Capítulo 8: Sin miedo

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Mientras digo estas palabras, me sorprendo de mis grandes dotes de actriz o, más bien, diplomáticas. Entiendo que hay momentos en la vida que hay que sacar adelante estas dotes para velar por los intereses de los más invisibilizados. Es mi momento, mi momentazo.

Juan entra en escena:

—Dura veinte minutos y da una idea muy real de cómo lo está pasando Fátima. Yo proyectaré el vídeo.

—Habéis sido muy valientes proponiéndole a Fátima que grabara el vídeo y ella ha sido todavía mucho más valiente aceptándolo. Muchas gracias —dice Gonzalo con un gesto raro.

—Muy bien, chicos y chicas, pues no se hable más, nos vemos el próximo jueves. Adelante con todo nuestro apoyo.

Al acabar la reunión, Juan y yo le contamos al resto por WhatsApp lo sucedido y, al final, me veo obligada a enviarles de nuevo una pregunta.

Judith: ¿Estáis seguros de que queréis seguir adelante? Quiero recordaros que viene una concejala y la directiva del instituto.

Juan: ¿Cómo vamos a parar ahora? Nos lo han puesto en bandeja.

Judith: Sí, pero yo tengo un gusanillo dentro y quería asegurarme.

Juan: Por mí, adelante.

Fátima: Adelante.

Diego: Todavía estoy más seguro de quererlo hacer.

Y llega el gran día.

El salón de actos está de bote en bote, no cabe ni un alfiler y hay una emoción contenida. Algunos están allí porque de verdad les importa que una compañera pueda estar pasándolo mal; el resto ha ido porque otros están y no quedaría bien que faltaran.

La jornada se inicia tal cual está planeada. La monarquía y su corte brillan, sonrisas artificiales, palabras de bienvenida, frases hechas, aplausos, gritos de solidaridad, más frases hechas, risas forzadas, conmoción con el documental, más aplausos y llega el momento. Juan se encarga de la proyección de nuestra parte. Hay un silencio sepulcral. Todos quieren escuchar y ver a Fátima; al fin y al cabo, estamos allí por ella.

En la pantalla aparecen primero unos créditos que van subiendo poco a poco, lo cual crea todavía más expectación:

QUEREMOS PONER VOZ A LOS QUE NADIE ESCUCHA.

UNA VOZ INCÓMODA, UNA VOZ PROVOCADORA.

¿QUIERES CONTINUAR?

Entonces, todo el salón de actos grita fuerte y al unísono:

—¡Síííí!

Siguen los créditos:

NOSOTROS SOMOS GENTE DEL MONTÓN

Y ESTAMOS MUY ORGULLOSOS.

SOLO QUEREMOS SER AUTÉNTICOS

Se empieza a respirar cierta incomodidad en el ambiente, pero la última frase sobre la autenticidad los hace saltar a todos y un aplauso enérgico llena el salón de actos.

Y, a continuación, en letras todavía mucho más grandes y al son de una música triunfadora, se lee:

SOMOS LOS IMPOPULARES

Y FÁTIMA OS QUIERE SALUDAR.

Silencio absoluto. Aparece Fátima. Está, cubierta con un velo, en una habitación muy sencilla. Se la ve demacrada:

—Hola, amigos. Os digo amigos porque es lo que sois para mí. No podéis imaginar la gran emoción que me embargó cuando Juan y Judith me contaron todo lo que habéis organizado por mí. No tengo palabras y quiero agradeceros de todo corazón vuestra enorme solidaridad y apoyo. Como sabéis, por circunstancias duras me he tenido que venir a vivir a mi país y ya no puedo estar con vosotros. Son momentos difíciles, pero con vuestro apoyo saldré adelante y seguro que nos veremos pronto. Pero hoy no quiero ser yo la protagonista. Quiero pasarle el testigo a otro amigo, a un amigo que también dejó el instituto por una injusticia y del que nadie habla, por el que casi nadie pregunta y al que todos silenciaron. Creo que él también merece un enorme reconocimiento. Hablo de Diego.

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