XVI. Suzy.

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— Oh, aquí estás, estaba bastante preocupada de haber llegado tarde.

La temperatura había descendido bastante cuando anocheció; tanto así que los copos de nieve gravitaron sobre las cabezas, luego los hombros, y después el resto de los cuerpos cubiertos de ropa caliente que los transeúntes más fieles de las calles de Hongdae muchas han experimentado. Este clima, esa lluvia en particular hizo que Su-ji recordara la llovizna de pétalos de cerezo que ocurre cada mes de marzo. Eso le hizo sentir tremendamente melancólica, pues después de una serie de decisiones mal estructuradas pensar en marzo le hace añorar en los días más simples: Damon y ella paseando sobre una alfombra de pétalos de cerezo.

En realidad, en vez de hundirse ante la sensación espesa de los recuerdos, lo que hace es rodear el cuerpo de la chica a la que saluda como a una vieja amiga, con su brazo izquierdo. Asegurándose de afianzar su agarre sobre el rígido hombro de ella. Donde ambas se clavaron para saludarse no hace más que nevar y puede creer que la nieve las sepultará fácilmente como si fuera una tumba de sal. En cambio los ojos de Su-ji parpadean débiles hacía su auto estacionado a unos metros, al lado de la acera.

Fácilmente sólo tiene que interpretar este papel. Dedicarse a ser amistosa y caminar como si no hubiera pesadas sombras acechando en las esquinas más silenciosas.

— Sí, pensé que no vendrías.

El susurro de la chica está lleno de timidez evidente en sólo la forma en que cae sus ojos a sus zapatos. Ella se inclina hacía Su-ji como si de alguna forma pudiera encontrar algún tipo de cobijo. Luego sus dedos se aprietan sobre la cadera de Su-ji. Es entonces que siente como se sacuden y el miedo que acumuló por un largo tiempo puede mitigar un poco ante la sonrisa amable que Su-ji le ofrece con su mirada.

Ambas convertidas en silencio incómodo, que tienen que forzarse a sacudir, se envuelven en una jerga de falsa complicidad. Si tienen que sobrevivir, tienen que trabajar juntas para no ahogarse en el borbollón de personas que brotan de todos los extremos; salen de las tiendas, cruzan por las calles, son expulsadas de los autos, vienen de un punto y de otro. El contacto que nunca tendrían ahora es una fuente de calor, una fuente de alivio que parece apoderarse del cuerpo de la chica en cuestión, la que se apoya sobre Su-ji como si por fin pudiera desplomarse sobre una roca que soporte su peso, después de haber sido empujada por una fuerte corriente de agua helada.

— Entonces vamos —, contesta con gentileza, intentando que las personas que las bordean ambas las escuchen al pasar a su lado. — Oh, no estás abrigada, ¿Olvidaste tu chaqueta otra vez?

Lo inquiere con un toque lleno de diversión, como si eso le hubiera pasado muchas veces antes. Su-ji se quita el abrigo, no es mucho, pero es algo. La tela sigue siendo algo delgada, como para aguantar un clima tan frío y húmedo. Lo pone sobre la chica que ya tiene el cabello tan escarchado como el de ella y vuelve abrazarla más fuerte de un lado.

No importaba mucho si tenía que soportar una pequeña onda de frío. A pesar de que sus dientes se sacudieron, seguía creyendo que no hubo peor invierno que el de Daegu. Agregando también que el Bentley estaba cerca y podía encender la calefacción al momento de subirse en él.

— Lo olvidé, supongo.

La chica se contrajo un poco y con una expresión angustiada susurró un pequeño 'gracias'; Su-ji no sabía si se refería al abrigo que le había echado encima o porque se acercó cuando fácilmente pudo ignorarla. Lo que sea por lo que haya sido, gracias fue sincero y honesto.

Su-ji se dedicó a fingir preocupación por la chica. Comenzó a regañarla como si fuera una amiga angustiada por verla muriendo de hipotermia. Su voz está modulada de manera casual, mientras tira los copos de nieve que se atoran en el cabello de la chica, sintiendo como traspasaron sus guantes al momento de derretirse en sus yemas cubiertas por una malla térmica.

Cuando las noches son de té y los días de lluvía| Suzé o SuséDonde viven las historias. Descúbrelo ahora