más se aferraba Juan a su idea. Se había hecho la gran ilusión de que uno de los chicos más populares del instituto era su amigo. Su deseo de popularidad le impedía cambiar de opinión y le hacía sentirse atacado. Durante las semanas siguientes no nos habló y, por supuesto, no vino a la salida a ver las estrellas. Fue una pena porque lo pasamos genial, demasiado bien para que lo pudieran entender los cerebros con radar. Nos entristeció mucho que Juan no pudiera compartir nuestras aventuras estelares, pero lo que más nos jodió fue lo que más tarde le hicieron a nuestro amigo.

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