Capítulo 6: Viaje a Menorca

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Y se acaba el verano. Antes del inicio de las clases, todos, tanto Juan como Fátima y Marina, ya saben lo que le había pasado a Diego. Estamos todos muy alegres de tenerlo de nuevo con nosotros, pero a la vez nos sentimos humillados y enfadados. Queremos hacer algo, pero no sabemos qué, y ahí es cuando se plantea de nuevo la necesidad de viajar a Menorca. Esta vez vamos a mi casa. Mi hermano Rodrigo, que está al tanto de lo ocurrido, quiere echarnos una mano. Con todo lo que nos han hecho el curso pasado y la actitud general de los populares de la clase, creemos que es momento de actuar, de hacer pensar a la gente, de ayudarlos a darse cuenta del daño que pueden hacer y de reírnos un poco de sus ansias de poder, que en el fondo son tan ridículas.

El 9 de septiembre, a las nueve de la noche, estamos todos en el comedor de mi casa. Fátima se conecta online y sigue la conversación a ratos desde Marruecos. La que más se irrita y más reclama venganza es Marina:

—Yo les pondría una denuncia y les jodería la vida para siempre a esos cabrones. Que tengan que contar lo capullos que son delante de un juez.

—Eso ya lo he pensado mucho y creo que no voy a hacer nada. Fue un abuso, un abuso como la copa de un pino, pero en un juicio alegarían que nadie me obligó a ir a casa de Sandra, que nadie me obligó a beber ni a fumar porros. No me atrevo a presentar el vídeo como prueba, que le robé el teléfono. Y, además, no tengo ninguna gana de vivir otra puta humillación —aclara Diego.

—En eso tiene razón Diego; la vía legal no lleva a ninguna parte —dice Fátima.

—Pues les damos una paliza. Yo llamo a más colegas —insiste Marina.

—Y se hacen fotos mientras les damos la paliza, las cuelgan y los hacemos héroes y nosotros nos convertimos en fachas —dice Diego.

—Así es —aclara mi hermano—. Tenemos que usar más la inteligencia y poner en evidencia la crueldad que solo los cobardes ejercen.

—¿Y qué coño podemos hacer? —pregunta Marina.

—La verdad es que me encantaría estar con vosotros, chicos. No sabéis lo que lamento estar tan lejos. Me siento como si os abandonara en el momento más chungo —dice Fátima.

—Todos nos vamos a implicar de alguna u otra manera, en la medida de nuestras posibilidades, Fátima. No te preocupes, que seguro que desde allí podrás participar —aclara Juan.

Y continuamos hablando, hablando y hablando y se nos ocurren muchas cosas y tramamos un plan. Un plan que nunca se nos hubiera ocurrido antes. Un plan alucinante. Cuando ya está tramado, mi hermano quiere asegurarse de algo:

—Diego, ¿estás seguro de que quieres seguir adelante?

—Nunca he estado más seguro de algo —afirma con rotundidad.

Este viaje a Menorca ha sido muy muy productivo. Y empezamos a organizar el plan Impopulares, así lo llamamos. Ya hemos conseguido no tener vergüenza e, incluso, sentirnos orgullosos de la manera en la que otros nos catalogan.

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