Capítulo 4: A la contra

220 128 32
                                    

Esta conversación nos deja todavía más tristes. Hasta diciembre estaremos Juan y yo solos, y Marina si no encuentra pareja. El grupo de amigos se reduce y, además, estamos moralmente hundidos. ¿Qué le han hecho a Diego? ¿Cómo puede vivir Fátima con esta posibilidad de ser casada en contra de su voluntad? ¿Dónde está el respeto por el otro? De verdad que cada vez creo más que hoy el problema de fondo de muchas personas es que rechazan su corazón más que el cuerpo. La gran mayoría no quieren saber la que se está liando ahí, dentro de ellos, y entonces aparece el miedo y se ponen una coraza en el corazón. Y entonces solo quieren controlar a los demás porque tienen miedo de todos. Escuchar y reconocer los propios sentimientos requiere un acto de valentía enorme.

Esa noche lo comparto con mi madre y hermano:

—No puedo entender cómo ocurren situaciones como las de Fátima. ¿Por qué no se puede tener en cuenta la opinión o los deseos de una persona? —pregunto con mucha indignación.

—A mí también me joden mucho estas cosas. No quise decir nada delante de ella para no agobiarla más, pero es una verdadera putada y se habla muy poco de esto. Y ya ves, tú, sin ir más lejos, tienes una buena amiga víctima de esta situación —dice Rodrigo.

—Cuando hay tradiciones muy arraigadas, cuestionarlas es muy difícil en todos los sitios y culturas. Levantar el dedo y decir que no se está de acuerdo se interpreta como una deslealtad enorme —dice mi madre.

—Es verdad. Yo recuerdo que el pasado 8 de marzo, cuando dije que no quería ir a la huelga por el Día de la Mujer, casi me apedrean en la universidad. Se interpretó como que yo estaba a favor de que las maltraten. Fue todo tan visceral que era difícil hablar —explica mi hermano—. De hecho, me tuvieron que ayudar mis amigas Olga y Nuria porque un grupo de tías casi no me deja entrar en clase al día siguiente, bendita democracia.

—En mi clase también hay gente así, Rodrigo. Son agresivos y capullos en la relación con los demás, pero cuando hay manifestaciones en defensa de los derechos, abanderan cualquier color imperante y parece que solo ellos sean sensibles a las injusticias y que solo ellos defienden a los demás, tiene guasa la cosa...

—No pensar como la mayoría es hoy un atentado, y yo estoy encantada por los hijos que tengo y lo valiente que sois —dice mi madre.

En ese momento, Tomas, que está también en la mesa con nosotros, emite un ruidito parecido a una carcajada y nos hace reír a todos. ¿Habría seguido el hilo de la conversación? Quizás Tomás capta todo desde lo más profundo, ahí conecta con los demás, aunque luego no lo pueda expresar como la mayoría. Ojalá algún día se lo pueda preguntar y me pueda contestar. Estoy segura de que en algún momento ocurrirá.

Acabamos de comer y cuando llego a mi habitación, compruebo que en el móvil tengo un mensaje de Diego.

Diego: Hola, Judith, cuánto tiempo, ¿verdad? 🙄 ¿Quedamos un día?

Me tiemblan las piernas, no puedo sostenerme en pie, se me saltan las lágrimas, se me cae el móvil y una alegría grande me invade. ¡Diego da señales de vida!

Impopulares - ¡A la venta en Amazon Kindle!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora