XII. Rosie.

417 32 1
                                    

Ver a Su-ji aferrarse al cuerpo de su hermana hace que a Rosie le forme un nudo en el estómago.

A pesar del caos, de las miles de cacofonías estrepitosas que nacen y mueren en ese lugar, ver el alivio en el rostro de Su-ji, le resulta desconcertante. Quizás porqué Rosie las veía desde una posición distorsionada y rara —tal vez el suelo hacía que incluso una imagen tan bella como esa se sintiera tan pesada en su estómago—, hace que los oídos se le turben hasta sentir que le han aplicado mute a toda la escena frente a ella. Es que de verdad es muy cómico, es irónico casi. Cuatro adolescentes peleando entre ellas, un hombre relajado con una sonrisa ligera en sus labios apretados; dos hermanas fundidas en un abrazo que se siente tan aliviado como apagar un pequeño incendio en la estufa antes de que el fuego se extendiera por toda la cocina, por todo el edificio, por toda la calle. Rosie sólo las puede ver, desde su posición. Apoyándose con los codos sobre el suelo embaldosado y frío.

Su-ji presionada sobre su hermana, se tiene que inclinar para poder poner su mentón entre la unión del cuello y el hombro. En cambio su hermana tiene que alzarse un poco de puntillas para alcanzar afianzar el abrazo. Su-ji descomunalmente alta a diferencia de Su-bin que es tan baja como su Jisoo-unnie. A pesar de todo eso, a pesar de que ese abrazo está tan lleno de de alivio y amor, no puede evitar sentirse mal .

Es como si su cerebro, aún todavía caótico fuera capaz de notar una serie de estados de ánimo, que hacen click con la forma en que su rostro va comenzando a transformarse; desde la amargura, hasta el desconcierto, tal vez un poco de ira, celos, sí definitivamente tiene celos y un resentimiento atorado tan fuerte consigo misma y con Allie. Es en ese momento de suma comprensión, cuando entiende el porqué de sus disgusto; que es consciente del sabor salado de las frituras que comió y como los pequeños tragos de coca cola la habían endulzado el paladar. Se da cuenta entonces lo mucho que desearía tener eso: el fundirse en los amorosos brazos de su hermana — como cuando era pequeña y la protegía del resto del incomprensible mundo fuera de su alcoba—, abrazos como este que presenciaba tirada en el piso, en un charco de su propia miseria.

Momentos como estos, bajo la cándida luz del techo es cuando extrañarla se vuelve tan nítido que le provoca agruras en el estómago; aunque una parte de ella reflexiona y cree que es por culpa de esa mezcla mortal entre dos tandas de galletas de navidad, una taza de cocoa, el exceso de grasa de las frituras de sal y vinagre... sí, sin duda ese vaso de coca cola.

Llegar a ese tipo de comprensiones, que vienen en un instante, como casi de relámpago. Le salta a sentirse horrible: sin duda es la persona más horrible de la historia — incluso aún si existieran personas más crueles que ella en los libros de texto—. Lo siente incluso en la manera tan cómica en que sus ojos se abren de manera sorpresiva, en cómo las esquinas de sus labios se retuercen hacía abajo. No debió sentirse así, es lo que se dice, no debe sentirse tan frustrada con ella misma. Tampoco cuando esa imagen salta en su visión, ese abrazo, que parece como un cometa que sólo pasa cada cuatro mil quinientos años. Está tan sujeta a ese momento que está atada a la gravedad del suelo.

Al comenzar a parpadear, siendo más consciente de su entorno, no de su cabeza y su mundo patas arriba, comienza a quitar esa expresión. Intenta sentirse realmente feliz, porque ver a Su-ji de esa manera, llorando como una niña pequeña después de encontrarse con sus padres en la zona de anuncios del supermercado, le hace replantearse que verdaderamente debería sentirse feliz. ¿Quién tiene un nudo en el estómago cuando ves a la persona que quieres tener un momento como ese?, sin duda nadie lo hace. ¿Eso la vuelve egoísta?, porque es real que ella quiere verla feliz. Quiere ver a Su-ji sonreír, tener los hombros menos tensos y dejar de verla ponerse a la defensiva con los extraños. Quiere verla feliz y quiere estar a su lado cuando lo sea. ¿Entonces por qué no se siente feliz ahora?, ¿Por qué se siente de la misma manera que hace muchos años cuando Lisa recibía buenos comentarios en sus evaluaciones mensuales y a Rosie terminaban mirándola como si estuvieran lista para echarla?, ¿Por qué se sentía de esa forma insuficiente?, era volver a sentir la mirada inexpresiva de ese grupo de hombres sentados con pisa papeles, voces endurecidas por los años experiencia haciendo lo mismo. Esa vez sintió que ya habían despojado todo lo que querían tener de ella.

Cuando las noches son de té y los días de lluvía| Suzé o SuséDonde viven las historias. Descúbrelo ahora