XV. Rosie.

206 25 0
                                    

La Ford Expedition es borrosa cuando dobla en una de las esquinas hasta desaparecer de sus ojos.

No queda más que el polvo gravitando cerca de sus pies descalzos.

Rosie voltea hacía abajo, notando las piedrecitas sobre el asfalto de un color plomizo. Algunos relieves de éstas hacen que las plantas de sus pies salten. Está hirviendo. Además está sucio. Sus manos entonces vagan hacía la punta de la trenza que descansa sobre sus hombros. No deja de retorcerla, con la boca abierta como un pez, moviendo los labios sin poder sacar un ruidillo. No deja de ver el fantasma de la Ford Expedition en su cabeza mientras la gira y la tuerce. También está la imagen de Suzie que alcanzó a clickear en su cerebro; Inclinada sobre el marco de la ventanilla, gritando, completamente roja, con una mueca en el rostro parece al estrangulamiento. << Indescifrable >>, piensa mientras arruga su nariz. No puede asignar algún tipo de emoción, a pesar de que puede leerla mejor que antes, a pesar de que ha aprendido a ver como centellean los vivos ojos de las personas.

Suzie no es una persona fácil de entender. No sólo porque Rosie evitará su mirada por años. Si no porque puede ser bastante estoica cuando se lo propone. Es como un cubo rubik que le gusta armar y desarmar. Su nariz se frunce ante el hedor a gasolina. Nunca le gustó mucho, a veces la marea y le dan náuseas.

Mientras sigue ahí, parada en medio del rastro de suciedad que dejó Suzie los dedos de sus pies juguetean entre sí. Puede sentirse ansiosa. Y está terriblemente confundida. Demasiado. Sus oídos parecen ensordecidos como si un cañón estallara cerca de ellos.

Sus ojos arden, arden como sus pulmones.

Sigue retorciendo su trenza.

El cielo tiene un toque anaranjado sobre el desfile de nubes aborregadas. El escolta se aproxima hacía ella. Se presentó como Isaah Lucas; mide un metro noventa y sus rasgos mulatos lo hacen ver bastante suave. Ha sido amable desde que la esperó en pista junto a sus colegas. Tiene un semblante tenso y no puede ver el sentimiento que enciende sus ojos por las gafas de aviador que porta.

¿Todo bien señorita Park?

No.

Ella entonces recuerda que está en público. Que necesita actuar 'normal'. Entonces deja de jugar con los dedos de sus pies y aunque hace un esfuerzo por recomponer su postura desinflada y aliviar la necesidad de torcer la trenza, no termina por lucir como alguien que está en su completa facultad. En realidad no puede dejar de torcer la trenza y se siente bastante atontada. Las imágenes saltan, desde las fachadas de las casas, los jardines verdosos y el sol estival. Y luego está el recuerdo de la Ford Expedition que se revuelca en sus ojos una vez más.

Hace muchos años su madre << tuvo un momento malo >>, o así lo llamó Allie cuando le preguntó por eso. Tenía seis años y su hermana tenía diez. Su madre se veía igual a Suzie, esa mueca estrangulada, mientras se subía a ese taxi esfumándose al doblar en una esquina. Su padre mirando de manera inexpresiva, apretando su mano sobre el hombro de su hermana y evitando tocar a Rosie para no abrumarla.

<< Vamos adentro >>, ordenó esa vez.

Elijah entonces aparece frente a ella. Ve las venas marcando su cuello y sus ojos antes desorbitados en agresividad se han calmado. Parece arrepentido y tiene una postura menos tensa, casi aliviada.

Oye, vamos adentro.

Su voz no es como antes, es suave y aireada.

Rosie se niega al tacto cuando él intenta tocarla.

Le incomoda que la toquen en esos momentos.

Se encuentra a sí misma viajando a las discusiones de sus padres nuevamente. Recuerda cuando Belle Barker sugirió que posiblemente su casa estaba embrujada y por eso ellos estaban siempre enojados. Piensa otra vez en Allie tapando sus oídos, sus facciones angustiadas, tarareando. Sus labios se ponen tristes y sus ojos riegan sus mejillas con lluvia salada.

Cuando las noches son de té y los días de lluvía| Suzé o SuséDonde viven las historias. Descúbrelo ahora